Santander, 4 de julio de 2.019
Todo el mundo habla de “Chernóbil”, la
nueva mejor serie de la Historia: cinco capítulos de una hora de duración producidos
por HBO que pretenden recrear el que fue, junto al que tuvo lugar en 2.011 en
Fukushima (Japón), el mayor accidente nuclear de la Historia.
El 26 de abril de 1.986 el núcleo de uno de
los reactores nucleares de la central Vladímir Ilich Lenin, ubicada a tres
kilómetros de la ciudad de Prípiat y a dieciocho de Chernóbil -situadas ambas
en la actual Ucrania, pero pertenecientes entonces a la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.)-, saltó por los aires expulsando a la
atmósfera enormes cantidades de materiales tóxicos y radiactivos que formaron
una nube que se extendió por Europa y América del Norte.
Todo lo que sucedió en Chernóbil fue una
locura. ¿Cuánto cuestan las mentiras? No es que vayamos a creérnoslas al pie de
la letra, pero pueden hacer que no reconozcamos la verdad, nos conformemos con
las milongas que nos cuentan y deje de importarnos quiénes son los héroes y quiénes
los verdaderos culpables, dándonos por satisfechos con encontrar un cabeza de
turco al que cargar con la culpa de todo.
En esta historia, Anatoly Diátlov era la
mejor opción: un hombre arrogante y desagradable que en 1.988 fue condenado a cumplir
diez años de trabajos forzados por su irresponsable gestión al frente de la
central. Hubo otras personas involucradas en el accidente, pero él carecía de
amigos importantes y, al fin y al cabo, fue quien dio las órdenes…
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