Torrelavega, 9 de agosto de 2.019
La noche amenaza lluvia, pero el agua nos respeta. Me
traslado hasta Torrelavega para vivir la feria y encontrarme con David Otero y
María Rozalén: un ‘loco’ dado de alta en 2.010 al que conocí un par de años
después, pero al que no he vuelto a ver desde entonces, y una cantautora de provincias
convertida en estrella a la que, gracias a internet, descubrí hace casi diez
años, pero a la que, hasta hoy, no he tenido ocasión de ver en directo…
David Otero es un tipo honesto que ha
pasado unos días cogiendo olas en Suances antes de subirse al escenario de La
Lechera y dar el pistoletazo de salida a las fiestas de Torrelavega y a su brillante
festival ‘Vive la Feria’. Escoltado por Cristina Rubio (bajo y piano) y Carlos
Gamón (percusión), ‘El Pescao’ ha resuelto con precisión los siete cubos de Rubik
que presiden el escenario para presentarnos un puñado de canciones frescas y
sinceras, sin artificios, que conectan con el público y me reconcilian con el
amor y con la vida…
Amenaza con marcharse, pero regresa para
repasar, él solo, algunas de las canciones de El Canto del Loco con las que más
identificado se siente…
¿Me habré
hecho mayor?
Tal vez viva
ahora mejor:
más a gusto y
más tranquilo en mi interior.
Parece que el
amor me calma…
Después de hora y media, el escenario se
llena de luz y gente. Los versos se Benedetti anuncian el compromiso de María
de los Ángeles Rozalén con la vida: ¡si quieres quedarte con ella, no te
salves!
No te quedes
inmóvil al borde del camino;
no congeles el
júbilo;
no quieras con
desgana;
no te salves
ahora, ni nunca;
no te llenes
de calma;
no reserves
del mundo solo un rincón tranquilo;
no dejes caer
los párpados pesados como juicios;
no te quedes
sin labios;
no te duermas
sin sueño;
no te pienses
sin sangre;
no te juzgues
sin tiempo…
(“No te salves”,
Mario Benedetti)
María Rozalén alza su voz y Beatriz Romero
la escolta con las manos. Ambas se dejan el alma y el corazón. Cantan, bailan,
sonríen y conectan con un público entregado que asiste a un concierto fabuloso.
No están solas. El escenario se llena de luz y gente: currantes de la música y
el canchondeo…
Los deslumbrantes reflejos de su ceñido vestido
y el clavel rojo prendido junto a su hombro derecho la convierten en parte de lo
que es: una de esas hadas que muchos no saben ver, una de esas hadas que te hechizan
e hipnotizan con su alegría y diversión, y te ayudan a viajar a otros mundos, a
soñar nuevos sueños y a descubrir las estrellas y no desistir hasta rozarlas
con la punta de los dedos. ¡Ojalá que su magia no se apague nunca! ¡Ojalá que
su magia sea inmortal!
Rozalén es rabia, orgullo, zalamería,
amor, luz, entrega y naturalidad. Rozalén es mucho más…
Rozalén es compromiso, memoria, poesía,
rebeldía y sensualidad. Rozalén es coquetería, carisma y calor…
Confieso que he echado de menos la visita
de Vicky Gastelo -torrelaveguense de pro-, pero David Otero ha regresado al escenario
para sincronizar con la albaceteña y juntos bailar en braille. Sus pies son
arena y sal; ellos: energía y amor…
En la vida hay dos opciones: se puede
bailar o no, y Torrelavega, esta noche, ha bailado al ritmo impuesto por dos
tipos a los que me he enganchado desde el minuto cero. David y María, Otero y
Rozalén… Ambos me han reconciliado hoy con la música en directo y con los
grandes conciertos. He conectado con ellos y solo puedo darles las gracias: “Gracias
y gracias. Gracias a los dos”.
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