miércoles, 20 de marzo de 2019

LA ISLA BAJO EL MAR: esclavo que baila, es libre bajo el mar...

Santander, 19 de noviembre de 2.018


Me sumerjo en mi biblioteca. Busco, sin saber muy bien qué, y encuentro “La isla bajo el mar” (2.014), de Isabel Allende.


“Baila, baila, Zarité, porque esclavo que baila
es libre mientras baila…”

En mis cuarenta años, yo, Zarité Sedella, he tenido mejor suerte que otras esclavas. Voy a vivir largamente y mi vejez será contenta, porque mi estrella brilla también cuando la noche está nublada. Conozco el gusto de estar con el hombre escogido por mi corazón cuando sus manos grandes me despiertan la piel. He tenido cuatro hijos y un nieto, y los que están vivos son libres. Mi primer recuerdo de felicidad, cuando era una mocosa huesuda y desgreñada, es moverme al son de los tambores, y esa es también mi más reciente felicidad, porque anoche estuve en la plaza del Congo bailando y bailando, sin pensamientos en la cabeza, y hoy mi cuerpo está caliente y cansado…

Cincuenta años después de que los españoles conquistaran Haití y le cambiaran el nombre, no quedaba ningún nativo vivo en La Española, así que no les quedó más remedio que empezar a importar esclavos secuestrados en África para trabajar unas tierras que, hasta entonces, no habían tenido dueño. A finales del siglo XVII, España cedió la parte occidental de la isla a Francia, que la llamó Saint-Domingue, y esta se convirtió en la colonia más rica del mundo…

Zarité, la protagonista de nuestra historia, es una esclava en el Saint-Domingue de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Cuando tenía nueve años fue comprada por un rico terrateniente de origen francés que la puso a trabajar en su casa. Poco después, se había convertido en el centro de un pequeño microcosmos que refleja fielmente la realidad de la colonia en una época convulsa que acabó arrasando una isla que ansiaba la independencia y la libertad.

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