viernes, 9 de junio de 2017

FUERA LLUEVE, DENTRO TAMBIÉN... ¿PASO A BUSCARTE?: dime solo hasta mañana, pero dímelo siempre...

Santander, 8 de junio de 2.017


Me tratas como a África: me quitas lo mejor y después y me dejas tirado.
Quisiera que Áfirca brillara como los diamantes que le han robado...
(Antonio Dikele Distefano)


Dikele Distefano es un joven italiano de piel oscura que nunca vio la África de sus padres más allá de los libros. De niño, lo único que quería era que le llamaran Antonio y le preguntaran si quería jugar. Su familia recogía tomates en el sur e insultos en el norte. Pasaban estrecheces y la sociedad les hacía sentirse fuera de lugar...
Le gustaban las patatas chips, el feijao preto, el pondu y la pasta, de niño se sabía de memoria la cabecera de 'Bola de Dragón' y el Milán era su pasión pero no se sentía italiano, y tampoco angolano... Le gustaba pensar que su país estaba en un lugar lejano, situado en los corazones de los hijos de un pueblo sin bandera, cansado -como él-, de ser considerado una fracción, un compromiso, una esquirla... Un lugar donde no había nada malo en ser negro, o nacer con los ojos rasgados; donde las personas preferían apagar el cerebro, el móvil y la tele para dar cabida a las emociones, y donde cada hombre era consciente de existir solo porque así lo había querido otro ser humano.

Odiaba a su madre cuando donaba sangre en el dispensario a cambio de dinero para comprar carne, odiaba su Opel asmático y las ollas ennegrecidas de la cocina, el miedo permanente a que les desahuciaran, ir los domingos a jugar el partido y que nunca hubiera nadie que le apoyara, esperar un cuarto de hora más que los demás al salir de clase o volver del entrenamiento y tener que irse directamente a la cama porque la compañía les había cortado la luz.
En el colegio se sentaba en la última fila y era el último de la clase. Aprendió muy pronto a no pedir nada: a contentarse con las fotocopias porque los libros eran demasiado caros y a ponerse la ropa de su hermano -que antes había sido de su padre-, sin rechistar, pero odiaba tener que mentir cuando le preguntaban dónde habían pasado las vacaciones.

Erica fue su primer amor: salieron juntos durante unos pocos meses. Él le escribía canciones de amor pero su carácter solitario terminó por imponerse. Se dio cuenta de que la echaba de menos demasiado tarde, como se echa de menos el verano en el día más frío del invierno, cuando fuera llueve. Las relaciones no se olvidan: se superan, y cuando no se superan es porque aún no se han olvidado. A una persona así siempre vuelves a buscarla...


Fuera de mí llueve en todas partes.
Dentro, también llueve.
La lluvia y yo somos una sola cosa.
Pasa a buscarme porque sé que tú traerás el sol...
Lo mejor para protegerse de la lluvia no es una cornisa,
ni un paraguas,
sino el abrazo de alguien.

Querer a alguien que no te quiere es como ir a parar a un callejón sin salida. Cuando una historia se acaba, quedan los mensajes, las fotos, los intentos de arreglarlo, las cosas que no se han dicho: fragmentos de algo que se podría reconstruir con la imaginación en cualquier momento.

Hay parejas que no cortan por miedo y siguen juntas por el bien que se hicieron, no por el que se hacen... Creo en quien se equivoca pensando que hace lo correcto, en quien rectifica, en quien lucha por sus ideas y por sus elecciones. Es más fácil justificarse que pedir perdón, construir una coraza con los fracasos y fingir que se es más fuerte y menos ingenuo. Cuando la vida no te satisface hay que cambiarla: ¡no se puede permanecer inmovil!

El amor no se exige: se entrega voluntariamente sin esperar nada a cambio. No es una decisión racional... Linda no llevaba nunca reloj. Tenía diecinueve años y, aunque había tenido pocas relaciones, había tenido tiempo de sufrir por amor. Procedía de una familia de clase media alta: su padre era catedrático de la facultad de Farmacia y su madre era abogada...


No me digas que es para siempre.
Dime simplemente hasta mañana, pero dímelo siempre...

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