miércoles, 7 de octubre de 2015

LA RUTA DE LOS CAÑASTERIOS (II) - OLITE: seguro estoy que no hay rey que tenga castillo ni palacio más hermoso

Olite, 6 de agosto de 2.015


Desayunamos y probamos las instalaciones del balneario. El desagradable olor a huevo podrido procedente de las aguas sulfurosas que nos sorprendió anoche al llegar al hotel ha desaparecido y disfrutamos del spa: piscina termal con jets subacuáticos, chorros de cuello de cisne, cascada de agua...


Poco después del mediodía nos ponemos en marcha, camino de Olite, uno de los pueblos medievales más bonitos de España. Situado en el corazón de la Comunidad Foral de Navarra, vivió su mayor explendor durante la Baja Edad Media, cuando fue elegido como una de las sedes favoritas de los reyes de Navarra.

Hace mucho calor así que optamos por tomar unas cervecitas y comer algo antes de visitar sus monumentos. Aparcamos extramuros y accedemos al casco antiguo de la villa por el Portal de Fenero. 


Con el estómago lleno nos dirigimos al Palacio Real de Olite: declarado Monumento Nacional en 1.925, ocupa un tercio del casco urbano medieval y está considerado uno de los conjuntos civiles góticos más interesantes de Europa. Fue uno de los castillos medievales más lujosos del continente y perteneció a la corte de los reyes navarros hasta que, tras la conquista de Navarra en 1.512, fue incorporado a la corona de Castilla.
Contemplando su imponente perfil y la elegancia de sus remozadas torres resulta fácil trasladarse al medievo e imaginar como era la vida cortesana en un palacio que contaba con una rica decoración, y exóticos járdines, y en cuyo interior se celebraban justas y torneos, juegos de pelota e incluso corridas de toros.

El conjunto histórico del Palacio Real de Olite se divide en tres partes: Palacio Viejo, ruinas de la Capilla de San Jorge y Palacio Nuevo.


1.-Patio Viejo
5.-Torre del Homenaje
7.-Cámara de la Reina o de los Ángeles
9.-Cámara del Rey o de los Lazos
11.-Galería del Rey o de los Naranjos
12.-Patio de la Pajarera
13.-Galería de la Reina
14.-Torre de la Atalaya o de la Joyosa Guarda
15.-Torre de los Cuatro Vientos
16.-Torre del Portal de Fenero
17.-Torre del Aljibe
19.-Torre de las Tres Coronas
20.-Pozo de Hielo
21.-Capilla de San Jorge
22.-Patio de la Morera

El palacio está emplazado sobre los restos de una antigua fortaleza romana reutilizada por los visigodos que durante los siglos XIII y XIV experimentó notables transformaciones. Del Palacio Viejo, convertido actualmente en Parador Nacional, se conservan tan sólo sus robustos muros exteriores y sus cuatro torres, y en su fachada destacan los ventanales góticos y la puerta principal renacentista.


A principios del siglo XV el rey Carlos III el Noble emprendió la ampliación del castillo y la construcción de un nuevo palacio de estilo gótico civil francés en el que él y su familia disfrutaron de la relajada vida de la corte olitense hasta principios del siglo XVI.
En 1.512, tras la conquista de Navarra por parte de la Corona de Castlla, comienza el deterioro del palacio que desde entonces se utilizó sólo como residencia esporádica de virreyes, gobernadores e hidalgos. 
En 1.813, durante la Guerra de la Independencia, un pavoroso incendio provocado por el general Espoz y Mina para evitar que los franceses, en retirada, se hiciesen fuertes en el castillo, trajo consigo la destrucción de toda su decoración interior y de gran parte de su estructura. Posteriormente, la apropiación indebida de la piedra de sus muros hubiera supuesto su completa desaparición de no haber sido por la intervención de la Diputación Foral de Navarra que en 1.914 adquirió el palacio y en 1.937 emprendió una costosa restauración que se prolongó a lo largo de treinta años con el fin de devolverle el aspecto y explendor primitivos convirtiéndolo en un vistoso decorado.



La entrada principal al Palacio Real en tiempos del rey Carlos III estaba situada en el Palacio Viejo. Hoy accedemos a él desde la Plaza de Carlos III el Noble y llegamos a un gran patio interior, conocido como Patio de los Naranjos y situado junto al imponente abside de la Iglesia de Santa María, desde el que pasaremos directamente al núcleo central del Palacio Nuevo, en cuyo piso noble visitaremos las desnudas cámaras reales, pero antes visitamos las excavaciones de la planta baja.
Una escalera de caracol dispuesta en el interior de la gran Torre del Homenaje nos conduce a la planta noble del palacio, donde se encuentran las habitaciones de los reyes.
Las dependencias de la reina Leonor de Trastámara -hija del rey Enrique II de Castilla-, comunican con un jardín colgante suspendido a veinte metros de altura sobre una bóveda de robustos arcos fajones y custodiado por un gracioso claustrillo totamente restaurado conocido como la Galería de la Reina.


Pasamos a la Cámara del Rey, un gran salón con amplios ventanales góticos abocinados y una enorme chimena que era utilizado  como lugar de recepción de invitados, y accedemos a la espectacular Galería del Rey.



Se trata de una imponente tracería de arcos góticos orientada al sur cuya sombra se dibuja sobre una confortable terraza desde la que podemos asomarnos al Patio de la Morera -monumento natural de más de doce metros de altura y quinientos años de edad- y al Patio de la Pajarera, cubierto en su día con una gran red que impedía que los pájaros que había dentro, cuyos nidos de yeso aún se pueden observar en las paredes, pudieran escapar.


Recorremos los paseos de ronda del castillo y nos colamos en las caprichosas torres coronadas de pizarra que conforman el singular skyline de la villa.

El Portal de Fenero, una sencilla puerta formada por un arco apuntado sin ningún tipo de decoración abierta en la robusta muralla, era el lugar por el que entraban a Olite los carros de heno.


Sobre ella se alza la discreta Torre del Portal de Fenero que custodiaba el acceso a la villa y al cuerpo oriental de la fortaleza, donde se alzan la caprichosa Torre de los Cuatro Vientos y la esbelta Torre de la Atalaya



La Torre de los Cuatro Vientos, de planta cuadrada, es conocida también como la Torre de las Tres Finestras por poseer tres grandes ventanales góticos abiertos cada uno a un punto cardinal que, convertidos en expléndidos miradores, permitían a los reyes y nobles contemplar las corridas de toros, justas y torneos que se celebraban en el exterior del palacio.
Adosada en una de sus esquinas se alza un simpático torreón de base cuadrada y de mayor altura.


Junto a ella se sitúa la Torre de la Atalaya, de planta cuadrangular, con una pequeña torre cilíndrica adosada a uno de sus lados, y sobre cuya terraza almenada se alza otra más pequeña circular en la que se situaba permanentemente un vigía. Subimos a lo alto de la torre, desde donde se controlaba la llegada de cualquier noticia del exterior y divisamos a lo lejos la silueta de la villa de Ujué que, situada a más de ochocientos metros de altitud y muy próxima a la frontera con el reino de Aragón, sirvió durante muchos años de avanzadilla militar del reino de Navarra. Volvemos la vista y contemplamos bajo nuestros pies la expléndida planta de la fortaleza medieval.


Subimos por la Torre del Portal de Fenero y recorremos el paseo de ronda situado sobre el lienzo norte de la muralla para toparnos con la Torre del Aljibe, cuya única fnalidad era ser utilizada como cisterna y cuyas piedras estaban unidas con plomo para evitar las filtraciones. El agua era conducida desde el río Cidacos hasta la base de la torre y mediante un torno se subía al aljibe. Posteriormente se distribuía por todo el palacio mediante una red de tuberías de plomo embutidas en las paredes del palacio y cuyas hendiduras se conservan en muchas de sus dependencias


Continuamos caminando por el paseo de ronda y en el extremo noroccidental del Palacio Nuevo descubrimos la torre más pintoresca del castillo, la Torre de las Tres Coronas, construida posiblemente como casa de juegos para los hijos del rey Carlos III.
Presenta planta octogonal y tres niveles cuyos cuerpos disminuyen de tamaño gradualmente. Desde ella se contemplan un singular edificio con forma de cáscara de huevo y ocho metros de profundidad en el que se guardaba el hielo y la nieve del invierno para, merced al carácter aislante de las capas de pajas entre las que se almacenaba, conservarlos hasta el verano.

Antes de abandonar las dependencias del Palacio Nuevo accedemos a la Torre del Homenaje, la cual, con sus casi cuarenta metros de altura, constituye el punto más alto del palacio.
Desde lo alto de la torre disfrutamos de unas excelentes vistas de la villa de Olite: por un lado contemplamos las torres de los Cuatros Vientos y de la Atalaya con la iglesia de San Pedro y su singular torre gótica de cincuenta y cuatro metros de altura al fondo, y por el otro descubrimos el Palacio Viejo, las ruinas de la Capilla de San Jorge -construida a instancias de la reina Doña Leonor a finales del siglo XIV para uso privado de los monarcas-, la torre y la cubierta de la iglesia gótica de Santa María la Real y la Plaza de Carlos III el Noble.



Salimos al exterior y visitamos la impresioanante iglesia gótica de Santa María la Real que, adosada al Palacio Real, fue utilizada por los monarcas navarros durante las grandes festividades y actos solemnes pues en ella, aunque el conjunto palaciego contaba con capilla propia, los reyes disponían de una tribuna particular cerrada con celosías a la que podían acceder desde sus dependencias.


Su fachada principal, situada en un rincón de la Plaza de los Teobaldos, junto al Palacio Viejo, conserva uno de los conjuntos más significativos de la escultura gótica navarra y su decoración se completa con una sencilla cornisa y un gran rosetón de tracería trilobular.


Una risueña Virgen sedente con el Niño bajo dosel preside el tímpano de la impresionante portada en el que se representan varias escenas relacionadas con la infancia de Cristo: la Anunciación, el Nacimiento, la matanza de los Inocentes, la huida a Egipto, la presentación en el templo y el bautismo de Jesús.


El dintel es una delicada pieza llena de vida: un paraíso vegetal que esconde a un hombre encaramado a una encina sacudiendo bellotas, a un cazador asediando a un venado, a dos jóvenes peleando a lomos de sendos leones, o a un centauro arrodillado ante un ser mitológico.
Las jambas, por su parte, están decoradas con varias escenas cargadas de simbolismo que incluyen tanto episodios del Antiguo y Nuevo Testamento y como otros propios de la vida cotidiana.

Los capiteles de las columnillas que sostienen las siete arquivoltas que envuelven el conjunto incorporan una escena en la que aparecen unos jugadores de dados peleándose, la reprobación de Dios a Adán y Eva y la imagen de dos frailes, uno de los cuales parece que podría representar a San Francisco de Asís de paso por Olite camino de Santiago.
Las molduras muestran una exuberante decoración vegetal formada por hojas de vid, roble, castaño, hiedra y cardo entre las que emergen dos figuras orantes dispuestas bajo sendos doseletes que probablemente representen a Juana I y a su esposo Felipe el Hermoso, vigentes reyes de Navarra cuando se construyó la portada.


Los conjuntos esculpidos en los arranques de la arquivoltas complementa el programa iconográfico del tímpano y en ellos podemos distinguir a Herodes con un diablillo susurrándole algo al oído, a los Reyes Magos y a varios pastores tocando distintos instrumentos musicales, mientras que en las claves de las dos arquivoltas interiores descubrimos a un ángel coronando a la Virgen y una simpática máscara que representa al hombre de la primavera: 'green man'.

A ambos lados de la puerta se despliega un apostolado completo y frente al conjunto la reina Blanca de Navarra dispuso en torno al año 1.432 un precioso atrio enmarcado por una graciosa arquería cuya entrada está presidida por el escudo real y flanqueada por las imágenes de su promotora y de la Virgen.



Accedemos al interior de la iglesia, de una sola nave elegante, sobría, de bellas y armónicas proporciones, con bóveda de crucería simple y rematada por un ábside pentagonal.

Su precioso retablo mayor fue colocado en 1.528. Es de estilo renacentista y obra de Pedro de Aponte. Está presidido por una hermosa talla gótica de la Virgen con el Niño del siglo XIV y consta de cinco cuerpos y seis calles que encierran veintocho tablas pintadas al óleo en las que se representa varios pasajes de la pasión (primer piso), escenas relacionadas con la vida de la Virgen (segundo piso), la infancia de Jesús (tercer piso) y su vida pública (cuarto piso) y a los cuatro evangelistas (quinto piso).

El guardapolvo contiene otras trece tablas: las laterales contienen la imagen de cuatro santas vírgenes (Santa Bárbara, Santa Margarita, Santa Quiteria y Santa Engracia) y de los Padres de la Iglesia (San Ambrosio, San Gregorio Magno, San Jerónimo y San Agustín) mientras que los cinco óleos superiores forman un Apostolado que envuelve el Calvario situado en el ático.


Regresamos al exterior y antes de concluir nuestra visita a esta hermosa villa medieval damos un paseo por sus calles y nos acercamos a la iglesia de San Pedro.
Su construcción se inició en el siglo XII. Es la iglesia más antigua de Olite y destaca la singular torre gótica sobre la que se alza una singular aguja octogonal del siglo XIV.


La celebración de un funeral impide que accedamos al interior del edificio pero nos detenemos frente a la fachada principal y admiramos su hermosa portada románica de medio punto abocinada con seis arquivoltas lisas dispuestas entre cenefas ricamente decoradas con ajedrezados y motivos vegetales que descansan sobre una serie de capiteles entre los que destacan las representaciones de las luchas de San Jorge con el dragón y de un centauro con una arpía.


El tímpano y el dintel son añadidos posteriores, de estilo gótico.
En el primero aparecen representados los apóstoles San Pedro, San Andrés y Santiago flanqueados por dos ángeles mientras que en el dintel se recogen varias escenas de la vida de San Pedro.


Cae la tarde y en Olite queda poco que hacer pero la perspectiva de volver al hotel para cenar el insípido buffet ofertado por su cocina no resulta nada atractiva. Nos sentamos en la plaza mayor y tomamos unas cañitas mientras los vecinos del pueblo ensayan algunos bailes populares. Después buscamos un supermercado y compramos algo de jamón, una barra de pan y un par de latas de cerveza....
Llegamos a Grávalos de noche e improvisamos un pic-nic en la terraza del hotel para disfrutar del Starlight de La Rioja: nos subimos al carro de la Osa Mayor y buscando a Solaris nos topamos con Arturo antes de regresar a la habitación y soñar con dragones...

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