Santander, 20 de enero de 2.020
Movistar Plus ha comenzado el año
estrenando la segunda y última temporada de “El embarcadero”, un thriller
emocional en el que sus protagonistas sienten la necesidad de satisfacer sus
instintos más primarios y se dejan llevar por ella…
Me llamo Alejandra y soy la mujer de
Óscar. Me he acostado con su amante: me he metido en su casa, la he engañado
haciéndome pasar por otra persona, he cuidado de su hija como si fuera mía y he
acabado en la cama con ella… No es un problema de identidad sexual. Lo que
ocurre es que Óscar era el amor de mi vida y creo que estoy queriendo llenar el
vacío de él con ella. No sé muy bien lo que siento: no me quiero alejar de Verónica.
Necesito girar a su alrededor y creo que a Óscar le pasó lo mismo…
El día en que Alejandra vio a su marido
muerto se quedó paralizada, buscando algo que le permitiera decir: “perdonen,
se han equivocado; este no es mi marido”. Pero no le quedó más remedio que
reconocer que sí que lo era…
Aquel hombre, tendido sobre aquella
camilla, era, efectivamente, su marido, pero no el marido que ella conocía,
sino alguien que había entregado en prenda su ética y su moral por seguir
enganchado al amor. Se había convertido en un tipo que llevaba dinero de un
lado a otro para un proxeneta y, lo más doloroso no era que se hubiera transformado
en un delincuente, lo más triste era que se había convertido en un pelele sin
voluntad.
De todo eso se dio cuenta Óscar un día
antes de morir: de que el amor es algo tan inmenso que puede consumir tu identidad
para alimentarse y fagocitarte hasta el punto en que te conviertes en su esclavo
y ya no puedas ni siquiera disfrutarlo.
Con la voluntad anulada, oscilando como
los juncos a merced del viento, supo que necesitaba hacer algo para no enloquecer
y tomó la decisión que habría de llevarlo hasta la muerte. Aquella no era la
vida que el quería. Él no eligió estar enamorado de dos mujeres; intentó que aquello
no sucediera, pero no fue capaz de conseguirlo. Cuando, después de ocho años, Verónica
lo abandonó, sintió que el mundo se hundía bajo sus pies. Estaba desesperado, así
que optó por intentar volver a ser el hombre que un día fue y tener un hijo con
Alejandra que impidiera cualquier vuelta atrás. Cuando ella volvió a aparecer, supo
que no podría escapar…
Dicen que marcharse es de cobardes, pero
puede que sea al revés, y que lo que realmente sea cosa de cobardes sea
quedarse viendo como se le pudre a uno la vida sin tomar una decisión. Hay que
ser muy valiente para dejar a una familia y no mirar atrás; dejar lo que más
quieres por algo que quieres todavía más… La vida se acaba y para saber de que
va hay que vivirla.
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