Bilbao, 1 de junio de 2.013
En septiembre del año pasado el madrileño Alejdrando Sanz sacó a la venta su noveno disco de estudio, "La música no se toca", convirtiéndose irremediablemente en un rotundo éxito de ventas.
En octubre inició en México una gira internacional que ahora le trae a España y hoy ha aterrizado en el Bilbao Arena de Miribilla.
Parto de la base de que apenas he escuchado un disco que, las pocas veces que lo he hecho, no ha terminado de convencerme, pero, pese a todo, su directo promete ser tan espectacular que no he querido perderme su concierto.
El público ocupa sus localidades muy poco a poco pero cuando aparece Alejandro Sanz el pabellón presenta un aspecto fabuloso, con un público entregado que corea sus canciones de principio a fin durante algo más de dos horas.
Caen los paños que ocultan el escenario abriéndole las puertas a una efectista escenografía firmada por Luis Pastor. Se suprimen los habituales andamiajes de los laterales y el tablao se desparrama por sus costados ofreciendo una estupenda sensación de amplitud; los focos, innumerables, se multiplican sobre el escenario construyendo una etérea cubierta de la que cuelgan delicadas estalactitas de luz cuyos efectos, mezclados con las imágenes proyectadas sobre la tela del fondo, me impactan y apabullan.
Alejandro no está sólo sobre el escenario. Le acompañan diez músicos más que constituyen una extraordinaria orquesta capaz de tocar extraordinariamente bien sus canciones, pero incapaz de acariciarlas, y a los que, curiosamente, no presentó él sino Christopher Hierro, responsable de los teclados.
Resulta todo tan frío que la fuerza del corazón se apaga sin que la voz rasgada del madrileño me traspase y sólo cuando sus músicos se retiran dejándole 'sólo' en el escenario, con Alfonso Pérez tocando el piano y cuatro voces haciéndole coros, su voz supo pellizcarme.
La música no se toca.
Pasarán el tiempo, los momentos, las guerras, los besos... y allá donde miremos siempre quedarán los versos, las canciones y sus porqués. La música no se toca, siempre estará ahí, pero esta noche se ocultó detrás de los efectistas fuegos de artificio.
En octubre inició en México una gira internacional que ahora le trae a España y hoy ha aterrizado en el Bilbao Arena de Miribilla.
Parto de la base de que apenas he escuchado un disco que, las pocas veces que lo he hecho, no ha terminado de convencerme, pero, pese a todo, su directo promete ser tan espectacular que no he querido perderme su concierto.
El público ocupa sus localidades muy poco a poco pero cuando aparece Alejandro Sanz el pabellón presenta un aspecto fabuloso, con un público entregado que corea sus canciones de principio a fin durante algo más de dos horas.
Caen los paños que ocultan el escenario abriéndole las puertas a una efectista escenografía firmada por Luis Pastor. Se suprimen los habituales andamiajes de los laterales y el tablao se desparrama por sus costados ofreciendo una estupenda sensación de amplitud; los focos, innumerables, se multiplican sobre el escenario construyendo una etérea cubierta de la que cuelgan delicadas estalactitas de luz cuyos efectos, mezclados con las imágenes proyectadas sobre la tela del fondo, me impactan y apabullan.
Alejandro no está sólo sobre el escenario. Le acompañan diez músicos más que constituyen una extraordinaria orquesta capaz de tocar extraordinariamente bien sus canciones, pero incapaz de acariciarlas, y a los que, curiosamente, no presentó él sino Christopher Hierro, responsable de los teclados.
Resulta todo tan frío que la fuerza del corazón se apaga sin que la voz rasgada del madrileño me traspase y sólo cuando sus músicos se retiran dejándole 'sólo' en el escenario, con Alfonso Pérez tocando el piano y cuatro voces haciéndole coros, su voz supo pellizcarme.
La música no se toca.
Pasarán el tiempo, los momentos, las guerras, los besos... y allá donde miremos siempre quedarán los versos, las canciones y sus porqués. La música no se toca, siempre estará ahí, pero esta noche se ocultó detrás de los efectistas fuegos de artificio.
Es raro..... pero estoy totalmente de acuerdo!!!!. Necesitamos que Alejandro se asiente en Madrid y se mezcle con sus raíces.
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