miércoles, 3 de septiembre de 2014

LOS TUDOR (temporada 2): la ambición no tiene premio

Mogro, 2 de septiembre de 2.014

La segunda temporada de "The Tudors" traslada al oscarizado Peter O'Toole a Roma para suceder a Clemente VII y convertirse en el cínico papa Paulo III. Como tal ha de lidiar con las presiones del emperador Carlos I, que pretende que la anulación del matrimonio de su tía Catalina, la reina infeliz, no se lleve a cabo y excomulgue a su esposo, el rey Enrique VIII, y las amenazas de éste que urge a la curia a tomar una decisión razonable sobre su divorcio por el bien de su país.


El nuevo pontífice intentará no enfrentarse con ninguno de ambos obrando con sensatez y baraja la posibilidad de deshacerse de la puta del rey, la hermosa y manipuladora Ana Bolena, una joven a la que muchos consideran culpable de todos los males que asolan Inglaterra.


El enfrentamiento del rey con la reina Catalina, a la que ha expulsado de la corte, ha provocado graves heridas y profundas divisiones en Inglaterra.
Enrique VIII pretende que el clero admita que él es la cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra y propone al parlamento proclamar normas que limiten sus privilegios y negar al papa muchos de los recursos que recibe de la Iglesia inglesa.
Finalmente el clero inglés se somete a la voluntad del rey y a la autoridad seglar rompiendo la unidad del mundo cristiano: la Iglesia se fractura.

Enrique VIII, ignorando los designios de Roma, se casa con Ana Bolena, a quien los emisarios del papa no han podido eliminar, en secreto y por sorpresa.
Paulo III declara este matrimonio nulo y a los hijos que vengan de él ilegítimos, e insta al rey de Inglaterra a volver junto a su esposa Catalina amenazándole con la excomunión pero en 1.533 el clero inglés declara nulo el matrimonio de Enrique con Catalina y válida su unión con Ana Bolena que es coronada como reina de Inglaterra.


La ceremonia resultó pobre, fría y algo desagradable. Muchos fueron los invitados que faltaron a la fiesta y a los que Enrique no dudaría en castigar posteriormente...

Ana estaba embarazada, pero dio a luz una niña: Isabel...
El rey presenta ante el parlamento una nueva acta de sucesión que establece que los hijos fruto de su unión con la reina Ana serán sus legítimos herederos y advierte que todo aquél que diga o escriba algo en perjuicio o menoscabo de la legalidad de su matrimonio con su dulce y queridísima esposa o contra sus herederos, será reo de alta traición, delito que se castiga con la muerte y la confiscación de bienes a favor de la corona.
La nueva acta obligará además a todos los súbditos del rey, si se les ordena, a prestar juramento de que de modo firme, sincero, constante y sin mediar argucia alguna observarán, cumplirán y harán cumplir el íntegro contenido y los efectos de esta ley. Tal juramento incluirá también el reconocimiento de la supremacía real en todos los asuntos, espirituales y temporales. Aquellos que se nieguen a prestarlo serán acusados de traición y enviados a prisión.
  
Su soberbia sumergió a Enrique en un peligroso torbellino que le llevó a perseguir, torturar y ejecutar a todos aquellos que no reconocieron su supremacía espiritual sin importarle que se tratase de príncipes de la Iglesia, como el cardenal Fisher (Bosco Hogan), fiel defensor de la causa de Catalina y del honor de Dios y de la Santa Sede, o de amigos sinceros, como su tutor, sir Thomas Moro (Jeremy Northam), que creía haber descubierto en él al más brillante y prometedor príncipe de la cristiandad.

Desde Roma el Santo Padre ofrece al creyente pueblo de Inglaterra su condolencia, sus lágrimas de aflicción y su ira ante el martirio de sus hermanos cuyos asesinatos han conmocionado a toda la cristiandad convirtiéndose en un pecado imperdonable contra Dios y la Santa Iglesia. Reza por sus hermanos ingleses, que habrán de seguir soportando la tiranía y temiendo por sus vidas y por sus almas, y para que el rey retorne a la obediencia y a la auténtica fe antes de que sea demasiado tarde y le pide a la Virgen María que Inglaterra pueda librarse de las garras de los herejes que dirigen a su reino hacia la destrucción y la condenación.

Mientras Enrique VIII y sus consejeros hacen todo lo posible para que su revolución avance: sitúan a reformistas comprometidos en los principales puestos de la Iglesia inglesa, recurren a la imprenta y al teatro para difundir sus nuevas ideas y ridiculizar al papa, clausuran algunas ordenes religiosas, suprimen algunas fiestas de guardar que perjudican la economía del país, difunden la palabra de Dios en inglés, suprimen los cultos supersticiosos a imágenes y reliquias y obligan al clero a predicar la supremacía real.

Considera a Catalina una mujer orgullosa y obstinada, de noble y muy alto coraje, que podría reunir un ejército y lanzar una campaña militar contra él con la misma fiereza con que su madre se lanzó a la guerra en España, y sabe que pretende que su hija María sea reina de Inglaterra. Teme que ambas conspiren contra él y por eso las mantiene separadas.

Ana no tardó en volver a quedarse embarazada aunque, para entonces, el rey ya había buscado consuelo entre las piernas de otras mujeres.
Perdió el bebé que llevaba en su vientre y empezó su lento declive y el de su ambiciosa familia. Es presa de los celos y tiene miedo. Existe una profecía que anuncia que una reina de Inglaterra morirá en la hoguera y teme ser ella.
El rey recupera viejas amistades mientras ella pierde los nervios y arremete contra Catalina y su hija María a quienes considera responsables de su desgracia.

El 7 de enero de 1.536 la legítima reina de Inglaterra falleció sola en el castillo de Kimbolton, donde había sido confinada por su esposo, al que escribió antes de morir:
Mi señor y querido esposo, me encomiendo a vos.
La hora de mi muerte se acerca a toda prisa y, por la tanto, el tierno amor que os debo me obliga a suplicaros que penséis en la seguridad y en la salvación de vuestra alma, que deberías poner por delante de cualquier consideración propia o del mundo de los vivos como las que han hecho que me condenarais a pasar miseria y que vos os condenarais a tantos sufrimientos. Yo, por mi parte, os lo perdono todo. Y así se lo pido a Dios, de todo corazón: que él también os perdone.
En cuanto al resto, os encomiendo nuestra hija María suplicándoos que seáis un buen padre para ella, tal como siempre he deseado.
Y finalmente, os juro que mis ojos os desean por encima de todas las cosas.
Catalina 

Sus continuos crímenes contra la fe católica y su falta de arrepentimiento y contrición propiciaron que finalmente el papa promulgase  la bula de excomunión de Enrique VIII, confiando al rey de Francia la ejecución de la misma ya que aquél no solo quedaría separado de Dios sino también de la comunión de los fieles, por lo que su gobierno dejaría de tener validez y derrocarlo se convertiría en un imperativo religioso.
Mientras, la muerte de Catalina propició un acercamiento del rey inglés al emperador Carlos I, con quien deseaba establecer una nueva alianza.
El rey de España, a través de su embajador, se mostró dispuesto a reconocer la continuidad de su matrimonio actual, pero a cambio le exigió a Enrique la restauración de alguna relación entre Inglaterra y Roma, su apoyo inglés en el enfrentamiento con Francia en Milán y el reconocimiento de su hija María como su legítima heredera y su inclusión en la linea de sucesión.

Al llevarse a cabo la autopsia del cuerpo de Catalina se comprobó que sus órganos presentaban un aspecto normal, excepto el corazón, que tenía un tumor negro aferrado a sus membranas; si se hubiese examinado su cuerpo detenidamente tal vez se hubiesen descubierto restos de veneno.

La noticia de su muerte satisfizo enormemente a Ana Bolena, que volvía a estar embarazada, pero para entonces el rey ya había puesto los ojos en Jane Seymour (Anita Briem), una hermosa joven hija de uno de sus nobles, a la que convirtió en dama de compañía de su esposa para trasladarla a la corte y tenerla cerca.


A Ana Bolena, ver que su esposo amaba a otra le partía el corazón. Perdió el hijo que llevaba en su vientre y Enrique se enojó: ¡Dios no les permitía tener hijos varones!
Reconoció haberse casado con ella seducido por brujería, motivo por el cual debería considerarse su matrimonio nulo e inválido, y se comprometió a tomar otra esposa. 
Su canciller, el Sr. Cromwell (James Frain), le hizo creer que Ana había recibido a otros hombres en sus aposentos y coqueteado con ellos. Éstos fueron detenidos y, sometidos a tortura, confesaron todo lo que el secretario del rey quiso.
Enrique mantuvo a su amante alejada de la corte un tiempo mientras su esposa era detenida y encarcelada acusada de cometer adulterio. Su matrimonio fue declarado nulo y su hija considerada bastarda. Ana fue juzgada y sentenciada a muerte.


El 19 de mayo de 1.536 fue conducida al patíbulo para ser decapitada mientras el rey se comprometía con otra mujer -la tercera-, pero antes confesó su inocencia ante Dios y juró solemnemente no haberle sido infiel jamás a su esposo y señor y, aunque reconoció no haber mostrado siempre ante él la humildad que le debía dada su bondad, el gran honor con que le revistió y el enorme respeto que siempre le mostró y que con frecuencia los celos le consumieron, aseguró no haber pecado contra él nunca de otro modo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario