jueves, 10 de junio de 2021

ZAMPO Y YO: ¡es maravilloso soñar!

Santander, 27 de mayo de 2.021

Ana Belén cumple hoy setenta años. Tenía trece cuando debutó en el cine. Protagonizó, junto a Fernando Rey, el melodrama “Zampo y yo” (1.965) y parecía destinada a convertirse en una nueva Marisol, pero la película no tuvo el éxito que se esperaba y su carrera se estancó un poquito.



Jeremías era un ángel triste que se pasaba el día llorando, pero, como en el Cielo está prohibido llorar, le castigaron vistiéndolo de payaso y enviándolo a la Tierra para hacer reír a todos lo niños del mundo. Cuando por las noches, caía rendido bajo las estrellas, viéndolas, se acordaba de los demás ángeles y le entraban ganas de volver con ellos, pero sabía que nunca podría hacerlo porque, en la Tierra, siempre habrá algún niño que no sepa reír. Por eso, siempre que veas algún payaso, apláudele: ¡puede que sea aquel Jeremías!

 

Ana Belén es una niña triste que siempre está sola. Su madre murió y su padre, a quien ella querría tener a su lado a todas horas, siempre está lejos, pensando en sus negocios. A veces, le gustaría castigarlo mirando de cara a la pared…


 

Vive en el Barrio de Salamanca y acaba de aprobar, con muy buenas notas, la reválida de cuarto. En casa no hay nadie a quien contárselo, así que, cansada de tanta soledad, para huir de ella, sale sola a la calle. Es entonces cuando surge el milagro: ¡se da de bruces con un pequeño circo instalado en un solar de los viejos barrios de Madrid!

Es el circo de Zampo, un viejo payaso al que le carretea un poco el corazón. El espectáculo ya ha comenzado, pero Manolo -un buen chico al que resulta muy fácil coger cariño-, la convence para entrar a verlo. Al acabar la función, el muchacho le presenta al payaso y, rápidamente, Ana Belén y él hacen muy buenas migas: comparten secretos, confidencias y una preciosa melodía.



Bajo la luna polvorienta

he descubierto un nuevo cielo

y a ti, que, con tu cara de color,

me has enseñado las luces

fantásticas de un mundo mágico

-tu mundo-,

hecho de música y de ilusión:

el mundo mágico del circo,

que por primera vez me hizo reír.

Ahora, Zampo, soy feliz

porque tu mundo conocí:

¡lo llevaré en mi recuerdo siempre!

 

Su madre y él hubieran sido buenos amigos. De hecho, lo fueron, aunque la pequeña no lo sepa… Si viviera todavía, puede que las cosas hubieran sido diferentes: “Solo ella supo comprender el porqué de Zampo y que quisiera hacer reír a la gente”, se lamenta el payaso.


 

La, ra-ra-rá…

Esta es la canción de Zampo con su dulce melodía.

La, ra-ra-rá…

Tienes que reír, payaso.

¡Tienes que olvidar!

Pero, en su caminar, canta el corazón de Zampo;

busca la soledad y, a su alrededor,

todo es luz y alegría.

La, ra-ra-rá…

Siempre la canción de Zampo,

con su la-ra-rá…

 

Viviendo bajo las lonas del circo, junto a las humildes gentes que constituyen su gran familia, Zampo ha conocido muchas cosas que le han hecho tener confianza en un mundo mejor. Hace años, cuando anunció que iba a abandonar el consejo de administración de la empresa de su familia, su hermano dejó de hablarle y pregonó a los cuatro vientos que había dejado de existir para él. Debió de ser verdad, porque Ana Belén -su sobrina-, ni siquiera sabe que existe. Solo su madre supo comprenderle…

 

Ana Belén, tú serás la última niña a quien habré proporcionado con mi cara pintada un poco de felicidad. Algo me dice que pronto emprenderé un viaje muy largo camino de un mundo lejano donde no me hará falta trabajar porque allí todo el mundo es feliz. Te dejo, como recuerdo, mi pequeño circo. Es tuyo, Ana Belén. Estoy seguro de que sabrás defenderlo. Quiere mucho a tu padre y pídele perdón para Zampo. Mi testamento será para él la última pirueta de un payaso. ¡Una pirueta genial!

 

Zampo

 

Zampo se ha ido para no volver más, aunque dicen que los payasos, cuando se marchan, lo hacen solo para vivir eternamente. Su corazón le estalló de lo grande que lo tenía. Le hizo: ¡pum!, y se murió. Ahora ya no está, y el mundo nunca será igual. Cruzó por la vida procurando divertir a los demás y, así, consiguió ser feliz. 



Es maravillosa la vida.

Es maravilloso soñar.

Cualquier cosa es grande en este tonto mundo

si uno aprende a mirarlas con ojos de payaso.

Es maravillosa la vida.

Es maravilloso soñar.

Andar bajo el sol, o bajo la luna,

y ver los sueños pasar.

Es maravilloso que existas.

Fue maravilloso encontrarte.

Es maravilloso vivir.

Es maravilloso cantar.

Y, aunque los sueños sean sueños nada más,

es maravilloso soñar.


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