jueves, 10 de marzo de 2016

TENERIFE (VI) - PARQUE RURAL DE TENO: playas, acantilados, barrancos y calas

Tenerife, 29 de noviembre de 2.015


Todavía nos queda por conocer el extremo occidental de la isla.
El plan es el de siempre: nos levantamos pronto, desayunamos en la terraza del hotel, nos damos un bañito en la piscina y al coche...
Tomamos la autovía que circunvala Tenerife y nos dirigimos a Los Gigantes, pero antes de llegar nos detenemos en Puerto de Santiago: una pequeña localidad costera situada junto a una coqueta cala de arenas negras protegida por un espigón natural procedente de una colada volcánica que se sumerge en el mar.


Damos un breve paseo por el pueblo y nos dirigimos -ahora sí-, a Los Gigantes. Se trata de una joven localidad pertenecinete al municipio de Santiago del Teide que surgió a los pies de los acantilados marinos más importantes del archipiélago canario a mediados del siglo XX y no ha dejado de crecer desde entonces.


Los Acantilados de Los Gigantes están formados por un conjunto de paredes verticales a las que los guanches llamaban 'la muralla del infierno'. Los acantilados caen sobre el océano Atlántico desde alturas que oscilan entre los trescientos y los seiscientos metros y están salpicados por barrancos que se abren camino hasta el mar dando lugar en su desembocadura a pequeñas calas y playas de muy dificil acceso frecuentadas por barcos de recreo.


La franja marina de Teno-Rasca, situada frente a la costa suroeste de la isla, es una Zona Especial de Conservación y forma parte de la red Natura 2000 destinada a garantizar la supervivencia a largo plazo de las especies y los hábitats más característicos de Europa, contribuyendo a detener la pérdida de biodiversidad ocasionada por el impacto adverso de las actividades humanas.
Aparcamos en el puerto deportivo y damos un paseo asediados por los comerciales de la infinidad de empresas turísticas dedicadas a la organización de excursiones para el avistamiento de ballenas, cachalotes, delfines y tortugas.


Prescindimos del paseo en barco. Tomamos un cafetín y regresamos al coche para dirigirnos a Santiago del Teide y desde allí colarnos en el Parque Rural de Teno, un espectacular espacio protegido en el que los vertiginosos barrancos y los abruptos acantilados contrastan con la plataforma litoral del extremo noroccidental de la isla.


Nos dirigimos a Masca, un pequeño caserío encaramado al filo del abismo que dibujan algunos de los barrancos más profundos de la isla. Éste fue siempre un rincón angosto y perdido de la civilización al que, hasta no hace mucho, únicamente se podía acceder por un polvoriente camino que transcurría por empinadas laderas. Hoy la carretera se encuentra en buen estado pero es estrecha, enrevesada y muy pindia. El paisaje es espectacular: detrás de cada curva nos sorprende un impresionante paisaje.


Desde Masca podríamos echar a andar por un barranco que a la sombra del imponente Roque Catano desciende hasta una pequeña cala de arenas negras para, desde allí, volver a Los Gigantes en barco, pero eso supondría abandonar nuestro coche así que dejamos la excursión para otra ocasión y seguimos con nuestro paseo en automóvil.


Descendemos al valle de El Palmar y nos desplazamos hasta la Punta de Teno, en el extremo noroccidental de la isla. Se trata de una lengua de tierra que se adentra en el Atlántico y en la que se alza uno de los siete faros que balizan la costa de Tenerife: una torre cilíndrica de hormigón armado pintado con franjas rojas y blancas construído junto a los restos de un faro de finales del siglo XIX.


Llegamos por una carretera bacheada que atraviesa la montaña y vuela sobre el mar. El paisaje sorprende: los acantilados se retiran dejando sitio a una desolada plataforma horizontal salpicada de verde.


Un brazo de lava se adentra en el mar creando pequeñas calas, puertecillos y cantiles que, custodiados por los acantilados, contemplan como, al fondo, crecen Los Gigantes.


Regresamos al hotel. Lo hacemos poco a poco: ¡no tenemos prisa! Aún nos quedan un par de días para recorrer la isla y rebozarnos en miel. Volveré a Tenerife pero nunca será lo mismo...

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