lunes, 27 de abril de 2020

LA LÍNEA INVISIBLE: ¡pobres madres, y pobres hijos!

Santander, 26 de abril de 2.020


“La línea invisible” es una serie de televisión dirigida por Mario Barroso que gira en torno a los orígenes de E.T.A. y trata de mostrarse lo más neutral posible, humanizando tanto a las víctimas como a los asesinos, sin profundizar en el origen del problema ni juzgar a nadie.



El 7 de junio de 1.968, Txabi Etxebarrieta -líder de la banda-, cometió el primer asesinato de la organización revolucionaria independentista fundada diez años antes y cruzó una ‘línea invisible’ que nos condujo a todos hacia un camino plagado de miedo, dolor y venganza, que marcó los siguientes cincuenta años de la historia de España.


A veces es bueno recordar cómo empieza una tragedia; en qué momento nos equivocamos, o enloquecimos.

Txabi Etxebarrieta era poeta y tenía una mente brillante. Parecía demasiado joven, enfermizo y débil para luchar por cambiar el mundo en el que nos había tocado vivir, pero nos demostró que, hiciéramos lo que hiciéramos en Euskadi, tendríamos que contar con él. Él fue el primero de nosotros en cruzar la línea; él fue el primero en matar…


En el País Vasco, a comienzos de los años sesenta, como en el resto de España, las fuerzas represivas del régimen perseguían a subversistas de todo tipo: sindicalistas, anarquistas, carlistas, separatistas, monárquicos de don Juan…, pero apenas prestaban atención a un puñado de ‘niñatos’ de las juventudes del P.N.V. que se limitaban a hacer pintadas y colocar petardos en nombre de E.T.A.

Las huelgas y la lucha obrera no parecían ser suficientes para acabar con la dictadura y algunos de sus miembros abogaban por tomar riesgos y hacer cosas que otros no se atrevían a hacer. Txavi (Àlex Monner) era de los que creían que la lucha armada era necesaria. Por mediación de su hermano José Antonio (Enric Auquer) consiguió cruzar al otro lado y ponerse en contacto con ‘el Inglés’ (Asier Etxeandia), uno de los fundadores de E.T.A., un tipo brillante que tenía muy claro cuál era el tipo de lucha que había que hacer, pero al que algunos acusaban de ser un burgués sin conciencia de clase y un racista por priorizar el sentimiento vasco.


Para quitarles el poder a los pusilánimes dirigentes de la organización era preciso encontrar antifascistas que estuvieran dispuestos a darlo todo por Euskadi y defendieran el derecho a una nación más antigua que la propia España, el derecho a una lengua, a una cultura, a una identidad; auténticos vascos que defendieran un sentimiento, y no una ideología.

Los hermanos Etxebarrieta comenzaron a arengar a su gente. La movilizaron e impulsaron la convocatoria de una nueva asamblea de E.T.A. -la quinta-. Esta tuvo lugar en la casa de ejercicios espirituales de la Compañía de Jesús de Guetaria en marzo de 1.967 y trajo consigo la ruptura en dos de la organización: por un lado, estaban los ‘obreristas’, a los que algunos tachaban de ‘españolistas’, y por el otro, los partidarios de la lucha armada…


“El amor a la patria no es el amor ridículo a la tierra, ni a las hierbas que pisan nuestras plantas; es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca”, proclamó Txavi Etxebarrieta antes de convertirse en el hombre destinado a conducir a E.T.A. hasta donde nadie había podido conducirla antes.

Rebautizado como ‘Pepe’ en honor a su hermano, prometió dar visibilidad a la organización, pero el tiempo pasaba y lo único que había hecho hasta entonces había sido dividirla en dos. Para hacer un pueblo se necesitan tiempo y sangre; en Euskadi, el tiempo llevaba mucho tiempo corriendo ya, pero faltaba la sangre. Txabi había ganado la votación llevada a cabo en Guetaria y se había convertido en el líder de E.T.A., pero la autoridad real no se consigue con votos, sino con hechos. Para que la gente cerrase filas en torno él era preciso que cumpliese lo que había prometido: ¡ya no se podía echar atrás!
Su objetivo era financiar la lucha y golpear donde más pudiera dolerle al gobierno central. Con este fin, ‘organizó’ el asaltó a un banco que le reportó a la banda un botín de trescientas once mil pesetas y, lo que era más importante aún, publicidad. La prensa empezó a hablar de E.T.A., pero tergiversando ‘su verdad’ y acusándoles de haber robado a la gente, y no al banco. Eso le animó a atentar contra una de las sedes de El Correo Español, pero aquello salió mal…

Txabi quería un país nuevo y, para conseguirlo, estaba dispuesto a matar. Dejaría el tiempo correr: las fuerzas del régimen pensarían que estaban asustados y que solo eran capaces de poner cuatro petardos, pero el 25 de octubre, coincidiendo con el aniversario de la promulgación de la ley española que despojó al pueblo vasco de su identidad, E.T.A. cometería su primer asesinato. El objetivo sería el Inspector Jefe de la Brigada Social de Guipúzcoa, Melitón Manzanas (Antonio de la Torre), un tipo cuyo trabajo era garantizar la seguridad del Estado, aunque para ello tuviera que torturar a universitarios o seminaristas.


Pero todo se precipitó…
El 7 de junio de 1.968, un agente de la Guardia Civil echó el alto a un coche de color blanco: un Seat 850, modelo coupé, con matrícula de Zaragoza (Z – 73497). En él viajaban Txabi Etxebarrieta e Iñaki Sarasketa (otro militante de E.T.A.).



Txabi se puso nervioso; bajó del coche y le pegó tres tiros al agente. Su nombre era José Antonio Pardines; era natural de Malpica (La Coruña) y tenía veinticinco años y toda una vida por delante. De manera fortuita, se convirtió en la primera víctima mortal de E.T.A.

 

El propio Iñaki Sarasketa dio su versión de los hechos varios años después: “Supongo que el guardia civil se dio cuenta de que la matrícula era falsa. Al menos, sospechó. Nos pidió la documentación y dio la vuelta al coche para comprobar. Txabi me dijo: “Si lo descubre, lo mato…”. Le contesté: “No hace falta; lo desarmamos y nos vamos”. Salimos del coche. El guardia civil nos daba la espalda. Estaba de cuclillas, mirando el motor en la parte de atrás. Susurró: “Esto no coincide...”. Txabi sacó la pistola y le disparó. Cayó boca arriba. Volvió a dispararle tres o cuatro tiros más en el pecho. Había tomado centraminas y quizás eso influyó. En cual-quier caso, fue un día aciago. Un error. Era un guardia civil anónimo, un pobre chaval. No había ninguna necesidad de que aquel hombre muriera”.

Huyeron juntos a Tolosa y, de allí, a Beasaín, pero, por el camino, volvió a interceptarlos la Guardia Civil. Los obligó a bajar del coche en el que viajaban y al cachearlos descubrieron la pistola que Txabi llevaba escondida. 


Comenzó entonces un forcejeo en el que el primer asesino de E.T.A. resultó mortalmente herido.

De nuevo Sarasketa daba su propia versión de los hechos:
"De la misma manera que las centraminas le habían puesto eufórico, dos horas después le hundieron en un ataque de pánico. Salimos de la casa [en Tolosa] y nos detuvo una pareja de la Guardia Civil. Los dos llevábamos una pistola en la cintura. Primero me cachearon a mí y no la notaron. Recuerdo que el guardia civil que registraba a Txabi lanzó un rugido. Y después, una escena típica del oeste, de las de a ver quién tira primero... El guardia civil disparó antes que yo y salí corriendo... No supe en ese momento que Txabi había muerto... Detuve un coche, amenacé al conductor y le obligué a que me llevara en dirección a Régil (cerca de Azpeitia). Resultó ser un pariente lejano mío. Yo sabía que la pistola me delataba y pensé en tirarla. El conductor me pidió que no lo hiciera. Si nos detenían parecería más real que le estaba obligando. También se dio cuenta de que no tenía intención de hacerle daño, así que, unos kilómetros más allá, me pidió que bajara ... Y continué andando”. 

La política de acción-reacción que Txabi defendió durante la celebración de la quinta asamblea comenzaba a dar sus frutos… Su muerte lo convirtió en un mártir y su recuerdo, después de que sus compañeros manipularan los hechos a su antojo, fue como un calambrazo en la conciencia del pueblo vasco: “lo mató de un disparo, a sangre fría, un lacayo del poder español, un esbirro de Franco…”. 



E.T.A. tenía que responder y aprovechar el momento para golpear. No hizo falta esperar al 25 de octubre… El 5 de agosto, los compañeros de Txabi mataron a Melitón Manzanas. ¡Ya no había marcha atrás!

El valor de una vida es inmenso: resulta milagroso recibirla y duele mucho arrancarla. No fueron unos cobardes quienes se marcharon, dejando atrás la tragedia que empezaron y llevándose consigo el dolor que habían contribuido a sembrar y que llenó de sangre su tierra durante años. Lamentablemente, su lucha se convirtió en una locura infinita que no sirvió para nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario