miércoles, 26 de febrero de 2020

UNA RAZÓN BRILLANTE: la verdad nos da igual y lo único que importa es convencer

Santander, 5 de enero de 2.020


“Una razón brillante” es una película francesa dirigida por Yvan Attal estrenada en los cines en 2.017.



En la facultad de derecho más prestigiosa de París se encuentran Neila Salah (Camélia Jordana): una alumna del extrarradio, inmigrante de segunda o tercera generación, para quien los estudios constituyen la oportunidad de adquirir unas armas que le garanticen su independencia y le permitan salir del gueto en el que vive,  y Pierre Mazard (Daniel Auteuil): un cuestionado profesor, políticamente incorrecto, que está convencido de que sus métodos y su experiencia valen tanto como cualquiera de las teorías de moda y se resiste a plegarse a los nuevos tiempos.



-Juzgando su civismo y dado su sentido de la puntualidad y de la elegancia, debo constatar que ha decidido, en su primer día de enseñanza superior, rendirle un homenaje a la institución y a los profesores que la reciben. Llega usted tarde, señorita. ¿Tiene algo que decir?

A golpe de desencuentros, se establece entre ellos una relación, un tanto tortuosa al principio, que, con el paso del tiempo, les permitirá compartir un mundo fascinante en torno a un objetivo común: superar un importante concurso de oratoria interuniversitario para alumnos de primer curso que su facultad no gana desde hace cuatro años.

-La verdad nos da igual; lo único que nos interesa es tener razón. Para convencer a nuestros interlocutores hemos de manejar la oratoria, la retórica y el arte del buen decir, pero también la dialéctica y una serie de razonamientos rigurosos que nos permitan conseguir la adhesión de nuestra audiencia. En el concurso, el tiempo es escaso; debemos ser eficaces, rápidos y naturales.

  
Cuando se conocieron, no se cayeron bien, pero se adaptaron el uno al otro y juntos llegaron a la final.


-Tengo al profesor más extraordinario. Dios sabe que no empezamos con buen pie; me ha hecho sufrir como no se debe hacer sufrir a nadie, pero por nada del mundo hubiera querido tener otro mentor. Cuando uno habla bien, a veces olvida cómo hacerlo de forma simple: gracias, Pierre.

Descubrir que el señor Mazard se ha aprovechado de ella y la ha manipulado para salir indemne del consejo disciplinario al que debe hacer frente en breve le ha hecho daño, pero, ahora que lo sabe, no está dispuesta a seguirle el juego y convertirse en su enmienda honorable.



-El profesor Mazard es el ser más miserable que jamás se ha visto. Es un cínico, en el sentido más frío y deplorable del término. No cree en nada y, desde luego, no cree en sí mismo. Odia esta época. No respeta nada, ni a nadie, y aún menos a cualquier forma de institución. Es cierto que me dio su confianza y se armó de paciencia, pero es, ante todo, un envidioso que no duda en hacer apaños en los pasillos para servir a los de su círculo.
Poco importa que haya demostrado poseer una inteligencia y una generosidad que no podía imaginarme en el cuerpo de nadie. Poco importa que sea la encarnación de la devoción y de la pasión. Poco importa que desee que todos los estudiantes del mundo se encuentren con alguien como él. Y ni siquiera les hablo de que, con él, cualquier cosa se vuelve posible: que una chica de los suburbios con problemas para canalizar sus emociones llegase a la final del concurso de oratoria menos de un año después de conocerle…
Al final, lo que recordaremos de él, será la mediocridad y la vulgaridad de sus fanfarronadas en clase. Me habría gustado mucho decir que también tendré el recuerdo de un artista de la transmisión, de un cotilla, de un gruñón, de un hombre de paradojas, más que de prejuicios, que me ha dado muchos quebraderos de cabeza y las armas de paz más hermosas, sin juzgarme, gracias a las cuales estaré a prueba de balas sin dejar nunca de ser dulce. Pero solo tengo el recuerdo de alguien con palabras que han embrutecido su corazón y ahogado lo que le quedaba de humanidad.
¡Muerte a la bestia inmunda! Pongámoslo en la picota para que los estudiantes puedan bailar mejor sobre sus brasas, aún humeantes; pero, gracias a su aprendizaje conozco mi destino: sé que, un día, irá ligado a mi nombre el recuerdo de algo realmente formidable. Pierre Mazard me ha dado eso a mí, Neila Salah, con domicilio en el extrarradio, nacida el 13 de julio de 1.997, hija de inmigrantes. Sus pecados no son expiables. Habría que estar loco para perdonarle…



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