Santander, 22 de agosto de 2.013
Hace más de veinticinco años que Moncho tomó
la decisión más importante de su vida y cruzó su particular Rubicón para abrir
las puertas de un pequeño restaurante en la calle El Sol.
No tardó en cerrar la cocina y el suyo se
convirtió muy pronto en uno de los locales más míticos de nuestra ciudad,
centro neurálgico de una calle que rezuma cultura por las juntas de todos sus
adoquines.
Su pequeño escenario se ha convertido en
un privilegiado espacio por el que han circulado infinidad de artistas, más o
menos conocidos, que han dejado allí un pedacito de su arte.
El jazz es una constante en el Rubicón: un
sonido para el que mis oídos no están educados pero al que no quieren renunciar y ésta era una buena ocasión para dejarse
envolver por este estilo musical ya que Moncho y su compañero Marcos han optado por servirnos
hoy un delicioso manjar resguardado tras una atractiva guarnición que no podía
rechazar.
Todos conocemos a Javier Alzola…
Estamos acostumbrados a verle tocando el saxo sobre un
escenario, siempre junto a Fito, desafiando a Carlos Raya y
batiéndose con él en impresionantes duelos musicales pero, cuando sus
giras terminan y los Fitipaldis aparcan la ‘furgo’, él sigue disfrutando de la
música de un modo diferente.
Javier Alzola Quartet es un proyecto paralelo en el que
experimenta con otro tipo de sonidos, sumergiéndose junto a sus compañeros
Miguel Salvador (guitarra), Javier Mayor (contrabajo) y Hasier Oleaga (batería)
en el universo del jazz.
Su música me exige concentración, pero
cuando consigo aislarme del ruido que me rodea y dejo que su sonido me envuelva
empiezo a percibir pequeños matices y disfruto de la improvisación de los músicos
quedando atrapado entre las almohadillas del saxo y las cuatro cuerdas del contrabajo.
Seguiremos probando...
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