lunes, 21 de abril de 2014

CUEVA DE VALPORQUERO: sus espectaculares dimensiones sobrecogen

Valporquero, 29 de marzo de 2.014


Hace ya dos años y medio que Marta se instaló en León. Desde entonces, cuando le ayudamos a hacer la mudanza, teníamos una cuenta pendiente...


Este fin de semana estábamos dispuestos a saldarla y no íbamos a dejar que los caprichos de una primavera remolona nos lo impidiesen...

Estimada Primavera,
pongo en su conocimiento que comerciantes y hosteleros están deseando decirle cuatro cosas. Algunos, hasta cinco. No es para menos con este recochineo climático: frío, nieve, lluvia, viento... Admítalo, entre ir dándole al pai-pai por la calle Ordoño y vestidos de cosacos a finales de marzo ha de tener cabida un entretiempo. ¿Llega con retraso o es que pasó de largo, como el coche de Mister Marshall? A ratos, como limosna, deja caer un destello de sol. Nos sabe a poco. Ni que hubiese sido aquí donde Machado escribió aquel verso horrible, "la primavera ha venido / nadie sabe como ha sido". Un mal día lo tiene cualquiera, pero usted ya lleva varios. Sea usted misma. Proclámese. Con alegría y garbo. ¿Le han hecho un ERE y recortaron días a su estación? ¿Sufre astenia primaveral, alergia al polen? Ya nos hizo rugir bastante el invierno, ahora, con los debidos respetos, presta divisar una minifalda. O dos, si son pequeñas. Poder sentarse en una terraza sin que el Yeti te coma la tapa. Venga, mujer, no se haga tanto de rogar. Irrumpa de una vez. Altérenos la sangre. Llénelo todo de trinos, luz y clorofila. ¡Exista!
A sus pies
(Eduardo Aguirre,
Diario de León 29/04/14)

P.D. Parece mentira, ¿tanto le cuesta ser una primavera en mi mayor, como la de Vivaldi?

Esta mañana en León llovía...
Nos ha dado lo mismo. Renunciamos a los bocadillos y reservamos mesa para seis en Vegacervera antes de montarnos en el coche y ponernos en camino: la Cueva de Valporquero nos espera.


Situada al norte de la provincia de León, junto a Valporquero de Torio, para llegar a la cueva es preciso atravesar antes las Hoces de Vegacervera, un estrecho, corto y espectacular desfiladero labrado por las aguas del río Torío. Se trata de una profunda garganta de desnudas paredes verticales que después de apenas cinco kilómetros nos descubre un impresionante paisaje cubierto de nieve.


Nos detenemos en el Calero de Felmín, un horno de cal enclavado a la orilla del río explotado intensamente tras la Guerra Civil y restaurado recientemente.


La abundancia de piedra caliza disponible en la zona propició la aparición de este horno destinado a la obtención de cal viva merced a la combustión lenta del carbón procedente de los lavaderos de la cercana mina de Matallana.
El calero era propiedad del Ayuntamiento de Cármenes y era arrendado a un particular que para su explotación contrataba a cinco o seis vecinos de la zona. El horno se cargaba por su boca superior disponiendo seis u ocho capas alternas de piedra caliza y carbón y una vez preparado se encendía y dejaba cocer durante una jornada completa antes de proceder a la extracción de la cal viva que, una vez preparada, se trasladaba en carros para su venta directa en obras y almacenes de distribución.

Dejamos atrás la localidad de Felmín. La carretera busca el cielo y llegamos a Valporquero en cuyas inmediaciones, hace más de un millón de años, las aguas de un arroyo empezaron a filtrarse a través de los poros, fisuras y grietas de la roca caliza para disolver lenta y tenázmente las entrañas de la montaña leonesa y mostrarnos sus increíbles maravillas subterráneas.


Abierta al público desde 1.966, la cueva consta de un itinerario visitable de mil trescientos metros de longitud distribuidos a lo largo de siete salas diferentes que nos permitirán admirar infinidad de formaciones calizas esculpidas por la caprichosa mano del agua a lo largo del tiempo: estalactitas, estalagmitas, coladas, columnas...
Atravesamos el túnel de acceso excavado en la montaña y accedemos al diminuto valle escondido en el que se encuentra la boca de la cavidad.



La Gran Rotonda es la sala de mayores dimensiones de la cavidad: los techos se elevan hasta alcanzar los veinte metros de altura. Las lluvias y el deshielo alimentan el curso superior del arroyo que la atraviesa componiendo una ensordecedora sinfonía que hace aún más grandiosa la visita.



Poco después, poco antes de llegar a la Sala de las Hadas, el arroyo se precipita en una cascada de más de quince metros de altura que le permitirá fundirse con un curso de agua situado en un nivel inferior que a partir de aquí discurrirá bajo nuestros pies.


Atravesamos el Cementerio Estalactítico y continuamos nuestro recorrido por las entrañas de la montaña adentrándonos en la Gran Vía, una espectacular galería en la que los estratos calizos afloran verticales formando un estrecho pasillo de más de doscientos metros de longitud y treinta metros de altura: dimensiones inesperadas y volúmenes descomunales que sobrecogen.
¡IMPRESIONANTE!


Nuestro paseo concluye en la Sala de las Maravillas, donde infinidad de afiladas estalagmitas se funden para formar el pétreo telón de fondo con el que la naturaleza le pone el punto final a nuestra visita.


Volvemos sobre nuestros pasos. Las luces se apagan y la montaña vuelve a ser dueña de su silencio.
Salimos al exterior: jugamos con la nieve, tomamos un cafetín y nos dirigimos a Vegacervera para saborear su reconocida cecina de chivo...

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