sábado, 29 de mayo de 2021

LA CORTE DE ANA: su vida es un regalo

Santander, 22 de abril de 2.021

Ana Belén -cantante y actriz-, es una imprescindible de nuestro artisteo. La 2 de Televisión Española así se lo ha reconocido y, por eso, ha producido un documental de una hora de duración dirigido por Fernando Méndez-Leite en el que ella misma, junto a muchos de sus amigos y compañeros, repasa su larguísima trayectoria: “La corte de Ana” (2.020).



María del Pilar Cuesta Acosta nació en Madrid, en la calle del Oso -cerca del rastro-, el 27 de mayo de 1.951. De niña, se pasaba el día jugando en la calle: “Las casas eran tan inhóspitas -recuerda-. Hacía tanto frío, a no ser que te metieras en la mesa camilla, que era mejor estar en la calle”.


 

Dentro de mi corazón
hay caballos de cartón;
hay juguetes de latón,
la parroquia, el callejón
en donde nunca se puso el sol,
en donde tuve el primer amor;
la primera comunión,
las canciones que aprendí…
El espejo descubrió,
al llegar un mes de abril,
dos margaritas llenas de sol
a cada lado del corazón.
En la calle me crié;
mi primera piel cambié.
Entre brumas puedo ver
cómo éramos ayer.
En un barco de papel,
de la calle me alejé:
¡qué nostalgia, mi niñez!
Por un día tan solo quiero volver.
Como Blancanieves fui;
adoraba a Marilyn.
Nunca llamó mi atención
Agustina de Aragón.
Con Yuky el Temerario viví,
y en brazos de Tarzán fui feliz.

 

(“Calle del Oso”, Ana Belén)

 

Sus padres tenían muy buen oído y cantaban mucho; quizás, por eso, le dio a ella por cantar. Gracias a una profesora del colegio -doña Paquita-, se apuntó a un concurso en Radio España. Le gustó la experiencia y, después, se apuntó a los concursos de otras emisoras: La Voz de Madrid, Ra-dio Intercontinental, Radio Madrid…, en los que siempre coincidía, más o menos, con los mismos niños.

 

En 1.964, empezó a trabajar en el cine. Tenía solo trece años…


 

“Hola, ¿qué tal? Yo, muy nerviosa: ¡hecha un flan! Ya sé lo que están ustedes pensando, ¿a que sí?: <<Otra niña más en el cine español>>. Yo no tengo la culpa de haber nacido hace trece años nada más; pero es que, además… Esto es lo más gordo: además de ser niña, cantó…” 

(Pruebas a Pilar Cuesta, año 1.964)

 

El primer nombre artístico que le pusieron fue María José, pero, enseguida empezaron a llamarla Ana Belén, pues ese era el nombre de la niña a la que interpretaba en su primera película: “Zampo y yo” (1.966).

 

“Me siento muy bien cuando me llaman Ana. Cuando me llaman Ana Belén, no, porque me recuerda a “Zampo y yo”: que continuamente me llamaban Ana Belén”.

 

“El recuerdo que tengo de “Zampo y yo” es un equipo maravilloso y un director horroroso, que era Luis Lucía…”, confiesa Ana Belén, que di-ce de él que se pasaba el día gritando y no le dejaba reír-se, porque decía que tenía muchos dientes…

 

Hizo “Zampo y yo” y se acabó. La película no funcionó y se canceló el rodaje de las otras tres que, por contrato, tendría que haber hecho después.

 

Miguel Narros, que había trabajado con ella, la cogió por banda y le dijo que, si de verdad quería ser actriz, tenía que estudiar. Poco después, empezó a trabajar con él en el T.E.M. (Teatro Estudio de Madrid), una escuela diametralmente opuesta a la Escuela Oficial de Arte Dramático de Madrid.


Cuando Narros fue nombrado director del Teatro Nacional, decidió montar “Numancia” con muchos de los estudiantes del T.E.M., entre ellos una jovencísima Ana Belén, que solo tenía diecisiete años cuando salió de gira con la compañía por primera vez. La experiencia que adquirió con el teatro clásico le permitió, después, acometer cual-quier clase de trabajo convencida de ser capaz de sacarlo adelante.

 

Para Televisión Española, hizo un “Romeo y Julieta”, unas “Mocedades del Cid” y una novela de veinte capítulos dirigida por Pilar Miró: “La pequeña Dorrit” (1.970).

 

“Vino a ver una función Roberto Bodegas y me encontré haciendo “Españolas en París” (1.971). No podía haber encontrado una película mejor para volver al cine”, confiesa la actriz.

 



Miguel Ríos conoció a Ana Belén cuando Adolfo Waiztman, que fue quien hizo la música de “Zampo y yo”, se la presentó. Joan Manuel Serrat lo hizo un poco más tarde, pero los dos presumen de haberla conocido antes que Víctor Manuel, quien, a la postre habría de convertirse en el gran amor de su vida.



En 1.971, Ana Belén estaba haciendo la obra de teatro “Sabor a miel” y, al llegar a La Coruña, le presentaron a Julio Iglesias y Víctor Manuel, que estaban haciendo una gira juntos en la que, cada día, uno era el telonero del otro. Poco después, el asturiano y ella protagonizaron la película “Morbo” (1.972), dirigida por Gonzalo Suárez, y fue durante el rodaje de esta cuando surgió el flechazo. Empezaron su relación siendo muy jóvenes: lo tenían todo por aprender. Fueron muy generosos los dos y gracias a eso aquel fogonazo duró para siempre.


“Ana es una mujer muy fuerte que está llena de dudas -dice Víctor Manuel-. Tiene unos prontos terribles, pero se le pasan en cinco minutos”.

 

“Víctor es más equilibrado que yo”, reconoce Ana. “Si no le hubiera conocido, es probable que nunca hubiera retomado la música”, confiesa.




“Estaba como asustada ante la vorágine que para ella representaban las compañías de discos”, explica Víctor.


Él consiguió quitarle el miedo, convencerla de que tenía una voz estupenda y un hueco dentro de la música, y soltarla sobre un escenario. “A partir de ahí, va todo engrasado”, explica él.



“Me siento muy halagada con todas las canciones que Víctor ha hecho para mí, pero también hay ahí un punto de pudor…”


Cuando te pones a escarbar en la memoria
vas escogiendo del pasado aquellas cosas
que te apuntalan, que te afirman, que te enrocan;
que te protegen de algunas sombras.
Yo, tan esclavo como el labio de la boca.
Yo, tan atado como el niño a su pelota.
Tan desarmado como un rey sin su corona;
como una barca sobre las olas.

Sin ti, me faltaría el alfabeto.
Sin ti, consigo hacerme tan pequeño
que, si alguien hace así, desaparezco
como un globo de gas que se va al cielo.

 

No sé muy bien si soy el hilo o la cometa.
No sé si soy el corazón o la cabeza.
Nunca sabré si soy el alma o la materia;
si soy el palo, si soy la vela.

Entre los dos nos inventamos lo imperfecto
con la apariencia de hacer siempre lo correcto.
Qué sabe nadie lo que nos pasa por dentro.
A quién le importa si yo te quiero.

 

Sin ti, me faltaría el alfabeto.
Sin ti, consigo hacerme tan pequeño
que, si alguien hace así, desaparezco
como un globo de gas que se va al cielo.

 

(“Canción pequeña”,

Ana Belén y Víctor Manuel)

 

Después del rodaje de “Españolas en París”, Ana Belén volvió a hacer cine con cierta regularidad y se ganó el respeto de unos compañeros que, en 2.017, la homenajearon entregándole un Goya de honor con el que, de alguna manera, premiaban toda su trayectoria.


 

Ana y Víctor se casaron el 13 de junio de 1.972 y fueron padres; tuvieron una hija y un hijo. Marina, desde muy pequeña, quiso ser actriz. David, por su parte, empezó a estudiar -primero informática y después químicas-, pero terminó dedicándose a la música.

 

En 1.996, ambos salieron de gira con Miguel Ríos y Joan Manuel Serrat, arriesgándose los cuatro a estropear una gran amistad, pero aquello salió genial.


 

Hoy puede ser un gran día; plantéatelo así.
Aprovecharlo, o que pase de largo,

depende, en parte, de ti.
Dale el día libre a la experiencia, para comenzar,
y recíbelo como si fuera fiesta de guardar.
No consientas que se esfume;

asómate y consume la vida a granel.

Hoy puede ser un gran día; duro con él.

Hoy puede ser un gran día,

donde todo está por descubrir,
si lo empleas como el último que te toca vivir.
Saca de paseo a tus instintos y ventílalos al sol,
y no dosifiques los placeres; si puedes, derróchalos.
Si la rutina te aplasta,

dile que ya basta de mediocridad.

Hoy puede ser un gran día; date una oportunidad.

Hoy puede ser un gran día, imposible de recuperar;
un ejemplar único, no lo dejes escapar.
Que todo cuanto te rodea lo han puesto para ti;
no lo mires desde la ventana y siéntate al festín.
Pelea por lo que quieres

y no desesperes si algo no anda bien.

Hoy puede ser un gran día, y mañana también.

 

(“Hoy puede ser un gran día”,

Joan Manuel Serrat)

 


“Ana Belén es muy buena compañera, y, además, como es tan bella y tan atractiva, distrae mucho a la gente; la gente está muy pendiente de ella y tú puedes tener más oportunidades de equivocarte”, confiesa Serrat, y no le falta razón…

 


“El hecho físico de cantar es liberador”, dice Ana Belén, que reconoce haber trabajado mucho y haber disfrutado mucho haciéndolo…


Vida: siempre estoy agradecida
por lo mucho que me has dado
desde el punto de partida.
Por eso, vida, nunca me doy por vencida;
tengo amor, tengo caricias
y me siento muy querida.

Esto que te cuento no es un cuento;
no hay dragones, ni princesas,
ni unos gramos de misterio.
He tocado el cielo con mis dedos;
puedo mirarme al espejo
sin reproches y sin miedos.

Por eso, vida, te doy todo lo que tengo
si, debajo del sombrero,
mi cabeza está en su centro.
Vida, concédeme este deseo:
que esto que late en mi pecho
llegue hasta el último aliento.

Yo, que he dado vida a tantas vidas,
pienso, al mirarme por dentro:
<<no hay otra como la mía>>.
Mientras se derrumba todo el cuerpo,
me esfuerzo por escapar
de ese polvo que seremos.

Y, por eso, vida, aquí te estampo mi firma.
Me alegran las alegrías
y no olvido las espinas.

Siempre he trabajado en el alambre;
si el teléfono no suena,
te comen todos los males,
pero siempre me gustó la geometría,
con sus curvas y sus rectas,
el vivir de cada día

Vida, no me cortes estas alas
que, mientras una se mueve,
la vida se hace más ancha.

 

(“Vida”, Ana Belén)


La vida es un regalo que no se cansa de saborear…

 


Tu sonrisa decora la tarde

con canciones hermosas que vuelan;
mariposas que llenan el aire

de esperanza y dulce hierbabuena.
Tu sonrisa decora la tarde

con pinceles de luz y colores;
va sembrando por todas las calles,

locos sueños de mis emociones.
Se evaporan las malas noticias

que llenaron todos los diarios.
En el vuelo fugaz de tu brisa

vuelve a ser esta vida un regalo.
Y se curan las viejas heridas,

y no duele que pasen los años.
Si me alumbra la luz de tu brisa,

viene a ser esta vida un regalo.

En el vuelo fugaz de tu brisa,

vuelve a ser esta vida un regalo.
¡Esta vida es un regalo!

Tu sonrisa decora la tarde,

con orillas de playas lejanas;
primaveras llenando el paisaje,

sol radiante en todas las ventanas.
Tu sonrisa decora la tarde,

con puñados de nuevas pasiones;
con recuerdo de infancia y de viajes,

con estrellas que incendian la noche.
Se evaporan las malas noticias,

que llenaron todos los diarios.
En el vuelo fugaz de tu brisa,

vuelve a ser esta vida un regalo.
Y regresan, de pronto, a la orilla,

las botellas con buenos presagios.
Si mi abrigo firmas con tu brisa,

vuelve a ser esta vida un regalo
Que, en el vuelo fugaz de tu brisa,

vuelve a ser esta vida un regalo.
¡Esta vida es un regalo!
¡Esta vida, hoy, es un regalo!

 

(“Esta vida es un regalo”,

Ana Belén)


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