Santander, 14 de octubre de 2.020
La lectura de “La librería de los finales
felices” (2.014) me arrastró irremisiblemente hasta “La librería de las nuevas
oportunidades” (2.012), una fábula romántica que se sumerge en las amarillentas
páginas de los libros olvidados buscando las palabras adecuadas para cambiar
nuestro mundo…
La escritora india Anjali Banerjee creció
en Canadá, lugar al que sus padres emigraron desde Calcuta cuando ella tenía apenas
un par de meses, y actualmente vive en la costa oeste de los EE.UU., como,
Jasmine, la protagonista de su novela…
Jasmine ha dejado de creer en el amor y no
piensa permitir que ningún hombre vuelva a conquistarla jamás. Ahora que su
divorcio es un hecho, no queda ya apenas nada de la mujer que un día fue. Necesita
alejarse de Los Ángeles y de un marido infiel al que en el pasado creyó perfecto;
por eso ha emprendido un viaje hacia la soledad y se ha mostrado dispuesta a
hacerse cargo, durante un mes, de la trasnochada librería de su anciana tía
Ruma, mientras esta regresa a Calcuta para reparar su corazón cansado.
Los sillones mullidos, las fotos de las paredes
y los libros apilados por todas partes hacen de aquel lugar un lugar especial.
La figurilla del dios Gaesh, también. El dios hindú de los buenos comienzos
ayudó a su tía cuando esta era joven: le libró de su primer marido -un hombre malo
que la humillaba constantemente-, le devolvió la libertad y le concedió el don
de ver y oír a los espíritus de los escritores muertos y olvidados. Ella, a cambio,
prometió ayudarle a mantenerlos vivos a través de la palabra escrita, evitando
que sus libros cayeran en el olvido.
Durante unos días, Jasmine se convierte en
librera: vive como tal y aprende a oír cómo respiran los libros por la noche. “No
temas volver a empezar -le susurran los espíritus de la librería: Jane Austen,
Beatrix Poter, Edgar Allan Poe…-. El corazón tiene razones que la razón
desconoce. Al amor le sigue el desamor, pero podemos amar de nuevo. Tus heridas
se curarán. La vida es impredecible. A veces, hay que lanzarse al vacío y cogerla
a manos llenas, sin miedo a hacer el ridículo…”.
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