Milán, 4-6 de abril de 2.014
Desde que Otton Visconti derrotó a sus rivales en 1.277 la ciudad/estado de Milán fue gobernada por la familia Visconti primero y por la familia Sforza después, tras un breve periodo republicano, hasta que en el siglo XV fue conquistada por Francisco I de Francia y en 1.525, tras la derrota francesa en la batalla de Pavia frente a las tropas del rey Carlos I, pasó a ser posesión española, cuyo dominio se extendería hasta 1.713 cuando, en virtud del Tratado de Utrecht, fue cedida a Austria.
Tras la Revolución Francesa, Milán fue ocupada por Napoléon convirtiéndose en uno de los principales núcleos del nacionalismo italiano que habría de propiciar la unificación italiana.
El sábado madrugamos: saboreamos un buen cappuccino y regresamos a la Piazza del Duomo para contemplar la exuberante belleza de la catedral.
El origen de la plaza se remonta a la primera mitad del siglo XIV, cuando Azzone Visconti, señor de la ciudad y fundador del estado de Milán, ordenó la demolición de las tabernas que rodeaban a las dos iglesias del centro de la ciudad para disponer un mercado. Posteriormente, cuando se construyó el Duomo, aumentó de tamaño para equilibrar la majestuosidad del éste pero su aspecto actual se debe principalmente al arquitecto Giuseppe Mengoni, que durante la segunda mitad del siglo XIX, tras la Segunda Guerra de la Independencia de Italia, propuso la ampliación de la plaza y la modificación del diseño de varios de los edificios que la rodeaban para crear una nueva avenida en honor al rey Vittorio Emanuelle II.
La plaza es cuadrada y está presidida por la figura ecuestre del rey erigida en 1.896 para culminar la remodelación iniciada en 1.860.
El monarca contempla la fachada principal de la catedral. A sus lados se alzan sendos palacios porticados: los Palazzi dei Portici, y tras él se alza el Palazzo Carminati.
En 1.875, una vez concluidos los dos palacios porticados, problemas financieros hicieron peligrar la construcción de los dos arcos de triunfo propuestos por Mengoni hasta el punto de que fue el propio arquitecto quien tuvo que financiar la construcción del Arco del Triunfo que sirve de acceso a la Galleria Vittorio Emanuele II.
En 1.877, tras su muerte, la construcción del arco de triunfo situado al sur fue suspendida y en su lugar la Italia fascista de la primera mitad del siglo XX levantó el Arengario desde el que los gobernantes de la ciudad dirigían sus discursos a la población.
Tras la Revolución Francesa, Milán fue ocupada por Napoléon convirtiéndose en uno de los principales núcleos del nacionalismo italiano que habría de propiciar la unificación italiana.
El origen de la plaza se remonta a la primera mitad del siglo XIV, cuando Azzone Visconti, señor de la ciudad y fundador del estado de Milán, ordenó la demolición de las tabernas que rodeaban a las dos iglesias del centro de la ciudad para disponer un mercado. Posteriormente, cuando se construyó el Duomo, aumentó de tamaño para equilibrar la majestuosidad del éste pero su aspecto actual se debe principalmente al arquitecto Giuseppe Mengoni, que durante la segunda mitad del siglo XIX, tras la Segunda Guerra de la Independencia de Italia, propuso la ampliación de la plaza y la modificación del diseño de varios de los edificios que la rodeaban para crear una nueva avenida en honor al rey Vittorio Emanuelle II.
La segunda catedral más grande del universo católico, cuyas dimensiones son sólo superadas por la de Sevilla, se convierte en el principal foco de atención de la plaza, haciendo gala de su exuberancia y majestuosidad.
El Duomo es una iglesia de estilo gótico tardío dedicada a Santa María Nacente cuya construcción se inició en 1.386 sobre los restos de la Basílica di Santa Maria Maggiori y la Basílica di Santa Tecla y se prolongó hasta bien entrado el siglo pasado aunque aún quedan algunas figuras sin esculpir.
La ambición del primer Duque de Milán, Gian Galeazzo Visconti, propició la creación de la 'Venerable Fábrica del Duomo', una isntitución que se hizo responsable de todas las operaciones necesarias para la construcción de la catedral, permitió que las obras no se interrumpiesen en los siglos posteriores y sigue operando en la actualidad garantizando el perpetuo mantenimiento del Duomo.
Hasta ciento treinta y cinco agujas adornan sus blancas fachadas de mármol decoradas con infinidad de esculturas.
Accedemos al interior del templo por una de las cinco puertas que se abren a la plaza.
La ambición del primer Duque de Milán, Gian Galeazzo Visconti, propició la creación de la 'Venerable Fábrica del Duomo', una isntitución que se hizo responsable de todas las operaciones necesarias para la construcción de la catedral, permitió que las obras no se interrumpiesen en los siglos posteriores y sigue operando en la actualidad garantizando el perpetuo mantenimiento del Duomo.
Hasta ciento treinta y cinco agujas adornan sus blancas fachadas de mármol decoradas con infinidad de esculturas.
Nos dejamos atrapar por la mágica luz que atraviesa sus vidrieras y nos dirigimos hacia el ábside donde, desde la cinta que nos impide el paso, admiramos la impresionante belleza de sus ventanales, coronados por hermosos rosetones.
Regresamos a la calle y subimos las escaleras que nos conducen a las terrazas de la catedral, brindándonos la oportunidad de acariciar su piedra, caminar bajo sus arbotantes y perdernos en un bosque de pináculos y chapiteles.
Alcanzamos la cubierta de la nave central y nos tendemos sobre el techo de la casa de Dios dejando que los rayos del sol nos acaricien mientras admiramos la graciosa escultura dorada de estilo renacentista que remata la esbelta aguja que corona la cúpula que cubre el crucero del templo: la Madonnina.
A nuestros pies se extiende la ciudad de Milán...
Si nos asomamos al sur vemos el Palazzo Reale, sede del gobierno de la ciudad durante muchos años y hoy en día importante centro cultural, cuyo aspecto actual responde al diseño llevado a cabo durante la segunda mitad del siglo XVIII por Giuseppe Permarini que introdujo una nueva plaza de menores dimensiones junto a la Piazza del Duomo, la Piazzetta Reale, por la que serpentean largas colas de personas dispuestas a visitar las exposiciones temporales dedicadas a Vasili Kandinski y Gustav Klimt.
Al otro lado de la catedral, asomándonos al norte, contemplamos las bóvedas de cristal de la Galleria Vittorio Emanuelle II y la inmensa cúpula de cristal que cubre su plaza octogonal.
Regresamos a la tierra y continuamos nuestra visita...
Alcanzamos la cubierta de la nave central y nos tendemos sobre el techo de la casa de Dios dejando que los rayos del sol nos acaricien mientras admiramos la graciosa escultura dorada de estilo renacentista que remata la esbelta aguja que corona la cúpula que cubre el crucero del templo: la Madonnina.
A nuestros pies se extiende la ciudad de Milán...
Si nos asomamos al sur vemos el Palazzo Reale, sede del gobierno de la ciudad durante muchos años y hoy en día importante centro cultural, cuyo aspecto actual responde al diseño llevado a cabo durante la segunda mitad del siglo XVIII por Giuseppe Permarini que introdujo una nueva plaza de menores dimensiones junto a la Piazza del Duomo, la Piazzetta Reale, por la que serpentean largas colas de personas dispuestas a visitar las exposiciones temporales dedicadas a Vasili Kandinski y Gustav Klimt.
Al otro lado de la catedral, asomándonos al norte, contemplamos las bóvedas de cristal de la Galleria Vittorio Emanuelle II y la inmensa cúpula de cristal que cubre su plaza octogonal.
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