domingo, 9 de septiembre de 2018

LA SAGA DE LOS LONGEVOS (II) - LOS HIJOS DE ADÁN: las casualidades no existen...

Santander, 2 de agosto de 2.018 


 “Los hijos de Adán” (2.014) es la segunda entrega de “La saga de los longevos”, una novela inclasificable, en la que se mezclan demasiadas cosas, y con la que Eva García Sáenz vuelve a la carga, dispuesta a seguir explotando el filón…


A lo largo de la historia, siempre ha sucedido lo mismo: cada vez que los miembros de la Vieja Familia se han reunido durante un periodo de tiempo prolongado, han acabado destrozándose…
Esta vez ha sido la búsqueda del gen de la longevidad lo que ha hecho que el clan se desintegue. Lyra ha muerto, y Jairo se ha esfumado. El ambicioso Nagorno ha desaparecido después de que su hermano le inyectara un inhibidor de telomerasa con la esperanza de que así su corazón envejeciera como el de una persona normal, ha desaparecido. Héctor -su padre-, lo ha dejado todo para buscarle, pero Iago se ha quedado en Santander, al frente del Museo Arqueológico de Cantabria (MAC), y se ha casado con Adriana. Desde hace año y medio, ambos comparten un precario equilibrio, pues la desproporción existente entre sus recuerdos es tan grande que solo pueden plantearse vivir el presente.

Sin embargo, el pasado siempre vuelve, y casi siempre trae problemas… La súbita aparición de Gunnarr no puede ser casualidad. Su presencia no presagia nada bueno y es posible que haga que todo salga volando por los aires. Iago y él se adoraban. Su hijo era un tipo encantador, desesperadamente humano: carismático, inteligente, empático..., pero lleva más de cuatrocientos años muerto. Los ingleses le mataron en 1.602, durante la batalla de Kinsale, en Irlanda. Nagorno les contó a todos murió en sus brazos, con el cráneo destrozado. ¿De dónde ha salido entonces? ¿Por qué ha vuelto? ¿Qué es lo que quiere? Demasiadas preguntas para tan pocas respuestas…

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