Pedrosa de la Vega (Palencia), 23 de junio de 2.017
Despertamos en San Sebastián de los Reyes. Revisamos las maletas y emprendemos el regreso a Santander, pero antes nos permitimos el gustazo de desayunar como es debido...
Conducimos hasta Osorno. Comemos un menú del día y cogemos la carretera de León para visitar la villa romana de La Olmeda. Buscamos acomodo para el 'bicho' que nos acompaña y accedemos al interior del complejo arqueológico...
La villa romana de La Olmeda fue descubierta
por el cántabro Javier Cortes el 5 de julio de 1.968, mientras trabajaba en sus
tierras de cultivo de Pedrosa de la Vega. Las primeras labores de excavación
fueron acometidas de manera privada por él mismo, hasta que en 1.980 donó sus
terrenos a la Diputación Provincial de Palencia la cual, desde entonces,
gestiona los trabajos arqueológicos, la difusión de la villa y las visitas al
complejo.
El origen de La Olmeda se remonta a una
explotación agrícola de finales del siglo I o principios del II, época a la que
corresponde la estructura del edificio de una villa situada al norte de la
actual que perduró hasta finales del siglo III. A mediados del siglo IV se
levantó un edificio nuevo que debió de abandonarse unos ciento cincuenta años
después y que, con el paso del tiempo, se ha convertido en el núcleo central de
un conjunto arqueológico cuyo mayor atractivo lo constituye, sin ninguna duda, el
conjunto de mosaicos que pavimenta sus suelos, considerado uno de los más
importantes de España.
El complejo de la villa romana de La
Olmeda está presidido por un expléndido edificio de más de 4.400 metros
cuadrados en el que se pueden diferenciar dos partes independientes unidas por
un ancho corredor: la vivienda principal y los baños. En torno a él se alzaban
almacenes, cuadras y viviendas destinadas a siervos y colonos de los que no
queda nada, y en sus alrededores se han descubierto tres necrópolis que han
permitido completar los estudios llevados a cabo en la zona.
La vivienda principal responde al esquema
propio de las viviendas de origen mediterráneo, denominadas ‘casas con
peristilo’. Ocupa una superficie de casi 3.000 metros cuadrados y es de planta
cuadrada, con un jardín central al que se abren las distintas dependencias.
Tanto en la fachada meridional como en la septentrional se disponen sendos
pórticos, flanqueados en sus extremos por torres de planta octogonal en el sur
y cuadrada en el norte.
El acceso principal al interior del
edificio se llevaba a cabo por el pórtico sur, atravesando una habitación en
cuyo fondo se alzaban dos columnas que marcaban el paso del vestíbulo a la
galería del peristilo. Las cuatro galerías estaban pavimentadas con mosaicos
sencillos de carácter geométrico.
Junto al vestíbulo se encontraban la
despensa y la cocina, cuyo suelo es de opus
signium, material formado por tejas partidas en trozos pequeños, mezcladas
con cemento y golpeadas con un pisón. Bordeando la cocina se encuentra el
arranque de la escalera que conducía al piso alto del lado sur, y en el extremo
este de la galería está la antesala de una alcoba que presenta uno de los
mosaicos geométricos más destacados de la villa: un octógono central en cuyos
lados se apoyan una serie de cuadrados entre los cuales surgen rombos
alargados, rodeado con una cenefa de trenza y línea en zig-zag.
Las alas oriental y occidental de la villa
contaban solo con planta baja. En la galería este se disponía, pavimentado con
mosaicos, uno de los comedores de la casa (triclinium).
Junto a él estaba el oecus -sala
principal de la villa-, decorado con el único mosaico figurado de la vivienda, que aparece rodeado por dos cenefas concéntricas, una con coronas de laurel y
otra con cintas onduladas que envuelven tulipanes.
Junto a la entrada aparecen
representadas siete escenas de caza: cinco de ellas muestran a distintos
animales luchando con hombres, a pie o a caballo, armados con lanzas o
jabalinas, mientras que en las otras dos aparecen un león del Atlas herido y
varios antílopes africanos atacados por un felino.
En el centro de la sala está representada
la leyenda del descubrimiento de Aquiles por parte de Ulises cuando aquel,
vestido de mujer, se ocultaba en la isla de Skyros. La escena muestra a Ulises
señalando a Aquiles la dirección a Troya, mientras las princesas -hijas del
rey Licomedes-, tratan de impedir su marcha, pues saben que morirá en la
guerra.
Una singular cenefa rodea la escena
protagonizada por Ulises. Se compone de varios medallones ovalados que cuelgan
de las alas de ánades que sujetan con sus picos ánforas apoyadas sobre plantas
y cuya cola acaba transformándose en un delfín. En los medallones aparecen representados
de manera alternativa rostros masculinos y femeninos que podrían corresponder a
diversos miembros de la familia. Las cuatro esquinas de la cenefa muestran
alegorías de las cuatro estaciones: la primavera con flores, el otoño con uvas
y el invierno con velo (falta el verano).
Junto al gran salón se sitúa una sala absidiada
desde la que se accedía a dos dependencias pavimentadas con mosaico que
contaban con calefacción subterránea (hipocausto).
El lado norte contaba con una entrada
secundaria al edificio y una escalera que permitía acceder al piso alto de esta
zona. El suelo de las dependencias dispuestas en esta ala es, como el de las de
la galería sur, de opus signium, y se
desconoce cuál fue el uso de las mismas.
Las habitaciones del lado occidental,
simétricas a las del ala este, cuentan con suelos pavimentados con mosaicos, pero carecen de hipocausto. Junto a
ellas se disponía el comedor principal de la vivienda, el cual experimentó una
ampliación que hizo que el ábside de la sala quedara descentrado con respecto
al eje de la habitación. En esta galería se encuentra el corredor
que comunicaba la vivienda principal con el edificio de los baños...
Este
presenta dos zonas bien diferenciadas: por un lado una gran habitación circular
de 170 metros cuadrados cuyo uso se desconoce y por otro el vestuario (apodyterium), desde el que se accedía a
las distintas salas de baño (frigidarium,
tepidarium y caldarium). En el extremo occidental de los baños se encuentraba el
horno que permitía calentar el agua.
Después de recorrer la villa al completo regresamos al coche. Santander y un largo verano nos esperan al otro lado de la montaña...
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