martes, 30 de abril de 2013

UNA NUBE EN MI HABITACIÓN

Santander, 27 de abril de 2.013


Un repentino escalofrío sorprendió al pequeño Inda. Cerró la ventana, se dio la vuelta y lo vio. Allí estaba. Una oronda nube blanca se había colado en su habitación.
Se pellizcó y le dolió. Aquello era real; no era un sueño.
Trató de acercarse a ella pero la nube, asustada, se esfumó encogiéndose en un rincón junto al techo.
Desobedeciendo a sus padres Inda se subió a la cama. Estiró la mano para tocarla y atónito vio como sus dedos se difuminaban en su interior. Rápidamente la retiró y comprobó aliviado que todos los dedos seguían en su sitio.
Alargó el brazo de nuevo. La tocó. Estaba fría y húmeda. La sensación era agradable, parecida a la que sentía cuando jugaba con la espuma que el jabón formaba en la bañera a la hora del baño. Alzó la vista y comprobó que a la nube le gustaba. Sonreía. ¡Le estaba haciendo cosquillas!
Siguió acariciándola. La nube comenzó a hincharse y a revolverse inquieta descendiendo hasta quedar casi a ras de suelo. Entonces Inda aprovechó para tenderse sobre ella. Flotaron juntos en el aire y volaron arriba y abajo. ¡Era fantástico! Los dos se hicieron grandes amigos.

Desde aquel día, al terminar las clases, Inda volvía corriendo a casa para jugar con su nueva amiga. Siempre estaba de buen humor. Le encantaba disfrazarse -se colaba dentro del chubasquero amarillo de su hermano mayor y se ponía las enormes gafas de sol de su madre- y le gustaba jugar al escondite, deslizándose detrás de las cortinas o encogiéndose hasta hacerse sitio en la última balda del armario de los juguetes mientras él le buscaba.

Ayer, sin embargo, al llegar a casa y abrir la puerta de su habitación, Inda sorprendió a su amiga junto al cristal de la ventana, triste, contemplando el plomizo cielo que se extendía hasta el horizonte. Tenía mal color y bajo ella, en el suelo, se había formado un pequeño charco de lágrimas. Por la noche, antes de acostarse, Inda abrió la ventana y le dio un fuerte abrazo a su amiga deseándole dulces sueños.

Esta mañana, al despertar, no ha sentido la dulce humedad que le envuelve desde que ella duerme a su lado. Al abrir los ojos no la ha visto. La ha buscado debajo de la cama, detrás de las cortinas, dentro de los abrigos y en el armario de los juguetes pero no estaba. Se ha ido.
El sol se ha escondido. El cielo está muy gris. Inda está triste y se siente sólo. Echa de menos a su amiga. Cuando sus abuelos le han llevado al parque ha trepado al más alto de los columpios y alzado la mano al cielo. Entonces ha visto como sus dedos se perdían en el interior de una enorme nube cargada de agua. Se ha emocionado y ambos han llorado. Su amiga estaba allí. No volverán a compartir habitación pero sabe que siempre que la necesite la tendrá a su lado. Serán amigos para siempre, aunque ahora cada uno deba de seguir su propio camino.

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