jueves, 21 de junio de 2018

EL DÍA QUE SE PERDIÓ EL AMOR: la casualidad no es más que el destino disfrazado de inocencia

Santander, 16 de junio de 2.018


Durante diecisiete años, Jakob luchó por el sueño de recuperar a Amanda -el amor de su vida-, sin saber si ella estaba viva o muerta, entregándose a la idea de tenerla a su lado y renunciando a su juventud solo para salvarla. Desde entonces, cada día, decenas de periodistas intentan darles caza y preguntarles acerca de los hechos acaecidos el día Javier Castillo perdió la cordura...



Después de un año de excedencia, Amanda está a punto de reincorporarse a su puesto en el FBI. Por culpa de los Siete, su padre está en la cárcel. El caso del ‘decapitador’ -así lo bautizó la prensa-, llamó la atención de medio mundo, pero acabó sin responsables directos. Había una lista con el nombre de cientos de mujeres desaparecidas, pero solo dos víctimas sobre la mesa. Se responsabilizó de su muerte a una especie de secta cuyos miembros fueron encontrados carbonizados en una casa a las afueras de Boston. Steven fue el único detenido, el único condenado y el único que viviría el infierno de la culpabilidad bajo el paraíso de los barrotes.

“Señoras y señores del jurado, durante años he secuestrado a cientos de mujeres por todos los EE.UU. -no sabría decirles cuántas-, con la absoluta certeza de que acabarían muertas. He destrozado miles de vidas y undido millones de sueños con la única esperanza de recuperar a mi hija, Amanda Maslow, a quien ustedes conocían hasta ahora como Stella Hyden. Mi otra hija, Carla Maslow, sigue desaparecida. No tengo más fuerzas para luchar. No quiero librarme de mi condena, puesto que la llevaré siempre por dentro. Yo secuestré a estas mujeres. Yo las entregué a la muerte. No pierdan un segundo más con este juicio. Júzguenme sin piedad, dejen que me pudra entre rejas. Lo único que a estas alturas puedo decir es que lo siento.”
Todo lo había hecho por ella, pero, entre tanta maldad, no resultaba fácil distinguir la bondad de sus motivos. Su afán por evitar que se la llevaran hizo que atropellara a Carla -su hermana-, a más de cien kilómetros por hora: “Todo sucedió tan deprisa que nadie pudo hacer nada. La luna delantera se rompió en mil pedazos. Desde la feria se escuchaban los gritos de pánico. La música dejó de sonar y los gitanos ya no vociferaban las maravillas de sus cacharros inservibles”. Había perdido a Amanda y su pequeña estaba a punto de morir. Los médicos dijeron que no sobreviviría. Se la llevaron al hospital y nunca la volvieron a ver…

Esta mañana, al despertarse, Jacob ha escuchado un inquietante mensaje en el contestador del teléfono de casa: “Pronto terminará todo…”.
Nueva York despierta con una monstruosa noticia: “Susana Atkins aparece decapitada a las afueras de la ciudad”. La joven que hace un año sobrevivió a un secuestro en Quebec, ha muerto. En numerosas entrevistas había relatado cómo vivió las horas que permaneció encerrada y cómo su captor le perdonó la vida. La historia se ha reescrito: todos los caminos que llevaban a la salvación han desaparecido.

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