Barriopalacio, 11 de agosto de 2.013
Anoche, mientras mis sobrinos y sus tíos nos tendíamos sobre un camino asfaltado poco transitando para fundirnos con el oscuro cielo plagado de estrellas y buscar en él la estela de alguna lágrima de San Lorenzo con la que compartir nuestros deseos, justo antes de que nos apiñásemos en el interior de una vetusta tienda de campaña aspirando el aroma añejo de los sueños al aire libre y dejándonos envolver por el encanto de la noche mientras el duro suelo se clavaba en mis riñones, los vecinos de Barriopalacio de Anievas invocaban a los espíritus que pueblan nuestro folklore y una pléyade de seres mitológicos descendía del bosque y abandonaba sus escondrijos para invadir los rincones de un pueblo que, entre conjuros y brebajes, un año más (y ya van seis) les recibía con los brazos abiertos.
Esta mañana un brillante cielo azul nos ha dado los buenos días.
Se que Dani y Adrián tienen respeto al temible Ojáncano o a la malvada Guajona pero han aprendido como enfrentarse a ellos y les animo a saborear el encanto de un Pueblo de Leyendas.
Preparamos unas tortillas y nos dirigimos a Barriopalacio.
Llegamos pronto pero el aparcamiento del pueblo ya está lleno. Dejamos el coche en un prado próximo habilitado para la fiesta y nos colamos en sus pobladas calles. Las caras de los peques se transforman: sus rostros se tensan y sus miradas muestran desconfianza. No están seguros de poder enfrentarse a sus miedos y yo empiezo a preguntarme si no habré tensado demasiado la cuerda porque lo que menos quiero es hacerles pasar un mal rato.
Poco a poco se relajan.
Recorremos los rincones del pueblo evitando al enorme Ojáncano amarillento y pelirrojo que corretea por las calles y haciéndonos fotos junto a los simpáticos Trentis y Trastolillos.
Sabemos que Musgoso nos avisará de cualquier peligro que nos amenace y que las hermosas Anjanas nos protegerán del malvado cíclope montañés.
Los peques sonríen y disfrutan. Ahora somos nosotros los que buscamos al horripilante gigantón amenazándole con arrancar el pelo blanco que adorna su poblada barba, nos burlamos de la desdentada Guajona y jugueteamos con el Culebre.
Recorremos los rincones del pueblo evitando al enorme Ojáncano amarillento y pelirrojo que corretea por las calles y haciéndonos fotos junto a los simpáticos Trentis y Trastolillos.
Sabemos que Musgoso nos avisará de cualquier peligro que nos amenace y que las hermosas Anjanas nos protegerán del malvado cíclope montañés.
Los peques sonríen y disfrutan. Ahora somos nosotros los que buscamos al horripilante gigantón amenazándole con arrancar el pelo blanco que adorna su poblada barba, nos burlamos de la desdentada Guajona y jugueteamos con el Culebre.
Por desgracia el Ojáncano no está sólo en la montaña. Con el vive la OJANCANA, un monstruo tan terrible como él, o quizá más. Se parece mucho a su compañero pero ella tiene dos ojos y unos enormes pechos que ha de echarse a la espalda cuando corre por el bosque.
El TRASTOLILLO es el más conocido de los duendes hogareños naturales de Cantabria. Vive cerca de las casas y entra en ellas para hacer picardías. Es un ser juguetón, alocado, enredador, burlón y atolondrado que siempre está riéndose. Tiene cara de pícaro, ojos muy verdes, dos incipientes cuernecillos, un rabillo que casi no se nota y dos colmillos retorcidos. Viste una especie de túnica de cortezas de árbol cosidas con hierba, se cubre la cabeza con un gorrito blanco y se apoya en un bastoncillo de madera. Todas las cosas inexplicables que suceden dentro de las casas son obra suya y la gente, como sabe son cosas de duendes, ni se sorprende ni se asusta.
.
Cuentan que un horrible Culebre sembró el pánico en los alrededores de San Vicente de la Barquera, amenazando con destruirla villa si ésta no se sometía a su deseo de recibir una doncella al año a la que devorar. Una de sus victimas se encomendó al apostol Santiago y el santo, a lomos de su corcel blanco, abatió al monstruo dejando el caballo la señal de sus herraduras frente a la caverna abierta sobre los acantilados de Santillán.
Llega la hora de comer.
Buscamos un lugar donde zamparnos nuestra deliciosa tortilla de patata y sin ningún tipo de miedo nos adentramos en el Bosque de Carabú para sentarnos junto a las desagradables Brujas Negras.
Reponemos fuerzas y después, mientras saboreamos un cafetín, Dani y Adrián cogen sitio en la bolera, frente al escenario, para vivir de cerca las aventuras de "Un trastolillo en casa".
Julianini y su amigo Bongo nos presentan a los títeres que protagonizan una fantástica historia en la que el valiente Zanahorio, con la ayuda del Duende de los Extravíos y de una hermosa Anjana, se enfrentará a la malvada Brujona y su horripilante Culebre para rescatar al simpático Trastolillo protagonista del cuento.
El público aplaude pero lo mejor aún está por llegar.
Entre títeres y cuentos la tarde se nos escapa.
Merendamos un helado, probamos suerte en la tómbola y buscamos la plaza del pueblo para descifrar los entresijos de un puñado de juegos tradicionales entre los que se cuelan ya las chapas, peonzas y canicas con las que hace ya demasiados años los recreos se me escapaban entre los dedos. ¡Que mayores somos!
Se nos hace tarde. Los peques no se cansan pero es hora de marchar. Sin grandes dispendios, pero con mucha entrega y entusiasmo, la gente de Barriopalacios nos ha regalado una jornada mágica. Volvemos a casa y Dani y Adrián caen rendidos: sueñan con duendes, hadas y monstruos pero no tienen pesadillas, saben que un profundo silbido les despertará si están en peligro...
¡El año que viene volvemos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario