Santander, 29 de mayo de 2.019
Me acerco a la Biblioteca Central con la intención
de buscar algunos cuentos para Fran y en el espacio dedicado a lo que sus
responsables denominan ‘centros de interés’, dedicado esta semana a ‘La cocina
y los cuentos’, me topo con “No hay galletas para los duendes”: otro cuento de
Cornelia Funke que cae en mis manos por casualidad…
No resisto la tentación. Me lo llevo y lo devoro. Casi
sin darme cuenta, me topo con un bonito canto a la amistad que me traslada a un
inquietante bosque lleno de pequeños y misteriosos duendes…
Antes los duendes recolectaban, comían y
vivían de las bayas y setas que encontraban en los bosques, pero ahora los humanos
arrasan con todo. Hasta hace poco, podían vivir de la basura que los
excursionistas dejaban en el bosque, pero de un tiempo a esta parte el camping
está cada vez más vacío. Sus desperdicios no son suficientes y ellos se han
visto obligados a robar aquí y allá parte de su comida. Al fin y al cabo, tienen
tanta: ¡basta con mirar sus enormes panzas!
Se acerca el invierno. Bisbita, Cabeza de
Fuego y Sietepuntos tienen mucho hambre. Apenas han conseguido hacer acopio de
provisiones y las pocas que tenían se las han arrebatado sus propios congéneres.
Durante años han tenido que pelearse con cazadores ansiosos por apretar el gatillo,
niños que querían atraparlos para llevarlos a su casa como si fueran animales de
peluche, zorros hambrientos y gatos vagabundos, pero no contaban con tener que
enfrentarse a un puñado de duendes capaces de quitarles la comida a sus propios
hermanos. ¡Algo tendrán que hacer para recuperarla!
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