domingo, 9 de febrero de 2014

ISABEL (II): hay responsabilidades que hay que asumir

Mogro, 30 de mayo de 2.013


La guerra está servida...
Durará lo que quieran los señores: el pueblo sólo puede esconderse y aguantar.
Las tropas de Enrique han perdido Ávila, Plasencia, Cáceres, Osma, Sevilla y toda la Andalucía cristiana. Aún cuentan con el apoyo de Buitrago, Cuellar, Ledesma... pero no es suficiente. Las arcas menguan cada día y la guerra está acabando con las cosechas, la lana y los hombres. Un rey deja de serlo cuando no tiene nada que ofrecer.
Enrique pretende que el Papa Paulo II obligue a los traidores a deponer las armas, despoje a Carrillo del arzobispado de Toledo y les excomulgue a todos. Monseñor Fonseca (Arturo Querejeta), arzobispo de Sevilla, viaja a Roma para trasladarle al Santo Padre la petición de su rey pero éste prefiere no ensuciarse las manos y opta por mantenerse neutral.

El bien de Castilla está por encima de todos y Enrique pactaría con el mismo diablo con tal de conseguir la paz. Sabe que Pacheco es el gozne que hace girar a sus rivales y Pedro Girón (César Vea), su hermano, el martillo con el que golpea sus tropas. Siempre se mueve por su por su propio beneficio y con él siempre hay un precio.
Le promete expulsar a Beltrán de la corte y reconocer a Alfonso como su legítimo heredero y le ofrece la oportunidad de emparentar con la familia real casando a su hermano con la infanta Isabel.
El marqués de Villena no duda en aceptar el trato. La pedida oficial se debería haber realizado en Ocaña y esa boda hubiese puesto fin a la guerra pero don Pedro Girón -señor de Belmonte, señor de Ureña y maestre de la Orden de Calatrava-, murió antes de llevarla a cabo.
Juan Pacheco y sus tropas vuelven a estar del lado de la Liga de Nobles. La guerra sigue su curso...


Año 1.467, ambos bandos se enfrentan en Olmedo: la batalla resulta crucial para el devenir de la guerra. Las tropas del rey Enrique son superiores pero éste, harto de tanta muerte, abandona el campo de batalla y se retira a Medina del Campo mientras el joven Alfonso proclama la victoria y marcha con su ejército hacia Segovia.
La ciudad es asediada. La reina Juana y su hija, protegidas por los hombres de Cabrera, se atrincheran en el Alcázar mientras Isabel permanece en su casa, a donde Alfonso acude a buscarla. Tienen muchas cosas de las que hablar: Pacheco no les gusta a ninguno de los dos pero gracias a él vuelven a estar juntos.


Los consejeros de Enrique pretenden que sus tropas reconquisten Segovia pero él no está dispuesto a poner en peligro las vidas de su mujer y su hija y prefiere negociar. Antonio de Véneris (Fernando Sansegundo), nuncio papal y embajador de Castilla en Roma, ejerce de mediador y acepta la petición de que doña Juana de Avis y su hija sean separadas la una de la otra y mantenidas en custodia para garantizar el cumplimiento de la tregua solicitada por Enrique: la reina se aloja en el palacio de Alaejos de monseñor Fonseca mientras la infanta doña Juana es trasladada junto a los Mendoza.

En Toledo los nobles han asesinado a conversos judíos mientras rezaban en las iglesias y se han apoderado de sus bienes sin permios del rey. Ellos fueron quienes tomaron la ciudad para Alfonos y ahora éste les castiga y encarcela; si no rectifica perderá la ciudad y tras ella quien sabe si la guerra...


Puede que en esta ocasión ser justo no sea la decisión correcta pero Alfonso ha dejado de ser un pelele: se niega a firmar el decreto que devolvería el poder a los nobles de Toledo. Pacheco pretende desobedecerle, contravenir sus órdenes y actuar a sus espaldas.
El joven Alfonso se ha convertido en un hombre y también en un obstáculo...


No hay comentarios:

Publicar un comentario