Potes, 28-30 de julio de 2.017
Madrugamos.
Está amaneciendo.
Treinta kilómetros y un desnivel acumulado
considerable: el perfil de la etapa de hoy augura dificultades…
Compartimos desayuno con los peregrinos
que conocimos anoche, sentados alrededor del fuego: el sudor nos ha convertido
en cómplices… Nuestro alberguero ha decidido que hoy todos somos veganos y nos
invita a empapar unos puñados de muesli en leche de avena antes de ponernos en
marcha: ¡vamos allá!
Tomamos el sendero que arranca junto al
lavadero en el que nos mojamos los pies ayer y buscamos el asfalto que une
Lafuente con Burió. Anoche esta pequeña localidad celebró sus fiestas
patronales y en sus calles aún quedan algunos restos del jolgorio: templetes,
barras de bar, vasos vacíos… Atravesamos el pueblo y buscamos el Collado de la
Hoz (658 m.), límite natural entre los municipios de Lamasón y Peñarrubia.
En lo alto del monte abandonamos el
asfalto para tomar un sendero que se deliza a nuestra izquierda y descender
hasta Cicera.
Al llegar allí, optamos por dejar la
ascensión al Collado de Arceón para otra ocasión y nos sumergimos en el sombrío Canal de
los Francos. Atravesamos una densa zona boscosa y buscamos la otra vertiente de
la montaña para asomarnos al desfiladero de La Hermida.
A nuestros pies se extienden las casas de
Lebeña. Descendemos hasta el pueblo y nos sentamos a descansar a la sombra de
los árboles que custodian la hermosa iglesia mozárabe de la que se enorgullece
esta pequeña localidad.
Alcanzamos la carretera que se desliza a
lo largo del desfiladero y caminamos un centenar de metros en sentido contrario
al previsto para alcanzar el cruce desde el que nos dirigimos a Allende. Desde
allí una árida pista nos conduce, bajo un sol de justicia, hasta Cabañes.
Buscamos el albergue. Nos despojamos de
nuestras mochilas, nos acomodamos y comemos unos bocadillos que nos saben a
gloria. Repetimos, nos quedamos a gusto y reanudamos la marcha...
Decimos adiós a esta localidad lebaniega y
nos dirigimos hacia el habario de Pendes, un hermosísimo castañar con ejemplares milenarios custodiados por la imponente silueta de Peña
Ventosa, para desde allí descender hasta Tama capital del municipio de Cillorigo de Liébana.
Antes de llegar al río Deva, pasamos junto
a la coqueta ermita de San Francisco, un pequeño oratorio cuyos origines se remontan
al siglo XVII.
Continuamos nuestro paseo y evitamos
cruzar el puente que conduce a la carretera nacional. Nos quedamos en la margen
derecha del río y recorremos los tres kilómetros de pista que restan para
llegar a Potes. El camino se hace largo: es recto y tedioso, pero vislumbramos
al fondo la cruz de la Viorna y eso nos da las fuerzas que nos faltan para
llegar a nuestro destino.
Circunvalamos la capital lebaniega y
después de cruzar el río accedemos al centro del pueblo junto a la Iglesia de
San Vicente, edificio de origen gótico convertido en sede del Centro de Estudios Lebaniegos Don Desiderio Gómez Señas y de la Oficina de Atención al Peregrino.
Nos registramos en la Oficina de Atención
al Peregrino y buscamos acomodo en el albergue, situado a la vera del río. Las ampollas han hecho mella en nuestros
pies pero no podrán impedir que mañana lleguemos a nuestro destino. Es importante rehidratarse después de una dura
jornada como la de hoy, así que nos atrincheramos en una terracita situada a
los pies de la Torre del Infantado y dejamos que las botellas de sidra caigan
una tras otra antes de retirarnos a descansar. Mañana más...
¡¡¡Y ya van tres!!!
Hay que ver cómo nos cuidamos...
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