lunes, 14 de junio de 2021

EL AMOR PERJUDICA SERIAMENTE LA SALUD: menos mal que el tiempo lo cura casi todo

 Santander, 8 de junio de 2.021

“El amor perjudica seriamente la salud” es una comedia romántica escrita y dirigida por Manuel Gómez Pereira en 1.996 con un reparto fabuloso encabezado por Ana Belén, Juanjo Puigcorbé, Penélope Cruz y Gabino Diego, que constituye una feliz alegoría de la transición, desde la visita de los Beattles a nuestro país, en 1.965, hasta los años noventa, pasando por el nacimiento del príncipe Fe-lipe, la llegada del hombre a la Luna, la muerte del generalísimo o el asesinato de Lennon…


Cine español con aroma a alta comedia americana.


Santi y Diana (Gabino Diego y Penélope Cruz) se conocieron en blanco y negro. Él era uno de los botones del hotel en el que se alojaron los Beattles durante su visita a Madrid. Ella, una grupi, pija y caprichosa, que estaba dispuesta a lo que fuera con tal de conseguir un recuerdo de John Lennon.



Él, de cerca, tenía los ojos bonitos; ella siempre tuvo las manos frías…

 

Tres años después, cuando volvieron a verse, el color había inundado las pantallas de cine. Se amaron apasionadamente, pero lo de quererse era otra cosa: ¡qué gran responsabilidad!




No hizo falta que él desertara del ejército, pues, a ella, le resultó mucho más práctico comprometerse con un rico doctor.

 

El NO-DO fue testigo del encuentro de la recién casada con un simpático miembro de las Fuerzas Armadas.


 

Santi, que estaba a punto de casarse con una mujer de la que, sin duda, estaría enamorado si no fuera porque estaba enamorado de Diana, habría hecho cualquier cosa con tal de tenerla a su lado para siempre, pero, en esta vida, lo que uno quiere no siempre es lo que más le conviene, y eso ella lo sabía muy bien…

 

Yo soy aquel que cada noche te persigue.

Yo soy aquel que, por quererte, ya no vive.

El que te espera…

El que te sueña…

El que quisiera ser dueño de tu amor.

Yo soy aquel que, por tenerte, da la vida.

Yo soy aquel que, estando lejos, no te olvida.

El que reza cada noche por tu amor.

Estoy aquí para quererte…

Estoy aquí para adorarte…

Estoy aquí para decirte que,

como yo, nadie te amó.

 

(“Yo soy aquel”, Raphael)



Para acostarse con un hombre, Diana tiene a su marido; con Santi es diferente: todo es más romántico, nada está calculado y las cosas pasan porque sin que puedan evitarlas. ¡Con eso le basta!

 

Durante años, ella compartió portadas con la familia real, sobre todo cuando anunció su ruptura con su marido y el Tribunal de la Rota declaró nulo su matrimonio, o cuando se casó en segundas nupcias con un famoso tenor italiano con el que grabó un anunció de cava en el que ella y sus dos hijas felicitaban la Navidad a todos los españoles. ¿Gemelas? ¡Qué casualidad!

 

Santi (Juanjo Puigcorbé) era un buen esposo -su mujer se lo ponía fácil-; pero, por Diana (Ana Belén), estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta. Lo malo es que ella era consciente de que solo se vive una vez y siempre quiso vivir bien. Le pediría dinero, mucho dinero, y él no se lo podía dar.

 

La noche que mataron a Lennon, los dos lloraron recordando su primer encuentro, pero lo hicieron por separado. Lo suyo no puede ser casualidad: ¡es simple mala suerte! El amor perjudica seriamente la salud, pero, afortunadamente, el tiempo lo cura casi todo. Enamorarse es una putada y, sobre todo, es muy poco práctico…


 

No sé por qué te quiero;
será que tengo alma de bolero.

Tú siempre buscas lo que no tengo.
Te busco en todos y no te encuentro.
Digo tu nombre cuando no debo.

No sé por qué te quiero.
Si voy a tientas, tú vas sin freno.
Te me apareces en los espejos
como una sombra de cuerpo entero.
Yo me pellizco y no me lo creo.

Querer como te quiero

no va a caber en ningún bolero.
Te me desbordas dentro del pecho.
Me robas tantas horas de sueño;
me miento tanto que me lo creo.

Querer como te quiero
no tiene nombre ni documentos.
No tiene madre; no tiene precio.
Soy hoja seca que arrastra el tiempo:

medio feliz en medio del cielo.

Si no me hicieran falta tus besos,
me tratarías mejor que a un perro:
piensa que es libre, porque anda suelto,
mientras arrastra la soga al cuello.

(“No sé por qué te quiero”, Ana Belén)

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