sábado, 17 de agosto de 2013

MONUMENTO A LA VACA PASIEGA: ella tuvo la culpa

Calseca, 13 de agosto de 2.013


Nuestro objetivo hoy era subir a Porracolina desde Calseca.
Sabíamos que la climatología no iba a ser nuestra mejor aliada pero después de haber madrugado y preparado los bocadillos no íbamos a quedarnos en casa así que montamos en el coche y nos dirigimos a San Roque de Riomiera.
Poco antes de llegar al pueblo tomamos un desvío a la izquierda pero la carretera nos confunde. Llegamos a un alto custodiado por un repetidor y el asfalto desaparece sin que hayamos encontrado el punto en el que nuestro viejo cuaderno de rutas sitúa el comienzo de la marcha.
Volvemos atrás pero las nubes comienzan a quedarse enganchadas en la montaña y por temor a perdernos optamos por dejar la subida a Porracolina para otro día.

Aparcamos el coche en una cuneta, junto a un cartel que señala un desvío hacia el Monumento a la Vaca Pasiega. Echamos a andar por un camino rural perfectamente asfaltado y dejándonos llevar por un incompresible optimismo prescindimos de los bocadillos convencidos, sin ningún tipo de fundamento, de que el monumento se encuentra a la vuelta de un recodo.




El paseo se prolonga durante una hora. Llegamos al Alto de los Machucos y entonces, entre la niebla, se perfila la desubicada y herida silueta del noble animal labrada en piedra.



"La vaca de raza pasiega es una variedad autóctona propia de nuestra región que reúne entres sus cualidades una gran nobleza y temperamento, un físico adaptado durante generaciones a la dureza de la montaña y su clima y, además, una indudable aptitud lechera.
Se trata de un animal de dócil temperamento, con pequeña alzada en la cruz (1,30 - 1,35 metros), color rojo encendido en su pelaje, de tamaño medio, con la cabeza pequeña, frente ancha, cuernos de dimensiones medias de color crema con las puntas negras, extremidades largas y finas, pezuñas duras y potentes y ubres de desarrollo regular con piel fina y untuosa al tacto. Son animales mansos, ágiles y de fácil cebo que pueden superar con facilidad los 250 kilos de peso y producciones diarias de leche rica en manteca de entre 8 y 10 litros.
Aunque se creyó desaparecida en los últimos años del siglo XX, tras constatarse la pervivencia de la raza al margen de cruces con elementos extranjeros, está siendo objeto de un programa de recuperación por parte del Gobierno de Cantabria"

Seguimos caminando sobre el desagradable y desaprovechado asfalto y pronto llegamos a un espectacular circo custodiado por varias cabañas y salpicado de prados y hoyos denominado Hoya del Bucebrón. Las nubes nos ofrecen un breve respiro y al fondo intuimos la silueta de Porracolina. Por un momento barajamos la posibilidad de intentar el ascenso pero lo desechamos y creo que acertamos.
Uno de los tres coches con los que nos cruzamos en todo el día pasa entonces a nuestro lado y se lanza al vacío en un prolongado descenso que habrá de conducirle hasta Bustablado. Desde lo alto vemos como se desliza entre curvas infinitas sobre pendientes imposibles; nos miramos y dudamos pero finalmente apostamos por seguirlo. Ya no hay vuelta atrás y empleamos un par de horas en llegar al pueblo.





Se trata de un pequeño pueblo perteneciente al municipio de Arredondo en el que aprovechamos para llenar nuestras cantimploras. En la plaza, junto a la iglesia, nos concedemos un breve descanso y antes de quedarnos fríos volvemos sobre nuestros pasos.
Desandar el camino andado resulta duro pero las nubes se han retirado y nos brindan la posibilidad de disfrutar de unos paisajes espectaculares que en el Alto de los Machucos se extienden ahora hasta Peña Candina y el monte Buciero.






Después de más de seis horas llegamos al coche y cerca nos cruzamos con un lugareño al que interrogamos a cerca de como acometer el ascenso a Porracolina. Nos da las indicaciones pertinentes -lo cierto es que debemos de tomar un sendero muy próximo al paso canadiense junto al que habíamos aparcado el coche-, pero nos insiste en que hoy es tarde ya para subir (recomendación innecesaria si tenemos en cuenta que a estas alturas son ya más de las cinco de la tarde) y que debemos buscar un día despejado si no queremos perdernos, haciendo hincapié en que hace sólo unos días tuvieron que subir a buscar a un excursionista natural de Vitoria que se extravío en la montaña desorientado por culpa de la niebla.
Las advertencias del paisano disipan el pequeño malestar que nos quedaba después de haber pospuesto para otro día la subida a Porracolina. Conducimos hasta San Roque. Nos descalzamos y comemos nuestro bocadillo. Sabemos que volveremos y lo bueno es que ahora ya conocemos el terreno... 

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