domingo, 1 de diciembre de 2013

LA CANAL DE LA JENDUDA Y LOS PUERTOS DE ÁLIVA: los Picos nunca defraudan

Fuente Dé, 12 de octubre de 2.013

El verano pasado Javi e Isa disfrutaron de unos días de descanso en Potes. Querían hacer alguna excursión facilita y les propuse que subiesen al mirador de El Cable por la Canal de la Jenduda, una ruta que yo había recorrido ya hace unos cuantos años...

Recuerdo que estábamos pasando el fin de semana en Pido.
No amaneció un buen día pero no nos arrugamos y echamos a andar igualmente. Subimos hasta Fuente Dé y acometimos la ascensión a Picos de Europa. Una densa niebla nos asaltó cuando ya estábamos en la canal, encerrados entre dos impresionantes paredones de piedra caliza separados no más de diez metros. Nos sumergimos en el interior de una densa nube que nos impedía ver lo que teníamos delante nuestro y entonces empezamos a oír ruidos que no sabíamos de donde procedían y un montón de piedras comenzó a rodar delante nuestro. Inquietos nos pegamos a las paredes y ante nosotros se desplegó un habilidoso rebaño de cabras que sorprendidos vimos desfilar frente a nosotros.
Concluimos la ruta. Llegamos al mirador de El Cable y empezó a llover. La mayor parte de nosotros descendimos en el teleférico pero el vértigo obligó a Juanjo a bajar andando hasta Espinama; Mario y Nacho le acompañaron pero tuvieron la fortuna de encontrarse con el pastor del rebaño con el que nos habíamos cruzado que amablemente les acercó hasta Pido en su coche poniéndole punto y final a una jornada muy especial... 

Javi e Isa no se como lo hicieron, pero se perdieron y a punto estuvieron de completar, sin querer, la exigente ruta que conduce hasta la Vega de Liordes.
Tenían ganas de volver a intentarlo y a mi me apetecía rememorar tiempos pasados así que esta mañana nos hemos desplazado hasta el impresionante circo de Fuente Dé, labrado al pie del macizo central de los Picos de Europa, donde resurgen las aguas que circulan por el corazón de la piedra para dar origen al río Deva.

Dejamos en el coche en el aparcamiento dispuesto junto a las instalaciones del parador y del teleférico que permite superar cómodamente un desnivel de 753 metros para plantarse en el borde superior del circo, junto al mirador de El Cable (1.847 m) cuyo nombre procede del antiguo cable utilizado para bajar el mineral extraído de las minas que durante la segunda mitad del siglo XIX se explotaban en la zona de  Lloroza.


Ante nosotros tenemos la impresionante hendidura que la espada blandida por algún titán furioso dejó en la roca hace cientos de años. Ese es nuestro destino: no tiene perdida...
Entramos en la gran campa verde que se extiende a los pies del circo de Fuente Dé (1.094 m) y buscamos el camino que junto al bosquecillo situado a nuestra izquierda asciende hacia el murallón rocoso.
Ganamos altura y llegamos a un cruce de caminos en el cual hemos de tomar el sendero de la derecha si no queremos ir a la Vega de Liordes. Seguimos el sendero y subimos a derecho hacia la grieta que ya vislumbramos.
Entramos en la Canal de la Jenduda, una impresionante grieta abierta entre dos paredes verticales.


Una roca de dimensiones ciclópeas ('llambria') que evita posibles corrimientos de tierra nos impide el paso pero ayudándonos con una cuerda dispuesta junto al paredón de la derecha salvamos el obstáculo.
Nada nos impide ya remontar la canal y alcanzar después de un par de horas una pequeña vega llamada Sotosdollu (1.800 m) desde donde admiramos el poder de la naturaleza dejándonos cautivar por la fuerza del silencio.


Reponemos fuerzas y seguimos nuestro camino para toparnos con el desolado paisaje de Lloroza y deslizándonos hacia el este salimos a la pista que conduce hasta las instalaciones del teleférico. Comemos, tomamos un cafetín y nos asomamos al impresionante Mirador del Cable (1.847 m) para dejar que nuestra mirada sobrevuele la Cordillera Cantábrica y los Picos de Europa emborrachándose de aire libre.

Es hora de regresar: tenemos el tiempo justo para prescindir del teleférico y descender hasta Fuente Dé siguiendo la ruta de los Puertos de Áliva, un paseo de cuatro horas por una cómoda pista de gravilla.
Dejamos atrás El Cable y al llegar a la bifurcación de la Horcadina de Covarrones (1.930 m) tomamos el camino de la derecha para empezar a descender plácidamente por la vertiente oriental de Peña Olvidada (2.413 m).


Pronto se despliega ante nosotros la impresionante silueta de los Puertos de Áliva y a nuestros pies aparece el Chalet Real (1.727 m), una casa prefabricada situada al pie de Peña Vieja que fue propiedad de la Real Compañía Asturiana de Minas;  se trajo desde Inglaterra y se inauguró en septiembre de 1.912 para dar alojamiento al rey Alfonso XIII durante los tres días que duró una cacería llevada a cabo en el coto real cedido por los ayuntamientos de Liébana, Valdeón y Cabrales.


Pasamos frente a ella y sin abandonar la pista llegamos al Hotel-Refugio de Áliva (1.670 m), un lujoso refugio de montaña, gestionado actualmente por Cantur, que data de finales del siglo XIX o principios del XX, que se construyó para cobijar a los turistas de la época, pertenecientes a la nobleza, y en el que pernoctaron en alguna ocasión el rey Alfonso XIII y su padre Alfosnos XII durante las visitas realizadas a estos parajes antes de la construcción del Chalet Real. 


Continuamos nuestro paseo por la pista que baja hacia el este y dejamos a nuestra izquierda la ermita de la Virgen de la Salud cuya festividad se celebra el 2 de julio.
Seguimos la pista que se desvía hacia el sur y caminos junto a un juguetón riachuelo de aguas cristalinas afluente del Deva. Es el río Nevandi que, enredador, nos devuelve el reflejo de los últimos rayos del sol.


Poco después llegamos a las Portillas del Boquejón (1.350 m) desde donde la pista se lanza rápidamente hasta Espinama (877 m) pero a la derecha nos sorprende un sendero señalizado que no conocía y que conduce a Fuente Dé.


Desde Espinama aún tendríamos que recorrer tres o cuatro kilómetros por carretera para llegar al lugar donde dejamos el coche lo que justifica que abandonar la pista se convierta en una atractiva posibilidad pero un insospechado ataque de pánico hace que Isa no se atreva a desviarse por un sendero que, aunque presenta una pendiente considerable, resulta cómodo y seguro.
Javi y ella continúan por la pista hasta Espinama mientras yo me dirijo a Fuente Dé para recogerles después con el coche. La pendiente se suaviza muy pronto y una esponjosa alfombra tejida con las hojas caídas de los árboles se extiende frente a mí para conducirme hasta el aparcamiento del teleférico.

Cuando llego al coche cae la noche.
Me quito las botas, bebo agua arranco el coche y bajo a Espinama. Recojo a Javi e Isa y volvemos a casa. El paseo ha merecido la pena: ¡los Picos nunca defraudan!






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