miércoles, 7 de mayo de 2014

LA FOLÍA: ¡¡¡Viva la Virgen de la Barquera!!!

San Vicente de la Barquera, 4 de mayo de 2.014


Cuentan que a San Vicente llegó un martes de Pascua florido rodeada de un halo de luz la imagen de la Virgen de la Barquera a bordo de una pequeña embarcación sin tripulación, ni velas, ni remos, para desde entonces, durante siglos, señalar a los marineros la dirección del viento futuro.
Para conmemorar este hecho cada año se celebra en San Vicente la fiesta de La Folía, declarada de Interés Turístico Nacional.
El Sábado Santo la Virgen, vestida de luto, abandona la pequeña ermita medieval situada a la entrada de la ría en la que se le venera para ser trasladada a la iglesia de Santa María de los Ángeles, en la parte alta de la villa marinera.
El segundo domingo después de Pacua la Virgen regresa a su casa luciendo de nuevo su espléndido y tradicional manto de color azul en una procesión que constituye el acto principal de La Folía.


Hoy por fin, después de demasiado tiempo, me he decidido a compartir el paseo con la Virgen.
He dejado el coche tirado en una cuneta y me he acantonado junto a la barandilla del Puente de la Barquera, frente al antiguo embarcadero.
Ante mi se extiende la prolongada calle que atraviesa la villa y en cuyas márgenes se amontonan cientos de personas. Paños rojigualdas adornan los balcones y banderolas de colores cubren el asfalto. Al fondo veo aparecer la procesión presidida por tres banderas: la de España, la de Cantabria y la azul y blanca de San Vicente de la Barquera.


Las sirenas de los barcos anuncian la llegada de la Virgen. La banda de cornetas y tambores acompaña a una comitiva que encabeza el Obispo de Santander. Cientos de fieles acompañan a los mozos que, en grupos de doce, portan la imagen de su patrona sobre un vistoso lecho de flores amarillas.
Poco antes de llegar al puerto se detienen y se hace el silencio. Frente a su Señora forman las jóvenes del pueblo. Las picayas ocupan el ancho de la calzada, hacen sonar sus panderetas y ofrecen sus cánticos a la Virgen...


Salimos a recibirte
todas llenas de alegría:
escucha nuestra plegaria
dedicada a ti María.

Cuando a ti te imploraren
en la borrasca bravía,
no olvides que son los hijos
de tu predilecta villa.

Cuando el marino en la mar
sus plegarias elevare,
o poderosa María
no olvides que eres su madre.

...

Permite Madre adorada
que estas jóvenes solteras
eleven a ti sus cantos;
no apartes los ojos de ellas.

Oh Madre, dulce encanto,
oh Virgen de la Barquera,
tus devotas te saludan.
¡Bendita mil veces seas!


Estoy demasiado lejos para que la tradición me envuelva pero el silencio sepulcral y el chispeante sonido de las panderetas impresionan. Los jóvenes vuelven a alzar a hombros a su patrona y vienen hasta el puerto para embarcarla a bordo del Justo Lecue mientras se lanzan salvas en su honor, suenan las sirenas de los barcos y las mozas vuelven a cantar.



La Virgen surca las aguas de la ría escoltada por embarcaciones grandes y pequeñas antes de regresar al puerto nuevo. Nosotros la esperamos en su santuario...



Se repite el ritual: las banderas y el obispo presiden una comitiva que se detiene unos metros antes de llegar a la ermita.
Las picayas cantan a la Virgen de nuevo y esta vez estoy lo suficientemente cerca como para que la emoción me atrape.



Ellas son las primeras en acceder al santuario. Lo hacen cantando y batiendo sus panderetas, agitando las cintas blancas y azules que las adornan.
Tras ellas vienen los mozos dispuestos a devolver la imagen a su rincón. El pueblo le espera: abarrota su casa para cantarle a la Madre de Dios.



La Barquera es el nombre adorado
que a esta villa la Virgen le dio.
¡¡Viva la Virgen de la Barquera!!


He esperado demasiado tiempo para dejarme empapar por la tradición de una fiesta que rezuma alegría y emoción pero más vale tarde que nunca.
Entre chipirones y cañas, prometo repetir...

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