Santander, 15 de septiembre de 2.012
María Blanchard nació en Santander en 1.881, en el seno de una acomodada familia perteneciente a la nueva burguesía montañesa.
Fue la tercera de cuatro hermanas y dicen que las importantes secuelas físicas que dejó en su menudo cuerpo una desafortunada caída de su madre al bajarse de un coche de caballos cuando aún le llevaba en su vientre le acomplejó y condicionó durante toda su vida, pero no impidió que se convirtiese en uno de los máximos exponentes de nuestra pintura de principios del siglo XX.
En 1.903 viajó a Madrid para comenzar a desarrollar su vocación artística.
En 1.909 se trasladó a París donde conoció a artistas como Diego Rivera y Juan Gris con los que mantuvo una intensa relación. Finalmente allí fue donde se instaló de manera definitiva y donde murió en 1.932.
La Fundación Botín, en colaboración con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, ha organizado una exposición que ha permitido, antes de que en octubre se inaugure en Madrid una muestra antológica de toda la producción pictórica de María Blanchard, admirar por primera vez en Santander un importante conjunto de cincuenta y tres obras realizadas entre los años 1.913 y 1.919, pertenecientes a su periodo cubista.
En 1.912, durante su segunda etapa en París, instalada en el barrio de Montparnasse junto a Diego Rivera y Angelina Beloff, María Blanchard entra en contacto con la vanguardia cubista parisina, encabezada por Juan Gris.
María Blanchard comienza pintando elementos figurativos fácilmente identificables, descomponiéndolos en figuras geométricas en planos paralelos.
A medida que perfecciona su técnica y profundiza en el cubismo se multiplican las perspectivas atrapadas en sus lienzos y los tonos negros, grises y marrones invaden los bodegones y naturalezas muertas que pueblan su producción artística.
Confieso que mis sentidos no asimilan con facilidad esta ruptura con la perspectiva tradicional y me cuesta admirar estos cuadros pero me quedo totalmente fascinado ante "Mujer con abanico", pintado en 1.916.
María Blanchard descompone la figura de una mujer, facilmente identificable, en multitud de formas geométricas coloreadas y superpuestas que ofrecen la sensación de movimiento, convirtiendo el cuadro en una luminosa y resplandeciente vidriera. Maravilloso...
Aunque sólo sea para admirar este lienzo merece la pena asomarse a una ventana que tal vez nos ayude a admirar nuevos horizontes.
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