martes, 27 de julio de 2021

EL JARDÍN DE LOS ESPEJOS: el pasado y el futuro caminan de la mano

Santander, 26 de julio de 2.021

Hace unas semanas, después de recorrer la Vía Verde del Pas, buscando en internet información sobre la desaparecida línea de ferrocarril que unía El Astillero con Ontaneda, me topé con el título de una novela que ha resultado ser fascinante: “El jardín de los espejos”, de la santanderina Pilar Ruiz.

 


Tres mujeres distintas, de esas que se resisten y no dan su brazo a torcer: Inés, Amalia y Elisa. Tres artistas por las que las Diosas Viejas sienten una querencia especial.


Tres épocas diferentes y un mismo lugar: los valles pasiegos, Puente Viesgo, su balneario, las cuevas de Monte Castillo y el Jardín del Alemán…



Tengo que contar una historia que todavía no conozco. La busco porque sé que está ahí: escondida en alguna parte; muy cerca, tanto que casi puedo tocarla con los dedos. ¿Se puede tocar una historia?

 

El útero de la montaña me atrapó y el tiempo me devolvió otro ser distinto: cambiado, transformado... A veces, creo que sigo allí: en su laberinto, convertida en roca y eternidad. Ella es la madre de todos: un origen, un punto de encuentro y de partida, de ida y vuelta, una estación de tren, con vías sin principio ni fin, en la que se cruzan nuestros tiempos y los de otros.

 

La mujer que mira y la que me mira a mí están la una dentro de la otra; y yo estoy unida a ellas por un hilo invisible e infinito que se enreda en sí mismo como un abrazo donde no hay principio ni final. Nada es pasado, ni tan siquiera futuro; solo presente, con toda su belleza y toda su verdad. A veces, no siempre, un rayo de luz blanca destella y una luz misteriosa, salida de algún lugar desconocido, vuelve a deslumbrarme.

 

Nos empeñamos en mirar justo donde no hay que mirar. Nada muere; todo cambia. Pasado y futuro se unen para siempre. El tiempo no pasa, sino que baila a nuestro alrededor, se vuelve loco y nos envuelve.


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