martes, 3 de mayo de 2016

TENERIFE (IV) - GARACHICO y PUERTO DE LA CRUZ: para pasarlo bien hay que ir al norte

Puerto de la Cruz, 27 de noviembre de 2.015


Estiramos la mañana en el hotel y nos desplazamos al norte.
Desde Santiago del Teide, atravesando una extensa masa forestal de pino canario, llegamos a Icod de los Vinos, municipio que alberga uno de los símbolos más emblemáticos del a isla de Tenerife: el Drago Milenario de Icod de los Vinos.
Sus calles se deslizan por las faldas del Teide hasta lamer el mar. Aparcamos en la zona alta del pueblo y nos acercamos a la coqueta Plaza Andrés de Lorenzo de Cáceres, situada junto a la iglesia parroquial de San Marcos Evangelista y vestida a principios del siglo XX con un gracioso quiosco modernista y varias esculturas dedicadas a personas vinculadas a la localidad.
Junto a ella se encuentra el Parque del Drago: al otro lado de un hueco abierto en un recio muro de piedra vemos un ejemplar de drago al que se le atribuyen más de quinientos años de edad.


El Drago es una especie vegetal típica del clima subtropical presente en la Macaronesia. Se trata de una planta de apariencia arbórea y crecimiento lento coronada por una densa copa en forma de paraguas con gruesas hojas coriáceas de color verde oscuro que es considerada el símbolo vegetal de la isla de Tenerife.


Continuamos nuestra excursión por el norte de la isla. A un paso de Icod queda Garachico, municipio fundado tras la conquista de Tenerife por el banquero genovés Cristóbal de Ponte que durante los siglos XVI y XVII fue el principal puerto de la isla, antes de que el 5 de mayo de 1.706 una erupción del volcán Trebejo terminase con su época dorada.
Las erupciones se prolongaron durante cincuenta y ocho días y varias coladas de lava arrasaron y sepultaron gran parte de la villa, cubriendo campos de cultivo y destruyendo su puerto. Los comerciantes comenzaron a utilizar entonces las instalaciones de Puerto de la Cruz, situadas a tan sólo veinticinco kilómetros de distancia, y Garachico se transformó en un pequeño puerto de pescadores.

Por suerte, lo que queda del casco histórico de Garachico conserva un rico patrimonio arquitectónico de los siglos XVI y XVII. Fue declarado Bien de Interés Cultural en 1.994 en la categoría de Conjunto Histórico y en el destacan la blanquísima Iglesia de Santa Ana, el antiguo Convento de San Francisco, el Ayuntamiento, la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles o la Casa-Palacio de los Condes de Gomera.



Damos un paseo por sus calles. Dejamos atrás la Plaza de la Libertad y llegamos a la Puerta de Tierra, un pequeño parque que conmemora la puerta por la que antiguamente entraban y salían las mercancías en Garachico.


Cuentan que entre sus árboles pueden verse unos duendes traviesos llamados Garachiquines. Llegaron a la isla hace más de mil años escondidos en la bodega de un barco velero que venía de Europa y al ver los árboles y palmeras de la localidad decidieron quedarse a vivir en ellos. Tienen cara de flor y un rabo verde muy largo. El invierno se lo pasan dormidos y sólo se dejan ver en los veranos de las fiestas lustrales, asomándose entre las ramas de los árboles para poder ver la romería chica, la romería grande, la decoración de la plaza y el paso de las carrozas...

Continuamos nuestro paseo y al llegar a la costa nos topamos con el Castillo de San Miguel, un pequeño torreón defensivo construído entre 1.575 y 1.577 por orden de Felipe II para defender Garachico del ataque de corsarios y piratas. Quedó destruido durante el gran incendió que asoló la villa en 1.697 y no pudo ser reconstruido hasta mediados del siglo XVIII.



Junto al castillo, frente al Roque de Garachico, están las piscinas naturales de El Caletón, un conjunto de charcas de agua salada formadas en el interior de las coladas volcánicas del año 1.706, las cuales, al llegar al mar, se enfriaron rápidamente y se solidificaron dando lugar a caprichosas formas.




Damos un paseo junto al mar y nos dirigimos a Puerto de la Cruz.
El origen de este municipio tinerfeño se remonta a principios del siglo XVI. Ya en 1.502 existía cierta actividad portuaria en este litoral, aunque entonces el núcleo de población dependía de La Orotava. Se trataba de un pequeño poblado de pescadores que fue creciendo a medida que se incrementaba la actividad comercial. El comercio de azúcar dio paso al del vino, propiciando durante la segunda mitad del siglo XVI el desarrollo social y económico de la zona.
A principios del siglo XVIII, tras la destrucción del puerto de Garachico, el puerto de la Oratava se convirtió en el puerto más importante de la isla. En 1.808 la localidad obtuvo autonomía municipal plena, adoptando desde entonces el nombre de Puerto de la Cruz.
El turismo comienza a tener un peso importante en la economía local a finales del siglo XIX pero fue a mediados del XX cuando la localidad se convirtió en el primer centro turístico español de ámbito europeo.

Cuando decidimos viajar a Tenerife todo el mundo nos aconsejó buscar hotel en la zona sur argumentando que allí el clima era más agradable. Les hicimos caso y nos equivocamos...
Éste es, sin duda, un lugar con mucho más encanto que los avisperos de la Costa Adeje. Un puñado de nubes grises no hubiesen sido capaces de arredrarme y el ambiente, la vida y la persoanlidad de Puerto de la Cruz, similar al de localidades turísticas del norte peninsular como Laredo, Llanes o Ribadesella, no lo tienen los chiringuitos de playa destinados a los 'guiris' del sur...

Aparcamos y nos acercamos a la Playa de Martiánez, situada al pie de La Oratava, para acariciar su fina arena volcánica de color negro.


Tomamos un helado mientras damos un paseo junto al complejo de ocio diseñado por el arquitecto local César Manrique. Recorremos su paseo marítimo y nos perdemos entre sus calles.




Dejamos que caiga la noche. Probamos suerte en las casetas de feria y nos sentamos en un banco a comer unas castañas antes envolver la isla y regresar al hotel...




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