miércoles, 1 de julio de 2015

GRANADA: ¡yo no estoy ciego! (V)

Granada, 20-25 de abril de 2.015

Los días son largos en Granada y nosotros queremos aprovecharlos al máximo. Estamos junto a la Gran Vía de Colón; nos acercamos a la Plaza de Isabel la Católica, situada en la confluencia con la Calle Reyes Católicos, y nos detenemos un momento frente al monumento dedicado a las Capitulaciones de Santa Fe.


En 1.892, con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América, se encargó al escultor valenciano Mariano Benlliure la elaboración de un monumento conmemorativo en el que se representara a la reina Isabel la Católica entregando a Cristóbal Colón las capitulaciones en las que se le otorgaban los títulos de almirante, virrey y gobernador general de todos los territorios que descubriera en sus expediciones así como la décima parte de todos los beneficios que obtuviera.
Sobre un recio pedestal de piedra en el que se recogen los nombres de los principales promotores del viaje, aparece la Reina tocada con su corona y sentada en el trono mientras el Almirante, un par de peldaños más abajo, se inclina ante ella para recoger el documento.

Nos apetece pasear...
Echamos a andar por la Calle Reyes Católicos y llegamos a la Plaza Nueva. Tiene forma más o menos rectangular y está situada sobre el río Darro -que la atraviesa por debajo de sus baldosas en sentido longitudinal-, y a los pies del extremo oriental de la colina de la Sabika, bajo la Torre de la Vela.


Destaca la fachada principal del palacio de la Real Chancillería de Granada, órgano judicial establecido por Isabel la Católica en 1.505 con competencias sobre todos los territorios situados al sur del río Tajo, sede en la actualidad del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Ceuta y Melilla y de la Fiscalía Superior de la Comunidad Autónoma de Andalucía. 

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Se trata de un edificio singular de estilo manierista construido por orden de Carlos I durante la segunda mitad del siglo XVI.
La fachada principal, dividida en dos cuerpos, es obra del arquitecto Francisco del Castillo 'el Mozo'. En la parte inferior tres puertas adinteladas permiten el acceso al edificio. La superior consta de seis balcones con columnas corintias que flanquean uno central, de mayor tamaño y sobre el que descansa un frontón con el escudo de España custodiado por alegorías de la Justicia y la Fortaleza.
Una leve cornisa separa ambos pisos y sobre el conjunto se dispone una sobria balaustrada de piedra rematada con altos pináculos decorativos.

En el extremo oriental de la plaza se alza la Iglesia de Santa Ana, de estilo mudejar y situada a la orilla de río Darro, junto al punto en el que éste se esconde bajo el suelo.
Se erigió en 1.537 sobre el solar ocupado por la desaparecida mezquita aljama Almanzora conforme a un proyecto diseñado por Diego de Siloé.
La torre se construyó posteriormente, en torno a 1.562, y al igual que el resto del edificio es de ladrillo. Es muy esbelta y consta de cuatro tramos con huecos centrados en su cara principal organizados de menor a mayor.
Llama poderosamente la atención su portada principal, de estilo renacentista, trazada por Sebastián de Alcántara -discípulo de Diego de Siloé-, en 1.542. Está formada por un alto arco de medio punto flanqueado por columnas estriadas que soportan una cornisa sobre la que se sitúan tres hornacinas con imágenes y por encima de ellas un medallón con la Virgen y el Niño. En las enjutas del arco, bajo la cornisa, aparecen los escudos del arzobispo de Sevilla Fernando Niño de Guevara, Inquisidor General y presidente de la Real Chancillería.

Continuamos nuestro paseo por la Carrera del Darro, una pintoresca calle, estrecha y empedrada, que discurre junto al río, a los pies de la alcazaba; un singular embudo que habrá de conducirnos a las retorcidas y encaladas calles del Albaicín y Sacromonte. Caminamos con el petril del río a un lado y las fachadas de palacios renacentistas y barrocos al otro. A nuestra derecha varios puentes de piedra saltan por encima de las cantarinas aguas mientras por la izquierda nos golpean las estrechas calles morunas que se precipitan desde el Albaicín.


A mano izquierda nos encontramos El Bañuelo, un edificio declarado Bien de Interés Cultural que contiene unos baños árabes de época zirí (siglo XI).


El edificio tiene planta rectangular y cuenta con tres estancias cubiertas iluminadas merced a pequeñas claraboyas octogonales y estrelladas que dejan pasar la luz exterior de una forma casi mágica, permitiendo además regular la temperatura y la ventilación de las instalaciones.


Accedemos al interior a traves de un pequeño patio con alberca y después de atravesar un pequeño vestíbulo llegamos a la sala de refresco, en cuyos extremos se disponen unas pequeñas alcobas abiertas con arcos de herradura geminados.
La sala central es la más grande de El Bañuelo y en ella se disponen tres galerías con arquerías formadas por arcos de herradura que descansan sobre delicados pilares con capiteles romanos, visigodos y califales procedentes de otros edificios.


En la última estancia, la sala caliente, podemos distinguir en los laterales dos baños individuales y en la zona central el espacio destinado a albergar la caldera del complejo.

Continuamos nuestro paseo y más adelante la Casa de los Chirimías marca el final de la Carrera del Darro y el inicio del Paseo del Padre Majón, denominado Paseo de los Tristes debido a que por aquí pasaban antiguamente los cortejos fúnebres camino del cementerio que había junto a la Alhambra.


Es de planta cuadrada y fue construida en 1.609. Los músicos actuaban en sus miradores y desde ellos las autoridades presenciaban los festejos organizados en la acojedora plaza en la que nosotros nos sentamos ahora a descansar, junto al río, saboreando una sombra bajo la imponente fachada de los palacios nazaríes.



Comenzamos a subir la Cuesta del Chapiz, pero nos detenemos para ver el Palacio de los Córdova, propiedad del Ayuntamiento de Granada y sede del Archivo Municipal. Se trata de un edificio de estilo mudejar construido en el siglo XVI en la céntrica Plaza de las Descalzas con una importante portada manierista que se extiende a lo largo de toda la altura del edificio. A principios del siglo XX, debido a las transformaciones urbanísticas que entonces experimentó la ciudad, el edificio fue derribado, pero gran parte de sus materiales fueron retirados y conservados lo que permitió que entre 1.960 y 1.967 el edificio fuese reconstruido en su ubicación actual.


Sus geométricos jardines tienen un encanto especial: nos detenemos a escuhar el sonido del silencio, interrumpido solo por las saltarinas aguas de sus fuentes, dejándonos acariciar por la cálida luz primaveral tamizada por las pobladas pérgolas que salpican sus patios. 




Regresamos a la calle y seguimos subiendo la cuesta. Cuando estamos llegando arriba nos asomamos al Camino del Sacromonte pero no llegamos a perdernos por el tradicional arrabal de los gitanos granadinos y volvemos sobre nuestros pasos sin llegar a visitar ninguna de sus típicas cuevas encaladas y convertidas en mesones y tablaos frecuentados por los turistas. 


Coronamos el Chapiz y nos dirigimos al Mirador de San Nicolás: corazón del Albaicín, desde el que se contempla una extraordinaria panorámica de la Alhambra.


Los turistas se agolpan frente al antepecho de la plaza pero nosotros preferimos acantonarnos en la terraza de "El balcón de San Nicolás" y degustar una cerveza bien fresquita.

Dicen que no hay pena más grande que ser ciego en Granada. Yo he tenido la suerte de verla en la mejor compañía posible, saboreando junto a ella las mejores vistas de la Alhambra.


¡Que silenciosos dormís,
torreones de la Alhambra!
Dormís soñando en la muerte,
y la muerte está lejana.
Sale el sol, y vuestros muros
tiñe con tintas doradas;
sale la luna y os besa
con su rayo de luz blanca.
Y vosotros dormís siempre,
y la muerte está lejana.
La noche serena os cubre
con su túnica estrellada,
y la noche tenebrosa
os prende en sus negras alas.
Y vosotros dormís siempre,
y la muerte está lejana.
Puras gotas de rocío
vuestras almenas esmaltan;
la lluvia cruel azota
vuestras macizas murallas.
Y vosotros dormís siempre,
y la muerte está lejana.
La brisa amorosa os trae
dulces caricias del alba;
sopla el vendaval airado
y a las viejas puertas llama.
Y vosotros dormís siempre,
y la muerte está lejana.
Un sueño de largos siglos
por vuestros muros resbala...;
cuando llegue a los cimientos
vuestra muerte está cercana.
¡Quien fuera como vosotros
y largos siglos soñara,
y desde el sueño cayera
en las sombras de Granada!
Ángel Ganivet


Empapamos la tarde en cerveza y dejamos que el tiempo se nos vaya de las manos. Cae el sol cuando regresamos a la calle...


El Albaicín es un barrio situado al este de Granada y declarado en 1.994 Patrimonio de la Humanidad como ampliación del conjunto formado por la Alhambra y el Generalife que se extiende desde el mirador de San Nicolás hasta el río Darro y la calle Elvira.

Aquí se estableció durante el siglo XI la primera corte musulmana -la zirí-, aunque sus estrechas y retorcidas calles conservan el trazado del periodo nazarí y en ellas aún se pueden ver varios aljibes que permitían la canalización y distribución del agua potable.

Tras la reconquista de la ciudad los musulmanes se aglomeraron en el Albaicín pero las constantes sublevaciones obligaron a los monarcas a expulasarles de su reino y las mezquitas fueron demolidas para levantar sobres sus cimientos las numerosas iglesias que hoy lo pueblan.
Los moriscos abandonaron sus casas y los cristianos ricos de la ciudad baja aprovecharon para edificar aquí sus suntuoso 'carmenes': viviendas exentas con un pequeño huerto o jardín y rodeadas por un alto muro que las separa de la calle


Recorremos sus calles y llegamos hasta un pequeño mirador situado junto a la Placeta de San Miguel Bajo y sentimos como la ciudad se desparrame a nuestros pies.


El sol se esconde. Triunfa la luna. Cae la noche y descendemos por el Carril de la Lona diciéndole adiós a las encaladas calles del Albaicín.


La Cuesta de Alhacaba nos conduce hasta la Puerta de Elvira, construida durante el siglo XI por los sultanes ziríes y modificada posteriormente durante el reinado de Yusuf I, de la dinastía nazarí.
Cruzamos bajo su arco y regresamos al siglo XXI: es hora de dormir...

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