domingo, 16 de abril de 2017

QUO VADIS?: ¿hacia dónde vas, Señor?

Santander, 16 de abril de 2.017


Nos encontramos en los comienzos del verano del año 64 de la era cristiana, durante el reinado del emperador Nerón. La victoriosa decimocuarta legión regresa a Roma, dueña indiscutible del mundo, al mando de su legado: Marco Vinicio. Recorre la Via Apia, el más famoso de  los caminos que conducen a la capital del Imperio y por el que marchan sus legiones triunfadoras.
Tanto poderío lleva inevitablemente consigo la corrupción: nadie tiene segura la vida, el individuo se halla a merced del Estado y el crimen reemplaza a la justicia. Los soberanos de las naciones conquistadas tienen que entregar a sus desamparados súbditos al cautiverio: grandes y plebeyos se convierten en esclavos de Roma y rehenes del Imperio. Nadie escapa al azote del látigo o al filo de la espada. Resulta inconcebible que ninguna fuerza terrena pudiera conmover los cimientos de esta pirámide de poder y corruptela, de miseria humana y de esclavitud, pero treinta años antes de este día había acaecido un milagro: en una cruz romana, allá en Judea, un carpintero judío había muerto para libertar a los hombres y que estos pudieran difundir el evangelio de la redención y del amor. Una cruz destinada a reemplazar en fecha no lejana a las orgullosas águilas que coronan los victoriosos estandartes romanos. Esta es la historia de aquel inmortal conflicto...

En 1.951, Mervyn LeRoy dirigió la adaptción cinematográfica de la novela del polaco Henryk Sienkiewicz "Quo Vadis?" protagoniza por Robert Taylor, Deborah Kerr, Leo Genn y Peter Ustinov.


"Vedla como se alza: la túnica flotando, su rostro enmarcado por la trenza dorada...; sus brazos son de nieve en la noche estrellada". Se dijera que es Venus, a Marte aguardando, amante y enamorada, pero en realidad es Ligia, hija adoptiva del general Aulio Plaucio,  y quien se encuentra con ella es el legado Marco Vinicio, que antes de regresar a sus tierras de Sicilia pretendía reposar durante varias semanas en Roma.


La joven es una altiva ligia que fue hecha prisionera durante la campaña romana comandada por el propio Plaucio. Era la hija del rey y le fue concedida como rehén, pero ahora ha sido reclamada por el emperador para ser entregada a Marco como recompensa por los brillantes servicios prestados por este en el campo de batalla
Aunque le desagraden sus historias de conquistas y matanzas, pues cree firmemente que para unir y civilizar el mundo bajo un solo poder no es necesario derramar ni una gota de sangre, hubo momentos en los que se sintió atraída por él. Podría amarle pero ahora era solo su esclava...
Ligia pertenecía a una secta formada por judíos y griegos que trataban de confundir a los romanos. Fueron sus hermanos quienes le ayudaron a escapar. Eran muchos: cada vez más. Un pez era el símbolo por el que se reconocían entre sí, y se reunían por las noches en ciertas cuevas y ruinas de las afueras de la ciudad para practicar sus ritos inmundos. Allí era donde Marco debería buscarla si de verdad quería volver a verla...


Mientras tanto, el demente, caprichoso y voluble Nerón, hundido en su genio, pretendía ser más grande que cualquier hombre y convertirse en el supremo artista: el mundo sería suyo hasta el fin... La Roma milenaria, sucia y magnífica, sería pasto de las llamas y una nueva Roma surgiría con deslumbrante belleza convirtiéndose en la joya más preciada de la corona del mundo.



El fuego consumió las calles de la capital del imperio. La plebe se volvió contra Nerón y él, asustado, responsabilizó a los cristianos del incendio de su amada ciudad. 
Pedro, la piedra sobre la que Cristo edificó su Iglesia, abandonó la ciudad. Pretendía refugiarse en Grecia, pero un intenso resplandor emergió de entre las ramas de un árbol situado junto al camino, llamando su atención. "¿Quo vadis, domine?" -preguntó-, y una voz le respondió: "A Roma, para hacer que me crucifiquen de nuevo.".


Nerón persiguió, encerró y sometió a un terrorífico castigo a los discípulos de Cristo, y aunque el ejército se alzó contra él, asestó a la justicia romana un golpe del que nunca más se recuperó. Al condenarles, les hizo mártires...

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