viernes, 17 de octubre de 2014

LOS TUDOR (temporadas 3 y 4): ¡que el mal caiga sobre quien piense mal!

Mogro, 17 de octubre de 2.014

Tras la ejecución de Ana Bolena, la serie de televisión pierde mucho interés y el nuevo comienzo que el rey Enrique VIII ansiaba no se convirtió en el renacimiento que él deseaba.



Sólo once días después de la decapitación de su segunda esposa contrajo matrimonio con Jane Seymour (Annabelle Wallis). Sus dos hijas habían sido declaradas ilegítimas: ¡Inglaterra necesitaba un heredero!


Por mucho que amase a su padre, María (Sarah Bolger), hija de Catalina de Aragón, sentía que no podía condenar su alma inmortal por el favor de un rey terrenal: aún poniendo en riesgo su seguridad y arriesgándose a ser procesada por traición se resistía a admitir que Enrique VIII fuese cabeza de la Iglesia y que su matrimonio con Catalina hubiese sido incestuoso e ilegítimo. Sin embargo, al ver como su primo, el emperador Carlos I, que aspiraba a establecer una nueva alianza con la corona inglesa, la abandonaba a su suerte, se vio obligada a firmar tales declaraciones aún sabiendo que no sería capaz de perdonárselo mientras viviese.


La nueva reina, apodada 'La Pacificadora', se mostró cariñosa tanto con lady María como con lady Isabel. Intentó que su esposo se acercase a ellas y trató de favorecer al catolicismo, aunque el rey se enojase y se resistiese a que ella se inmiscuyese en sus asuntos. Sólo la dulzura y bondad de Jane y su esperanzador embarazo consiguieron apaciguar sus ánimos.

Con la muerte de Ana Bolena los reformistas habían perdido un aliado y un importante apoyo pero continuaron cerrando monasterios sin encontrar apenas oposición. Sin embargo, en el norte de Inglaterra, sin que ellos lo supiesen, se estaba gestando una revuelta.
El pueblo llano -los comunes-, pretendía conservar sus festividades, que se pusiese fin a la cruel destrucción de monasterios y abadías, que se respetasen sus imágenes y no se profanasen sus iglesias, que no les subiesen los impuestos y que su soberano reconociese la legitimidad de su hija María, expulsase a los villanos que le aconsejaban y convocase un nuevo parlamento.
Los rebeldes del norte marcharon hacia el sur encomendándose a su fe y desafiando la supremacía real dispuestos a luchar y morir por su causa.
Tanto Roma como los reyes de España y Francia vieron en las revueltas inglesas una oportunidad única para restaurar la verdadera religión y promovieron una rebelión que las tropas inglesas acallaron por la fuerza, ejecutando a un gran número de 'comunes' y a la práctica totalidad de sus líderes.

En octubre de 1.537 la reina se puso de parto. Dio a luz un niño sano pero su alumbramiento se complicó y ella murió poco tiempo después. El pequeño Eduardo se convirtió en el bebé más importante de Inglaterra. Enrique VIII por fin tenía un heredero pero la pena le consumía: había dado con la esposa perfecta y la había dejado morir. Se encerró en sus aposentos para beber, llorar y coquetear con la locura, y sólo el firme propósito de contraer un nuevo matrimonio le devolvió al mundo de los vivos.


Se reunió con sus obispos y redactó los seis artículos que habrían de convertirse en la base de la doctrina inglesa y que se refieren a la certeza de la transustanciación de Dios, la privación del cáliz a los laicos durante la comunión, la validez del voto de celibato para todos los sacerdotes y monjas, la observancia del voto de castidad por parte de éstos, el mantenimiento de las misas privadas y la importancia del sacramento de confesión.
De este modo el rey de Inglaterra echaba por tierra gran parte del camino recorrido, ponía fin a la reforma y rechazaba los preceptos propuesta por los herejes luteranos ya que, en el fondo, él siempre había sido católico, aunque no permitiera que ni el papa ni ningún otro hombre estuviese por encima de él.

En 1.540, a regañadientes, instigado por el canciller Cronwell y con el fin de asegurarse el apoyo militar de la liga protestante germana en su inminente enfrentamiento con los reyes de Francia y España, alentados ambos por por el papado, Enrique VIII contrajo matrimonio con Ana de Cleves (Joss Stone), una joven poco agraciada que no era de su agrado.


A pesar de haber hecho cuanto pudo para superar los recelos de su corazón y su mente y de haberse acostado casi cada noche con su esposa su matrimonio nunca llegó a consumarse y duró sólo seis meses.
El parlamento ratificó los escrúpulos del rey y concluyó que su matrimonio era nulo e inválido en base a la existencia de un compromiso previo de la princesa, a la ausencia de consentimiento por parte de su majestad y a su no consumación.
La princesa fue expulsada de la corte y el Sr. Cronwell, su principal valedor, a quien Enrique VIII promovió desde sus bajos orígenes y enriqueció con múltiples obsequios, fue acusado de traición y condenado a muerte. Tras su muerte el celo reformista pareció suavizarse...


Enrique VIII encontró consuelo en Catalina Howard (Tamzin Merchant), prima de Ana Bolena, una frívola joven de risa floja con la que se casó el 28 de julio de 1.540.



Su majestad la malcrió con todo tipo de atenciones y presentes mientras esperaba que su amor le proporcionase la paz y tranquilidad que ansiaba y trajese el deseado fruto del matrimonio. Su vientre, joven y fértil, había sido un aliciente para el rey pero pasaban los meses y no conseguía engendrar el hijo que tanto ansiaba.


La diferencia de edad existente entre ambos y la ardiente fogosidad de ella se convirtieron en un problema. Su turbulento pasado aporreó las puertas del presente: se acusó a Catalina de haber llevado una vida disoluta antes del matrimonio y el rey la confinó en sus habitaciones hasta que su inocencia fuese probada pero ésta no pudo ser demostrada.


Su conducta previa al matrimonio hizo que se le privase de todos sus privilegios, fuese desposeída del título de reina y confinada en la Abadía de Middlesex.
Se le acusó de haber llevado una vida abominable, baja, carnal, voluptuosa y viciosa con varios hombres antes de casarse, propia de una vulgar furcia, de granjearse el amor del rey ocultando su compromiso con otro hombre comprometiendo a su esposo y a los hijos que le hubiera podido dar y de, una vez casada, concederles favores a otros hombres e incitarles a conocerla carnalmente asegurándoles que les amaba más que al rey.
Fue juzgada, condenada y ejecutada. Murió decapitada el 13 de febrero de 1.542. 


La naturaleza enfermiza del joven príncipe Eduardo hacía aconsejable que el rey contrajese un nuevo matrimonio que le proporcionase un nuevo heredero pero, entre tanto, el parlamento, por expreso deseo de su majestad, restituyó a sus hijas, lady María y lady Isabel, su posición en la línea sucesoria.
Catalina Parr (Joely Richardson), viuda de un noble norteño fiel a la corona, fue la mujer en la que Enrique VIII posó los ojos esta vez y, pese a sus reticencias, el 12 de julio de 1.543 se convirtió en su esposa y en la solícita madrastra de sus tres hijos.


Tras muchos años de desencuentros Enrique firmó un nuevo tratado de mutua colaboración con el emperador Carlos I para garantizar la seguridad de Europa comprometiéndose a participar en la invasión de Francia y el derrocamiento del rey Francis y en virtud del cual la corona inglesa recuperaría sus legítimos derechos sobre los territorios perdidos tras la Guerra de los Cien Años.
Enrique pretendía recuperar su honor y su juventud y encabezó las tropas que precipitadamente embarcaron hacia Francia, rumbo a Calais, con el firme propósito de marchar sobre Boulogne primero y sobre París después.
La reina Catalina se convirtió en regente durante su ausencia y gobernó en su lugar mostrando una gran habilidad en asuntos de estado, aprovechando para promover desde la sombra la causa reformista y formar a la joven Isabel en las creencias de su madre.


Tras un prolongado asedio las tropas inglesas tomaron la ciudad de Boulogne pero, una vez recuperados los territorios arrebatados a su corona, Enrique VIII renunció a su propósito inicial de marchar sobre París.
Inglaterra se encontraba en una posición delicada: enemistada con el Papa y en guerra con Francia y Escocia, ni siquiera su pacto con España era seguro pues Carlos y Francis habían firmado un tratado de paz que contemplaba un enlace matrimonial entre ambas monarquías.
Viejo y débil, Enrique se mostraba incapaz de ponerle límites a una Iglesia que conservaba muchos vicios del pasado y sembraba la discordia persiguiendo y condenando a sus hermanos reformistas acusándoles de herejía.
Muchos eran quienes conspiraban para asegurar su posición y su futuro tratando de controlar al príncipe Eduardo, dando por hecho que el rey no viviría lo suficiente para ver como su hijo alcanzaba la madurez. Antes de morir Enrique VIII dispuso que el tío del niño, Edward Seymour (Max Brown), velase por su seguridad hasta que éste alcanzase la mayoría de edad y que hasta entonces el poder recayese en un consejo de regencia formado por dieciséis miembros que él mismo eligió.


Enrique VIII murió el 28 de enero de 1.547 y fue enterrado en la Capilla de San Jorge, en el Castillo de Windsor, junto a su tercera esposa Jane Seymour.

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