Santander, 17 de enero de 2.017
"Aracos, de la gens de los Udinocos, hijo de Abulos, de Contrebia Belaisca, hizo esta tésera con Marco Tulio, de la familia Cornelia, ciudadano de Roma. Por siempre."
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José Luis Corral es profesor de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza. Además, colabora regularmente en varios medios de comunicación y es un prolífico autor de novela histórica: "El salón dorado" (1.996), "El Cid" (2.000), "El número de Dios" (2.004), "El trono maldito" (2.014)...
En 2.003 quiso dejar patente la heroica lucha contra la injusticia de un pueblo que, en combate desigual, afrontó una guerra abocada al fracaso que supuso un hito en la historia: "Numancia".
Entre principios del siglo II y mediados
del siglo I a.C., los celtíberos libraron tres largsa y cruentas guerras contra los romanos. Un puñado de pequeñas ciudades, encabezadas por la mítica
Numancia, fueron capaces de mantener en jaque durante más de un siglo a la
mayor y más poderosa maquinaria militar que hasta entonces había contemplado la
historia del mundo. Pueblos como los arévacos, los vacceos, los titos, los bellos o los lusitanos opusieron una heroica resistencia y ciudades como Numancia o Termancia llegaron a enviar embajadas a Roma para tratar con el Senado.
Los soldados romanos se manejaban bien en
campo abierto, pero no sabían cómo afrontar una guerra de emboscadas. Sus
oficiales estaban preparados para maniobrar en grandes batallas, donde la
estrategia de los movimientos de las tropas era decisiva, pero los celtíberos
conocían el terreno y eran más ágiles y ligeros, lo que les confería ventaja si
conseguían sorprenderles en alguna emboscada en terrenos angostos y escarpados.
Habían
ocupado sus tierras pero no aceptaban el dominio extranjero; anhelaban
una vida mejor y estaban dispuestos a morir luchando por conseguirla.
Antes de alcanzar la edad reglamentaria,
Escipión presentó su candidatura a uno de los dos cargos del consulado basando
su campaña en la recomposición del poder militar de Roma mediante la
designación de los mejores soldados y estrategas para dirigir el ejército y la
mezcla de mano dura y negociación para someter a los pueblos que se resistieran
–especialmente a los de Hispania y Grecia-, y en la promesa de conquistar
Cartago.
En el año 134 a.C., tras un cúmulo de humillaciones, Roma envío a Hispania a su mejor soldado, Publio Cornelio Escipión Emiliano -hijo adoptivo del primogénito de Publio Cornelio Escipión, el Africano-, apodado entonces Africano Menor por haber conquistado la ciudad de Cartago en
el año 146 a. C., quien preparó un asedio infernal ante
el que los numantinos habrían de sucumbir...
Levantó un extraordinario recinto defendido por sesenta mil hombres con la orden tajante de no permitir que nada ni nadie entrara o saliera de la colina donde todavía se alzaba la orgullosa Numancia. Sus habitantes trataron de sellar algún acuerdo pacífico pero no había nada que hacer. Durante décadas habían desafiado el poder de Roma, mancillando la fama de sus generales y de sus ejércitos; su honor y su prestigio solo podría recuperarse con la conquista de la ciudad, la rendición incondicional de los numantinos y su petición expresa de clemencia al pueblo y al Senado de Roma...
Levantó un extraordinario recinto defendido por sesenta mil hombres con la orden tajante de no permitir que nada ni nadie entrara o saliera de la colina donde todavía se alzaba la orgullosa Numancia. Sus habitantes trataron de sellar algún acuerdo pacífico pero no había nada que hacer. Durante décadas habían desafiado el poder de Roma, mancillando la fama de sus generales y de sus ejércitos; su honor y su prestigio solo podría recuperarse con la conquista de la ciudad, la rendición incondicional de los numantinos y su petición expresa de clemencia al pueblo y al Senado de Roma...
Durante nueve lunas, sin ningún
tipo de ayuda exterior, los numantinos resistieron el asedio como ninguna otra
ciudad lo hubiera hecho, pero finalmente claudicaron. En el año 132 a.C. Publio
Cornelio Escipión se presentó en Roma con los cincuenta esclavos que se había
reservado tras la toma de Numancia. Celebró su triunfo y se le concedió el
honor de ser llamado ‘el Numantino’.
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