viernes, 6 de mayo de 2016

CADA SIETE OLAS: ¡que bien leerte!

Santander, 6 de mayo de 2.016


Leo no estaba dispuesto a pasarse el resto de su vida con una mujer que sólo estaba dispuesta para él en la bandeja de entrada de su cuenta de correo. Su relación escrita no era más que un poco de aventura extramatrimonial en la cabeza, algo de maquillaje para su rutina sentimental. Bostón le brindó la oportunidad de empezar de nuevo y conocer a una mujer de un modo convencional: primero verla, luego escuchar su voz, olerla y tal vez besarla para más tarde, en algún momento, puede que hasta escribirla un e-mail...

Diez meses después él regresó a su casa y yo a la librería Antuñano. Los lectores de "Contra el viento del Norte" ansiaban un final diferente para la inusual historia protagonizada por Emmi Rothner y Leo Leike, dos almas solitarias que se habían enamorado perdidamente a través del correo electrónico: ¡ambos merecían verse al menos una vez!
Daniel Glattauer sucumbió a la tentación y en 2.010 publicó "Cada siete olas", la continuación de su peculiar historia de amor.


Lo único que Emmi no le hubiese perdonado nunca a Leo era que durante su retiro en Bostón se hubiese enamorado por escrito de otra mujer a la que nunca antes hubiese visto...
Necesitaban encontrarse: buscaron un lugar con diez escaleras de incendio y cinco salidas de emergencia para hacerlo pero dio lo mismo. Se miraron y apenas se reconocieron. Ella estuvo tímida y él reservado: ambos quedaron desencantados... Compartieron una noche y después: FIN.
Lo cierto es que, de un modo u otro, llevaban año y medio despidiéndose. Tras meses de duro entrenamiento en equipo desaprovechando estaciones ambos renunciaron a su tren.
¿Cómo seguir entonces? Ella no era feliz en su matrimonio: Leo le suministraba aire fresco, pero le bastaba con tenerle en la cabeza mientras cada uno seguía con su vida y descubría su futuro.
Emmi se fue de su casa y se distanció de su marido mientras Leo se esforzaba en ser feliz junto a una mujer de carne y hueso, pero ninguno de los dos quería perderse: ¡ojalá pudiesen seguir siendo amigos! Optaron por sentarse frente al mar y dejar que la séptima ola les arrastrase...


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