miércoles, 9 de julio de 2014

ISABEL (XIV): complace más la gloria cuando se ha sufrido mucho para alcanzarla

Mogro, 8 de junio de 2.014

Derrotados los partidarios de la Beltraneja y asegurada la estabilidad de la corona castellana Isabel y Fernando se trasladan al sur de la península dispuestos a completar la reconquista y expulsar al infiel.

Isabel de Solís (Nani Jiménez) era una joven noble sevillana. Fue capturada por las huestes de Muley Hacén (Roberto Enríquez), emir de Granada, para convertirla en esclava pero se convirtió en poco tiempo en su mayor apoyo y en la estrella que habría de guiar sus pasos: ella fue su Zoraida...




Él le convirtió en su esposa; ella abrazó su fe y juró que sus hijos respetarían los preceptos del Corán y serían educados según las enseñanzas del Profeta. El moro nombró sucesor suyo al hijo que ella esperaba e hizo venir desde Málaga a su hermano, el Zagal (Javier Mora) para que, si algo le sucediese, cuidase y educase a su sucesor y reinase en su lugar hasta que éste alcanzase la edad adecuada para hacerlo por si mismo.

Muley Hacén había provocado a los cristianos negándose a pagar sus tributos a Castilla y ahora pretendía entregar su trono al hijo de una infiel.



Su primera esposa, Aixa (Alicia Borrachero), madre de Boabdil (Álex Martínez) ya no gozaba de su favor y, humillada, le acusó de ofender a su pueblo, al profeta Mahoma y a su dios Alá.
El destino de Boabdil se hallaba escrito en las estrellas. En 1.482, coaccionado por su madre, recurrió al clan de los Abencerrajes para traicionar a su padre y liberar Granada de los escorpiones que la tiranizaban.

El nuevo emir ofreció la paz a Isabel y Fernando. Nuestros reyes sabían que una tregua les permitiría rearmarse pero ese era también el objetivo del moro: traer tropas de África y terminar con la división de los propios nazaríes reagrupando a todos sus contendientes bajo su mando. Concluyeron que sería más productivo alimentar la discordia y empujarles a una guerra fratricida que terminará con la destrucción de sus reinos.




En 1.485, tras la muerte Muley Hacén, su hermano acudió a Málaga para defender la ciudad del asedio castellano, momento que aprovechó Boabdil para tomar la Alhambra y aunar voluntades mientras las huestes de su tío y los ejércitos cristianos se desgastaban en Levante. Pretendía tener a su lado a todo el ejército del Islam, presto para defender su reino cuando Isabel y Fernando exigiesen la entrega de Granada.




Cientos de infieles procedentes de las plazas conquistadas se habían refugiado en Granada con ansías de revancha: no aceptarían vivir bajo las leyes de Castilla y no iban a entregar la ciudad sin luchar. 

En enero de 1.491 las tropas castellanas comenzaron un asedio que estaban dispuestas a prolongar hasta que los infieles no tuvieran nada que llevarse a la boca y Boabdil se arrastrase hasta Isabel suplicando clemencia. Sacrificarían todos sus animales y arrasarían todas sus cosechas sin descanso, hasta que el hambre se apoderase de sus calles y de sus estómagos; talarían sus vides, envenenarían sus pozos y salarían sus campos hasta que sus gargantas se secasen y no pudieran emitir lamentos ni llantos.
La flota aragonesa impidió que las naves turcas desembarcasen en la península y, mientras sus enemigos agonizaban, las tropas de Castilla permanecieron firmes y erigieron un nuevo campamento en la vega de Granada que habría de convertirse en una nueva ciudad a la que llamaron Santa Fe y que sería recordada durante siglos por su determinación en la lucha contra los infieles.



En 1.492 Boabdil pactó la entrega de Granada a los cristianos: la guerra estaba perdida pero Aisha pretendía prolongar la lucha mientras uno sólo de los suyos siguiese con vida. Pretendía hacer arder la Alhambra y la ciudad entera con los cristianos dentro y su propio hijo hubo de encerrarla en su alcoba antes de enviar una misiva a los reyes de Castilla.


Yo, Boabdil, emir de Granada, en mi nombre, en el nombre de los nobles y en el de todo el común de la ciudad, hago entrega a sus Altezas, o a la persona que mandaren, con amor, paz y buena voluntad verdadera, de la fortaleza de la Alhambra y de la ciudad de Granada, su albaicín y sus arrabales, para que las ocupen en su nombre, con su gente y a su voluntad, y que siendo entregadas las fortalezas, bajo su amparo, dejaren a sus gentes en sus casas, haciendas y heredades para siempre jamás, respetaren sus mezquitas y no les perturbaren en sus costumbres, ni en sus leyes, ni en sus escuelas donde enseñan a sus niños, ni en su religión.

El 2 de enero de 1.492 Boabdil entregó las llaves de su ciudad a los reyes de Castilla. Granada era ya cristiana...


Largos años de guerra habían sido necesarios para que su reino pudiese celebrar su victoria sobre el infiel. No hubiera sido posible sin la determinación y la fe de todos los castellanos y sin el sacrificio de aquellos que entregaron sus vidas por Dios y por Castilla. Complace más la gloria cuando se ha sufrido mucho para alcanzarla.

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