Santander, 27 de abril de 2.016
En 2.001 la alicantina Matilde Asensi publicó "El último Catón". No era su primer trabajo. Antes había publicado dos obras menores: "El salón de ámbar" (1.999) y "Iacobus" (2.000).
Alcanzó la fama, vendió muchos ejemplares y posteriormente optó por escribir dos novelas de corte similar relacionadas con las civilizaciones precolombinas, "El origen perdido" (2.003), y el imperio chino, "Todo bajo el cielo" (2.006).
"El último Catón" constituye una trepidante novela de aventuras que convina con acierto fantasía y realidad proponiéndonos un apasionante viaje que nos arrastra precipitadametne hasta un decepcionante final.
La hermana Ottavia Salina es miembro de la Orden de la Venturosa Virgen María. Tiene treinta y muchos años muy bien llevados: una cara agradable, pelo corto y negro, ojos también negros y una estatura media. Es una monja un tanto atípica tanto por lo excepcional de su trabajo como por el trato de favor que le dispensa su Orden. Doctora en paleografía e historia del arte, ha obtenido varios prestigiosos premios internacionales por sus trabajos de investigación y desde hace ocho años dirige el Laboratorio de Restauración y Paleografía del Archivo Secreto Vaticano. Es una mujer muy orgullosa, incapaz de rechazar un desafío o de amilanarse ante una provocación que ponga en duda su inteligencia o sus conocimientos...
Alcanzó la fama, vendió muchos ejemplares y posteriormente optó por escribir dos novelas de corte similar relacionadas con las civilizaciones precolombinas, "El origen perdido" (2.003), y el imperio chino, "Todo bajo el cielo" (2.006).
"El último Catón" constituye una trepidante novela de aventuras que convina con acierto fantasía y realidad proponiéndonos un apasionante viaje que nos arrastra precipitadametne hasta un decepcionante final.
Ha recibido el encargo de descifrar las extrañas escarificaciones descubiertas en el cadáver de un etíope junto al que se encontraron tres trozos de madera que resultaron pertenecer a la Vera Cruz y no ha sabido rechazarlo. Ahora ya será difícil dejarla al margen...
Tras los extraños símbolos grabados en el cuerpo del muerto se esconde una misteriosa secta cuyo origen se remonta a los años dorados del Imperio Romano de Oriente: la Hermandad de los Staurofilakes...
Tras los extraños símbolos grabados en el cuerpo del muerto se esconde una misteriosa secta cuyo origen se remonta a los años dorados del Imperio Romano de Oriente: la Hermandad de los Staurofilakes...
El 1 de septiembre del año 341, un puñado de hermanos de buena voluntad, diáconos de la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén y devotos adoradores de la cruz de Cristo descubierta por santa Elena -madre del emperador- quince años antes, se proclamaron guardianes de la Cruz y constituyeron una hermandad cuyo archimandrita recibía el título de Catón.
Los staurofilakes, convencidos de que su única misión en la Tierra era velar por la seguridad de la Madera Santa, se fueron haciendo cada vez más reservados, invisibles y poderosos. Entre sus filas comenzaron a militar miembros de las mejores familias de Constantinopla, Antioquía, Alejandria, Atenas, Florencia, Rávena, Milán o Roma... Dejaron de ser un grupo de brutos dispuestos a machacar a los peregrinos que osaran tocar la Vera Cruz para convertirse en un puñado de hombres preparados e inteligentes. Establecieron una serie de requisitos de ingreso, instauraron un proceso de iniciación lo suficientemente riguroso como para que sólo los mejores y los más devotos entraran en la hermandad y se convirtieron, poco a poco, en una institución cada vez más importante, siempre atenta a su singular misión y desvinculada de los Patriarcados.
Para que las almas de nuestros novicios lleguen puras hasta la Verdadera Cruz del Salvador y sean dignas de postrarse ante ella, deberán purgar antes todas sus culpas hasta quedar limpias de toda mancha. La expiación de los siete graves pecados capitales se realizará en las siete ciudades que ostentan el terrible privilegio de ser conocidas por practicarlos perversamente: Roma por su soberbia, Rávena por su envidia, Jerusalén por su ira, Atenas por su pereza, Constantinopla por su avaricia, Alejandría por su gula y Antioquía por su lujuria. En cada una de ellas, como si fuera un purgatorio sobre la Tierra, penarán sus faltas para poder entrar en el lugar secreto que llamaremos Paraíso Terrenal y al terminar cada lance el suplicante será marcado en la carne con una cruz: una por cada pecado capital borrado de su alma, como recuerdo de su expiación. Si el novicio llega con siete cruces hasta el Paraíso Terrenal será admitido como uno más entre nosotros y ostentará para siempre en su cuerpo el Crismón y la palabra sagrada que da sentido a nuestras vidas; si no llegase, que Dios se apiade de su alma...
En el año 1.054 se produjo el gran cisma de la iglesia cristiana: romanos y ortodoxos se enfrentaron abiertamente por futiles cuestiones teológicas y de reparto de poder. Los staurofilakes no se aliaron ni con unos ni con otros: permanecieron fieles a sí mismos y el 3 de julio de 1.098 decidieron ocultar la reliquia y pasar a la clandestinidad, dejando de existir públicamente.
Sin embargo, cuando los cruzados tomaron Jerusalén, varios miembros de la hermandad fueron arrestados y torturados hasta revelar el lugar en el que escondían el Santo Madero. La Vera Cruz se convirtió entonces en la reliquia más importante de la cristiandad y multitud de Lignum Crucis partieron hacia Europa. El Leño Santo fue troceado y repartido como si fuera un pastel, pues allá donde llegaba una de sus astillas, afluía la riqueza en forma de peregrinos y devotos.
Los staurofilakes contemplaron el destrozo sin poder hacer nada para impedirlo pero juraron recuperar algún día lo que quedase de la Vera Cruz. A finales del año 1.187 el caudillo Saladino derrotó a los cruzados y el Madero de Jesucristo cayó en manos musulmanas, pero a principios del siglo XIII, durante la quinta y última cruzada, antes de que el ejército de Federico II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, recuperase la santa reliquia, un miembro de la hermandad infiltrado entre los infieles robó lo poco que la maldad de los hombres había conservado del Madero Santo ocultándolo para siempre en su Paraíso Terrenal.
Catón de Útica, áquel que dio nombre a los archimandritas de la Hermandad de los Staurofilakes, es el Guardián del Purgatorio de la Divina Comedia de Dante, una montaña en cuya cima el genial poeta italiano sitúa su propio Paraíso Celestial. El poema será el cuaderno de viaje que acompañe a Ottavia en el singular viaje que está apunto de emprender y le ayudándará a resolver las pruebas que habrá de superar si quiere alcanzar el Paraíso Terrenal, recuperar los trozos de la Vera Cruz robados y desenmascarar a los staurofilakes.
Por suerte no estará sóla en esta aventura. Le acompañarán el capitán Kaspar Glauer-Röist, miembro de la Guardia Suiza al servicio del Tribunal de la Sacra Rota Romana y uno de los agentes más valiosos de Su Santidad, y Farag Boswell, profesor del Museo Grecorromano de Alejandría experto en historia y paleografía bizantina de origen copto, un hombre atractivo e inteligente de treinta y siete años, alto y delgado, de piel morena, rasgos judíos, pelo largo castaño muy claro, casi rubio, y ojos completamente azules.
Juntos afrontaran un peligroso viaje que cambiará sus vidas para siempre. Si quieren llegar al final deberán cambiar su forma de mirar el mundo, abrir sus mentes dejando de lado sus prejuicios y aceptar que sus ojos y oídos son sólo unos pobres receptores de la compleja realidad que les rodea...
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