lunes, 10 de junio de 2013

MONTE CARCEÑA Y ERMITA DE SAN MIGUEL: a la sombra de sus cagigas aún se escucha el traqueteo del tren

Santa María de Cayón, 6 de junio de 2.013


Esta mañana no lucía el sol de los dos últimos días pero al menos no llovía y la primavera está siendo tan dura y las predicciones meteorológicas para el verano son tan nefastas que merece la pena aprovechar para descubrir alguno de los rincones que esconde nuestra tierra así que he desempolvado mi 'makila' y me he lanzado al monte.

El municipio de Santa María de Cayón queda configurada como una gran llanura aluvial comprendida entre la Sierra del Caballar, prolongación oriental de la Sierra del Escudo de Cabuérniga, y la Sierra de Carceña, un suave y modesto relieve prelitoral ocupado antiguamente por un extenso cagigal -convertido hoy en un vertedero enclavado entre amplias plantaciones de eucalipto-, del que salió la madera necesaria para la construcción de muchas de las naves de la armada de Castilla.
Tanto es así que cuentan que en 1.248, durante el asalto que la flota comandada por Don Ramón de Bonifaz y Camargo lanzó desde el río Guadalquivir para liberar a los sevillanos de la ocupación musulmana, fue una pesada carraca de nombre Carceña la que, impulsada por el viento y la marea, rompió las cadenas del puente que unía Sevilla con Triana propiciando la victoria cristiana al impedir la llegada de refuerzos.




En la carretera nacional N-634, a su paso por Sarón, 'capital' del municipio, frente al bar "La Flor de Cayón", tomamos una calleja que pasa bajo la variante E-70 primero, y frente a la desvencijada antigua tejera después, antes de comenzar la subida al monte Carceña por una pista perfectamente asfaltada. Llegamos al cruce de Carcabillo, junto a un picadero, y continuamos por la pista de la, izquierda entre eucaliptos, para encontrarnos pronto, a nuestra izquierda, una pista que sube al monte desde La Penilla; seguimos recto y poco después, aislada en medio de un prado salpicado de mesas y barbacoas en el que un puñado de vacas pacen plácidamente, nos topamos con la ermita de San Miguel de Carceña.



Se trata de una sencilla ermita románica de principios del siglo XIII recientemente restaurada que se alza en el lugar en el que dos pastores, extrañados al ver como un toro escarbaba insistentemente, encontraron enterrada una imagen de San Miguel Arcángel, escondida allí por los cristianos que escapaban de la invasión musulmana.
Cuenta la leyenda que se decidió entonces construir un templo dedicado al Arcángel en un lugar más accesible para los fieles pero, una vez iniciadas las obras, los materiales empleados desaparecían cada noche para volver a aparecer en el lugar donde se había encontrado la imagen por lo que, finalmente, ése fue el lugar elegido para la construcción de la ermita. 




Se trata de una ermita de una sola nave de reducidas dimensiones acabada en un ábside semicircular decorado con canecillos. 
Los esquinales y el ábside son de sillería y en las paredes, de mampostería, se alojan ventanas saeteras muy estrechas. En la fachada sur se abre la puerta principal, rematada con un arco apuntado decorado con flores, dientes de sierra y estrellas.


Tomo nota del lugar para gozar de alguna comida campestre próximamente y entre verdes praderías continúo mi paseo. En sendas bifurcaciones giro a la izquierda y desde Prauvalle me lanzó a un vertiginoso descenso que, de nuevo entre eucaliptos, no tarda en devolverme el ruido de los coches que circulan por la carretera que atraviesa el valle. 
Alcanzo la descuidada ermita de San José y pasando junto a la cercana Iglesia de San Sebastián atravieso el pueblo de La Cueva hasta alcanzar la carretera nacional. La cruzo e inmediatamente me encuentro con un paseo que me llevará de vuelta a Sarón.

Archivo: Paseo del Ferrocarril de Saron - Indicativo.jpg CartelSe trata del Paseo del Ferrocarril, un pasillo verde que aprovecha el trazado de la antigua línea de ferrocarril de vía estrecha que unía las localidades de El Astillero y Ontaneda. 
La Compañía del Ferrocarril de Astillero-Ontaneda se constituyó en 1.898 y contribuyó al desarrollo industrial de la zona que atravesaba favoreciendo el transporte del mineral extraído de los yacimientos próximos y facilitando el acceso de los primeros turistas del siglo XX a las instalaciones de los balnearios de Puente Viesgo y Alceda, y permitió la implantación del Mercado de Sarón, un importante mercado ganadero que llegó a competir con el de Solares.
La línea se inauguró el 9 de junio de 1.902 y fue clausurada de forma definitiva el 22 de noviembre de 1.976, después de que en 1.973 se hubiese suprimido ya el tramo La Penilla-Ontaneda.

Persiguiendo el traqueteo de un tren olvidado llego a La Penilla, y desde allí, dejando a mi derecha las instalaciones de la Nestlé, y paseando junto al río Pisueña primero y a su afluente, el Suscuaja, después, llego de nuevo al punto de partida concluyendo un agradable paseo de trece kilómetros y medio que, sin desplegar imponentes paisajes, me ha permitido descubrir algunos de los pequeños secretos de mi terruño.      

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