Santander, 27 de abril de 2.013
Un repentino escalofrío
sorprendió al pequeño Inda. Cerró la ventana, se dio la vuelta y lo vio. Allí estaba.
Una oronda nube blanca se había colado en su habitación.
Se pellizcó y le dolió. Aquello era
real; no era un sueño.
Trató de acercarse a ella pero
la nube, asustada, se esfumó encogiéndose en un rincón junto al techo.
Desobedeciendo a sus padres Inda
se subió a la cama. Estiró la mano para tocarla y atónito vio como sus dedos
se difuminaban en su interior. Rápidamente la retiró y comprobó aliviado que
todos los dedos seguían en su sitio.
Alargó el brazo de nuevo. La
tocó. Estaba fría y húmeda. La sensación era agradable, parecida a la que
sentía cuando jugaba con la espuma que el jabón formaba en la bañera a la hora
del baño. Alzó la vista y comprobó que a la nube le gustaba. Sonreía. ¡Le
estaba haciendo cosquillas!
Siguió acariciándola. La nube
comenzó a hincharse y a revolverse inquieta descendiendo hasta quedar casi a
ras de suelo. Entonces Inda aprovechó para tenderse sobre ella. Flotaron juntos
en el aire y volaron arriba y abajo. ¡Era fantástico! Los dos se hicieron grandes
amigos.
Desde aquel día, al terminar las
clases, Inda volvía corriendo a casa para jugar con su nueva amiga. Siempre
estaba de buen humor. Le encantaba disfrazarse -se colaba dentro del
chubasquero amarillo de su hermano mayor y se ponía las enormes gafas de sol de
su madre- y le gustaba jugar al escondite, deslizándose detrás de las cortinas
o encogiéndose hasta hacerse sitio en la última balda del armario de los
juguetes mientras él le buscaba.
Ayer, sin embargo, al llegar a
casa y abrir la puerta de su habitación, Inda sorprendió a su amiga junto
al cristal de la ventana, triste, contemplando el plomizo cielo que se extendía hasta el horizonte. Tenía
mal color y bajo ella, en el suelo, se había formado un pequeño charco de lágrimas.
Por la noche, antes de acostarse, Inda abrió la ventana y le dio un fuerte abrazo
a su amiga deseándole dulces sueños.
Esta mañana, al despertar, no ha
sentido la dulce humedad que le envuelve desde que ella duerme a su lado. Al
abrir los ojos no la ha visto. La ha buscado debajo de la cama, detrás de las
cortinas, dentro de los abrigos y en el armario de los juguetes pero no estaba.
Se ha ido.
El sol se ha escondido. El cielo
está muy gris. Inda está triste y se siente sólo. Echa de menos a su amiga.
Cuando sus abuelos le han llevado al parque ha trepado al más alto de los columpios
y alzado la mano al cielo. Entonces ha visto como sus dedos se
perdían en el interior de una enorme nube cargada de agua. Se ha emocionado y ambos han llorado. Su amiga estaba allí.
No volverán a compartir habitación pero sabe que siempre que la necesite la tendrá a
su lado. Serán amigos para siempre, aunque ahora cada uno deba de seguir su propio camino.
Qué bonito!
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