Satander, 25 de julio de 2.018
A mis primas y a mí nos gusta trapichear
con los títulos de los libros que leemos. Hace unos meses, una de ellas me recomendó
“El príncipe de los ladrones” (2.002) -escrito por Cornelia Funke, autora de la
trilogía “Mundo de tinta”-, y yo tomé nota…
“El parentesco no siempre es garantía de
amor,
aunque nos guste creerlo…”
Hay multitud de historias sobre niños que
no quieren hacerse mayores -algunas tan conocidas como “Peter Pan” o “Pipi
Lanstrump”-, pero es posible también que haya también niños que no deseen nada
tanto como convertirse en adultos…
Cornelia Funke bebe de la fuente de Charles
Dickens y funde fantasía y realidad para regalarnos una novela juvenil, mágica
y maravillosa, que hace las delicias de los adultos: la soledad lleva a la
mentira, la mentira a la aventura, la aventura a la amistad y la amistad al
perdón…
Viajando
noche y día, sentados en trenes que no paraban de traquetear, apretándose el
uno contra el otro en cualquier rincón oscuro para esconderse de revisores y
viejas cotillas, Próspero y Bo han atravesado media Europa y llegado a Venecia,
la ciudad de la luna de la que siempre les hablaba su madre. Ningún otro lugar
del mundo puede presumir de su belleza con tanta desvergüenza…
El
otoño flota sobre sus canales. Han pasado hambre, frío y cansancio, pero al
final lo han conseguido: ella ha muerto, pero ellos siguen juntos.
Esther
Hartieb, su tía, ha intentado separarlos. Encantada con la idea de criar al
pequeño Boni, pretendía, sin embargo, enviar a su hermano mayor a un orfanato, así
que no les ha quedado más remedio que escaparse juntos.
A
la muy puñetera, le ha costado un poco de tiempo y mucho dinero seguir su
rastro, pero ha descubierto que están en Venecia y ha contratado los servicios
de un veterano detective para que los busque.
Víctor
Getz es consciente de que todo aquel que vive en la ciudad de los canales acude
al menos una vez al día a la Plaza de San Marcos: para encontrarlos sabe que
solo debe tener paciencia, aguante, buena vista y un montón de suerte…
Escipión
es el Señor de los Ladrones. Se crio en un orfanato, pero a los ochos años se
fugó y desde entonces se busca la vida por su cuenta. Durante una breve
temporada cuidó de él un viejo ladrón de joyas que le enseñó todo lo que
necesitaba saber, pero, desde que murió, vive solo y hace lo que le da la gana.
Al menos eso es lo que él cuenta…
Es
tozudo, soberbio y bastante engreído. Se cubre el rostro con una máscara, viste
un chaquetón negro largo y guantes de piel oscuros, y calza un par de botas de
tacón alto. Él y su banda encontraron a los dos hermanos deambulando por las
calles de Venecia. Les han proporcionaron comida y un lugar donde dormir; sin
ellos tal vez hubieran muerto de frío, o hambre. Han prometido ayudarles a
escapar de su tía y evitar que el detective que ha contratado los encuentre. Juntos
vivirán fantásticas aventuras, compartirán fechorías y descubrirán algunos de
los secretos de la ciudad de la luna…
Cuentan
que hace más de ciento cincuenta años, un rico comerciante hizo un valiosísimo
regalo a las Hermanas de la Caridad que gestionan el orfanato para niñas que
hay al sur de Venecia. En el patio del hospicio hizo construir un precioso
tiovivo con cinco hermosísimas figuras de madera. Bajo un vistoso baldaquín policromado
daban vueltas un unicornio, un caballito de mar, un tritón, una sirena y un
león alado, pero tras las paredes del orfanato comenzaron a suceder cosas muy
misteriosas: la gente afirmaba que el tiovivo convertía en adultos a los niños
que daban más de dos vueltas en él, y a los adultos en niños. Un día, de
repente, el artilugio desapareció. Alguien lo robó. Las hermanas habían ido de
excursión a Burano con las niñas y, cuando volvieron, encontraron el patio
vacío. Parece ser que los ladrones, mientras huían, perdieron algo: ¡una de las
alas del león! Las monjas la encontraron en el jardín, la recogieron y la
guardaron sin hacerle mucho caso. La pieza de madera terminó yendo a parar al
desván del orfanato, y ahora, muchos años después, puede ser que les haga inménsamente
ricos…
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