jueves, 24 de agosto de 2017

COLEGIATA DE SAN PEDRO DE CERVATOS: tesoros escondidos al sur del norte (I)

Cervatos, 25 de julio de 2.017


Aprovechamos un día gris de verano para dejar Santander y desplazarnos al sur de Cantabria. Muy cerca de Reinosa, junto a la autovía que une esta localidad con Palencia, sobre los cimientos de un monasterio fundado por el conde Sancho García de Castilla en el año 999, se alza una de las joyas del románico peninsular…


La colegiata de San Pedro de Cervatos atesora una magnífica colección de capiteles y canecillos con iconografía erótica cuyo objetivo pudiera haber sido tanto censurar el pecado como fomentar la reproducción y que se han convertido en su principal seña de identidad. Desde que fuera levantada, a mediados del siglo XII, el exterior de la colegiata mantiene su aspecto románico prácticamente intacto, salvo por la nave adosada al norte en el siglo XIII y convertida en batipsterio.


En la fachada sur uniforme, flanqueada por sendas ventanas, desiguales y colocadas a diferente altura, se abre la portada principal. El conjunto sobresale de la línea natural del muro y tiene un tejaroz sostenido por trece canecillos, varios de los cuales muestran figuras itifálicas, en posturas impúdicas o practicando el acto sexual.


La puerta está envuelta por siete arquivoltas de baquetón simple, protegidas por una chambrana de palmetas verticales envueltas en círculos de tallos.


Las arquivoltas apoyan sobre un cimacio corrido que ocupa el abocinamiento del muro por completo y se apoya, a su vez, en seis capiteles muy desgastados -tres a cada lado-, que muestran motivos animalísticos de parejas de leones y aves.


Los dinteles monolíticos y el tímpano que sostienen constituyen los elementos más significativos del conjunto.
El dintel inferior, tallado en sus dos caras visibles, está decorado con palmetas entrelazadas con tallos. El superior, por su parte, muestra tres parejas de leones, enfrentados dos a dos.
El tímpano está formado por tres grandes piezas talladas con arabescos de palmetas entrelazadas que le confieren un marcado aire musulmán.


A ambos lados de la puerta, en las enjutas, hay tres relieves muy desgastados. Los de la izquierda representan el Pecado Original, con Adán y Eva junto al árbol, a la Virgen en actitud sedente, con el Niño en brazos, y a San Miguel alanceando al dragón. Los de la derecha, por su parte, representa a San Daniel entre los leones, a un sacerdote con amplias vestimentas, y a San Pedro con un báculo en una mano y las llaves del Cielo en la otra.

 


A cada lado de la portada, pero a distinta altura, se abren sendas ventanas. La de la izquierda casi alcanza con sus dovelas los canecillos del alero. Es pequeña y tiene en sus capiteles, enfrentadas, dos figuras, una masculina y otra femenina, mostrando sus órganos sexuales sin pudor alguno. La de la derecha es de mayor tamaño y muestra en los capiteles animales afrontados.

 

Los veinticuatro canecillos de la cornisa muestran una iconografía muy rica y variada: cabezas de fieras, figuras geométricas, hombres sentados toneles en sus manos, músicos, una mujer pariendo…


Avanzamos hacia la cabecera de la iglesia. Un contrafuerte decorado con la figura tosca de un hombre que bendice con una mano mientras sostiene un libro con la otra, separa la fachada principal del ábside. Este está formado por los muros rectos del presbiterio y el semicírculo absidial, dividio a su vez en tres calles con tres cuerpos horizontales.
En cada una de las calles hay una ventana. Las tres son iguales, aunque la iconografía de sus capiteles es diferente en cada caso.
Los de la ventana de la izquierda muestran a una mujer y a un hombre enfrentados que, como sucedía en una de las ventanas de la fachada principal, muestran sin ningún recato sus órganos sexuales.


 

La ventana central tiene capiteles decorados con motivos vegetales, y los de la derecha, muy desgastados, muestran animales afrontados y bolas sobre acantos.


En los capiteles de la cornisa del ábside es donde más libremente ha fluido la creatividad de los canteros, que han representado animales de toda clase, hombres que cargan con sus pecados, saltimbanquis, músicos, equilibristas, contorsionistas, hombres y mujeres desnudos, escenas de coito, partos, y puede que hasta un lugareño jugando a los bolos…



Accedemos al interior de la colegiata. La cubierta no es románica, pero el ábside sí, y conserva las innovaciones que este estilo arquitectónico introdujo a mediados del siglo XII: ábsides de un tamaño considerable, organizados sobre una base semicircular con presbiterio recto, que incluían tres ventanales en el segundo cuerpo y bóveda de horno sobre el semicírculo y de cañón en el presbiterio, con arco triunfal de medio punto para resolver el encuentro con la nave longitudinal.


La iconogrofía de los capiteles del arco toral no tiene nada que ver con la del exterior. En el del lado del evangelio aparecen diez animales, unos encima de otros, enfrentados en parejas y abrazándose con expresión humana; el de la epístola, por su parte, muestra dos águilas explayadas bajo ramos de palma y volutas.

 

En el presbiterio, separando las bóvedas de horno y de cañón, hay un elemento singular: dos ménsulas, una a cada lado, que sostienen los capiteles sobre los que descansa un segundo arco toral.

 

La ménsula del lado del evangelio muestra unas palmetas trabajadas afanosamente y sostiene un capitel con dos águilas con las alas extendidas y animales entre las garras. En la del lado de la epístola aparece esculpida la figura de San Miguel alanceando al dragón, y sobre ella, en el capitel, se pueden observar varias parejas de animales afrontados.




En el cuerpo bajo del ábside, extendidos a lo largo del semicírculo absidial y de los muros rectos del presbiterio, hay diez arcos ciegos de medio punto, con arquivoltas bien marcadas, que descansan sobre once capiteles decorados con motivos diversos: leones y aves afrontados, representaciones humanos, motivos geométrios y vegetales...


 

  

En el cuerpo medio hay tres ventanas, de medio punto y abocinadas, con animales enfrentados y hojas de acanto, de palma y tetrapétalas en sus capiteles, envueltas por la misma moldura ajedrezada que rodea todo el ábside.


Las bóvedas de crucería de estilo gótico que cubren la nave y la pequeña capilla del Cristo -adosada al muro norte en el siglo XIV-, son del siglo XVI y sustituyeron a la cubierta original, adaptándose a los gustos del momento. 


Regresamos al exterior. A los pies de la iglesia se alza una torre prismática y robusta de tres cuerpos cuyas arquerías apuntadas denotan una fecha de construcción posterior a la del resto del edificio, posiblemente a finales del siglo XII.


El cuerpo inferior, más alto y macizo que los otros dos, posee una sola ventana en el muro oriental. El intermedio, separado del anterior por una imposta, presenta once arquerías ciegas apoyadas en columnas y capiteles: dos en el muro oeste y tres en el resto de lados. El tercer cuerpo está separado del segundo por una imposta de rombos y posee ocho ventanas abiertas, dos en cada muro, alguna de las cuales fueron reformadas en el siglo XVII.
Las columnas dispuestas en algunas de las esquinas de los dos cuerpos superiores son similares a las de otras colegiatas románicas como las de Santa Cecilia, en Aguilar de Campoo, Santa Juliana, en Santillana del Mar, o Santa Cruz, en Castañeda.


Regresamos al coche. Aún no sabemos que vamos a hacer esta tarde pero en verano los días son largos y la jornada promete. Nos vamos, pero algo se nos ocurrirá...

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