lunes, 11 de diciembre de 2017

PARÍS: una cita pendiente (III)

París, 11-14 de diciembre de 2.016

Dedicada a la Virgen María, la iglesia de Notre-Dame está situada en el extremo oriental de la pequeña isla de la Cite, corazón de París y centro histórico de los asentamientos celtas y romanos sobre los que creció la ciudad.
De estilo gótico, la catedral se alza sobre los cimientos de varios edificios eclesiásticos de pequeñas dimensiones cuya situación no se ha podido precisar con exactitud.


En 1.160 habían dejado de satisfacer las necesidades de la diócesis: ya no representaban los valores de la nueva Iglesia, basados en el poder social y en su dominio sobre las ciudades. Durante el reinado de Luis XII, con el respaldo financiero de este y el apoyo de todas las clases sociales, el obispo Maurice de Sully acometió la construcción de un gran templo gótico inspirado en la Abadía de Saint Dennis.

Las obras empezaron en 1.163 y se prolongaron hasta el año 1.345, pero solo fueron necesarios veinte años para que el clero estuviera en condiciones de tomar posesión de la parte oriental del templo. Cada día, en el presbiterio, junto al altar mayor, el obispo, los cincuenta y un canónigos que formaban el cabildo y varias decenas de capellanes, celebraban una fastuosa misa mayor, mientras las obras proseguían hacia el oeste y comenzaban a construirse las torres.
A principios del siglo XIII, el monumental frontispicio de la fachada oriental y sus tres puertas permitían a los curiosos identificar la iglesia como matriz de la diócesis. La galería de los reyes, formada por veintiocho figuras colosales, ilustraba los privilegiados vínculos que unían a la Iglesia de París con la monarquía de Francia, cuyos soberanos se comprometían a protegerla y respetar sus privilegios.
Posteriormente, se modificaron las ventanas de las zonas altas, sustituyéndolas por grandes ventanales formados por dos lancetas y óculo, y se construyeron pequeñas capillas entre los contrafuertes laterales de la nave principal. En el año 1.249, se concluyó la construcción de las dos torres, que alcanzaron los sesenta y nueve metros de altura y albergaron las campanas de la catedral.
En torno al año 1.260 se levantó sobre el punto de encuentro de las cubiertas de las dos naves principales una enorme aguja de madera cubierta de plomo, y posteriormente, a finales del siglo XIII, se construyó una inmensa corona de capillas en torno al coro.
A mediados del siglo XIV el edificio estaba terminado y durante tres siglos apenas experimentó cambios. Solo cuando en 1.622 París se erige en arzobispado, la catedral decide blanquear sus paredes, sustituir las vistosas vidrieras por otras incoloras, transformar el coro según el gusto clásico y decorar sus naves con los ‘Mayos’, una colección de setenta y siete cuadros de gran formato que ilustran los Hechos de los Apóstoles que el gremio de orfebres encargaba una vez al año a artistas como Laurent de La Hyre o Sébastien Bourdon para honrar a su Señora.
La Revolución Francesa (1.789-1.799) se ensañó violentamente con la catedral de París y, cuando el 18 de octubre de 1.802 esta fue devuelta al culto, el edificio se encontraba en un estado verdaderamente lastimoso. En 1.846 los jóvenes arquitectos Jean-Baptiste Lassus y Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc ganaron un concurso para la restauración de Notre Dame y afortunadamente fueron capaces de darle un nuevo resplandor a la catedral.
Recientemente se ha colocado un nuevo altar en el crucero y se ha instalado una cruz de gloria dominando la Piedad situada al fondo del coro. ¡¡¡La catedral sigue viva!!!

Después de subir a sus torres y visitar la Galería de las Quimeras, nos desplazamos hasta la Place Jean Paul II para admirar, junto a Carlomagno y sus nobles compañeros de la guardia, la imponente fachada oriental de Notre Dame...


Carlos I, el grande, nació en Aquisgrán en el año 742. Con solo dieciséis años heredó el trono de su padre y emprendió una política expansiva que le permitió controlar los actuales dominios de Francia, Suiza, Austria, Bélgica, Holanda y Luxembugro, y gran parte de Italia, Alemania, Hungría, la República Checa, Eslovaquia y Croacia. Ningún monarca europeo había gobernado sobre un territorio tan extenso desde la caída del Imperio Romano... El día de Navidad del año 800, el papa León III coronó a Carlomagno emperador, dando comienzo a un nuevo Imperio Germánico.


Los hermanos Charles y Louis Rochet esculpieron para la Exposición Universal de 1.878 la figura ecuestre de Carlomagno escoltado por dos de sus paladines labrada en bronce que en la actualidad preside la plaza que besa los pies de Notre Dame.

Nos acercamos a la fachada oriental de la catedral, que compensa la verticaliad de sus dos torres con la horizontalidad de las bandas y galerías decoradas.


Presenta tres niveles y tres calles separadas por contrafuertes ligeramente prominentes que unen los pisos inferiores y refuerzan los picos de las dos torres que flanquean el rosetón que preside el conjunto.


Por debajo de la Galería de los Reyes, formada por veintiocho estatuas separadas por columnas que representan a los reyes de Judea que precedieron la llegada de Cristo, se disponen tres puertas bellamente adornadas: la Puerta de Santa Ana (sur), la Puerta del Juicio Final (central) y la Puerta de la Virgen (norte).


La Puerta de Santa Ana, situada en el extremo sur de la fachada, es por la que las visitas acceden al interior del edificio. La mayor parte de las esculturas que la decoran son anteriores a la construcción de la catedral y proceden de una iglesia de finales del siglo XII. El conjunto está presidido por una Virgen Theotokos de estilo románico, situada en posición frontal y con el niño colocado en el centro de su regazo. La Virgen está sentada solemnemente en un trono, bajo un precioso baldaquino con estructuras arquitectónicas que simbolizan la Jerusalén celestial, y aparece escoltada por sendos ángeles turiferarios y varios personajes importantes: un obispo, un escribá y un rey…


En la parte inferior del tímpano se muestran tres escenas en las que se representa el ciclo de la Natividad: la Anunciación, la Visitación y el Nacimiento de Cristo.
El friso del dintel pertenece ya al siglo XIII. Es de estilo gótico y narra la historia de  San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María.

Los conjuntos escultóricos de la puerta central –la Puerta del Juicio Final-, son de principios del siglo XIII, aunque sus esculturas, sobre todo las de la parte inferior, fueron sometidas a importantes restauraciones y reconstrucciones en el siglo XIX.


El conjunto está presidido por una imagen de Cristo Hombre con nimbo crucífero que, flanqueado por dos ángeles, portadores de los instrumentos de la Pasión, muestra las llagas de sus manos mientras San Juan y la Virgen interceden por la humanidad. Debido a su posición, en la parte superior del tímpano, es el elemento menos reconstruido del conjunto.


En el registro central aparece el Arcángel San Miguel pesando las almas de los difuntos junto a dos demonios que tratan de inclinar la balanza a su favor. A su derecha, los bienaventurados miran a Cristo mientras, al otro lado, los condenados, atados con cadenas, son empujados por otros dos diablos.


El friso de la parte inferior data del siglo XIX y es obra de Viollet-Le-Duc. Muestra la resurrección de los fallecidos para ser juzgados por Cristo: estos, con ropajes identificativos de su condición u oficio, salen de sus sepulcros mientras los ángeles situados en ambos extremos hacen sonar sus trompetas anunciando el juicio que va a comenzar.


Las hermosas figuras que pueblan las arquivoltas abundan en la temática del juicio, mostrando el mundo de los condenados por un lado y el de los bienaventurados por el otro. Ángeles, santos y patriarcas completan el conjunto.
En las jambas se expone un apostolado muy restaurado debajo del cual aparecen varias imágenes de carácter más profano: los Vicios y las Virtudes, los Signos del Zodiaco, calendarios…

La puerta norte, utilizada por las visitas para abandonar el templo, es la Puerta de la Virgen. Los elementos escultóricos que la visten fueron mutilados durante la Revolución Francesa y reconstruidos posteriormente. En la parte superior del tímpano se dispone un conjunto escultórico en el que se representa la Coronación de la Virgen, que aparece sentada junto al Todopoderoso y acompañada por varios ángeles.


Justo debajo se representa su Dormición o Muerte: María aparece tendida sobre su lecho, acompañada por los Apóstoles mientras dos ángeles inician el levantamiento de la Asunción.


En el dintel de la puerta aparecen representados los Patriarcas flanqueando un baldaquino bajo el que se encuentra el Arca de la Alianza que contiene las Tablas de la Ley.
En las jambas se muestran figuras de santos, entre los que destaca la imagen de San Denís sosteniendo en sus manos su cabeza cortada.


El parteluz está presidido por la imagen de la Virgen con el Niño en su brazo izquierdo, la cual se alza sobre una delicada pieza en la que se observa el momento en el que Adán y Eva muerden la manzana prohibida y son expulsados del Edén.


Existen otras dos puertas situadas a ambos lados del crucero.
La puerta situada en el extremo norte del transepto es la Puerta del Claustro. Esta era la puerta que utilizaban los canónigos para acceder al templo desde el desaparecido Claustro del Clero.
En la parte inferior del tímpano se muestra la infancia de Cristo: el Nacimiento de Jesús, la presentación en el templo, la matanza de los Santos Inocentes y la huida a Egipto.
En los registros superiores se muestran escenas de la vida de Teófilo de Adana con las que se pretendía adoctrinar a los canónigos sobre las tentaciones de la envidia, la corrupción y la soberbia. 


Teófilo era un monje que ostentaba el cargo de arcediano en un monasterio bizantino. Cuando murió el abad, él fue elegido como su sucesor, pero rechazó el cargo por humildad. Sin embargo, cuando el nuevo abad le privó de su cargo como arcediano, Teófilo, influenciado por la viperina lengua de un judío al que conocía, firmó un pacto con el diablo para alcanzar la mitra.


Con el paso del tiempo se arrepintió de su decisión y, gracias a la intercesión de la Virgen, consiguió romper el acuerdo firmado.

La puerta del extremo sur del transepto comunicaba la catedral con el palacio episcopal y está dedicada a San Esteban, patrón de la ciudad. Las visitas no pueden acceder a ella pero, si lo hicieran, tendrían ocasión de contemplar representadas en el tímpano varias escenas del martirio del santo.

Cruzamos la Puerta de Santa Ana y accedemos al interior de la iglesia, un voluminoso edificio con planta de cruz latina que se mantiene en equilibrio merced a un complejo sistema de arbotantes. Cuenta con cinco naves más una serie de capillas laterales, y la capilla mayor está rodeada por una girola de doble nave, también con capillas laterales.


La nave central es de mayor altura que las laterales. Sobre estas se encuentra la tribuna y por encima de ella el claristorio, formado por una serie de amplios ventanales decorados con hermosas vidrieras.



El transepto, que no sobresale al exterior, tiene una sola nave y sus muros están presididos por enormes rosetones decorados con vidrieras.

 

Contemplamos los 'Mayos' de las capillas laterales y recorremos la girola. El muro que separa el deambulatorio del interior del coro data del siglo XIV. Su función era procurar tranquilidad a los canónigos cuando estos se reunían para la oración y está decorado con un hermoso friso de madera policromada ejecutado entre 1.300 y 1.350 por Pierre de Chelle, Jean Ravy y Jean le Bouteiller.


Las tallas situadas en el lado norte son las más antiguas. Representan escenas de la infancia y la vida pública de Cristo, y las primeras escenas de la Pasión: la Visitación, el anuncio a los pastores, la Natividad, la Adoración de los Magos, la masacre de los inocentes, la huida a Egipto, la presentación en el templo, Jesús entre los doctores, el bautismo de Cristo, las Bodas de Caná, la entrada en Jerusalén, la última Cena, el lavatorio de los pies y la oración en el huerto de los Olivos.





Las composiciones del lado sur son menos armoniosas y representan las apariciones de Cristo resucitado.


Regresamos al exterior y buscamos la ajardinada plaza Juan XXIII, situada en la parte posterior de la catedral, en el extremo oriental de la isla de la Cite, sobre el solar que ocupó el Palacio Arzobispal. En 1.844, poco después de que el palacio fuera saqueado y demolido, Claude-Philibert Barthelot, prefecto de la ciudad, ordenó construir allí unos coquetos jardines que constituyen hoy un pequeño remanso de paz del que merece mucho la pena disfrutar...

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