martes, 26 de noviembre de 2019

LA LECCIÓN DE AUGUST: ¿qué es lo normal?

Santander, 14 de noviembre de 2.019


R. J. Palacio se dedicaba a diseñar preciosas cubiertas para cientos de autores mientras soñaba con escribir algún día su propia novela.
Parecía que ese momento nunca llegaría hasta que se dio cuenta de que para conseguir su sueño lo único que tenía que hacer era empezar a escribir… “La lección de August” (2.012) es su primera novela.


August Pullman es un niño que nació con el síndrome de Treacher Collins, un trastorno genético caracterizado por el predominio de mal-formaciones craneofaciales.
Palacio nos cuenta su historia desde la perspectiva de varios personajes: el propio Auggie, su hermana Olivia, sus amigos…

Me llamo August y sé que no soy un niño de diez años normal: hago cosas normales y, por dentro, me siento normal, pero los niños normales no hacen que otros niños normales salgan corriendo al verlos, ni que el resto de la gente se quede mirándolos en cualquier parte. Me encantaría tener una cara normal, en la que no se fijara nadie. Mi madre dice que el día que nací, cuando vio mi carita deforme por primera vez, lo único en lo que se fijó fue en los bonitos ojos que tenía…
En realidad, creo que la única razón por la que no soy normal es porque nadie me ve como alguien normal. Ni siquiera mis padres y mi hermana me ven como alguien normal; ellos creen que sí lo hacen, pero, si realmente lo hicieran, no me protegerían tanto, aunque, a veces, cada uno lo haga a su manera.

Debido a la gran cantidad de operaciones que han tenido que hacerme -¡veintisiete desde que nací!-, no empecé a ir a la escuela hasta este año. Antes siempre estaba enfermo, así que mamá se encargaba de enseñarme todo lo que necesitaba saber sin necesidad de salir de casa. Afortunadamente, últimamente me encuentro mucho mejor.
El primer día de clase estaba tan nervioso que las mariposas en el estómago se parecían más a una bandada de palomas revoloteando por mis tripas. De camino a la escuela, todo me parecía nuevo. Sin levantar la vista del suelo ni una sola vez, me dirigí directamente a mi aula y, poco a poco, fui conociendo a mis profesores y también a mis compañeros. Los niños pueden ser muy malos. Sé cómo me llaman: niño rata, bicho raro, monstruo, Freddy Krueger, E.T., asqueroso, cara lagarto…


Me llamo Olivia, aunque todo el mundo me llama Via. Soy la hermana mayor de August y sé que siempre voy a ser la hermana de un niño con un defecto de nacimiento. Ese no es el problema; lo que pasa es que no siempre quiero que me conozcan por eso. En nuestro particular universo, August es el Sol; mamá, papá y yo somos planetas que orbitamos alrededor del Sol y el resto de nuestra familia y amigos son asteroides y cometas que flotan alrededor de los planetas que giran alrededor del Sol. Nuestra perra Daisy es la única que no orbita alrededor del Sol August, pues, para sus diminutos ojos perrunos, la cara de mi hermano no se diferencia gran cosa de la de cualquier otro ser humano. Estoy acostumbrada al funcionamiento de este Universo; es lo único que he conocido. Siempre he entendido que August es especial y que tiene necesidades especiales. Mamá y papá siempre han dicho que soy la niña más comprensiva del mundo; yo, lo único que sé, es que no sirve de nada quejarse. Después de ver pasar a mi hermano por todo lo que ha pasado, me he acostumbrado a no quejarme, a sacarme las castañas del fuego por mí misma y a no molestar a papá y mamá con tonterías. Siempre ha sido así, pero este año nuestra pequeña galaxia está cambiando…
Cuando August era pequeño, cambiábamos de planes e incumplíamos promesas dependiendo de su estado de ánimo, de sus caprichos y de sus necesidades, pero ahora él necesita madurar y nosotros debemos de ayudarle a hacerlo. Hemos pasado tanto tiempo intentando hacer que August piense que es normal que ahora creo que piensa que lo es, y no lo es… Me pregunto qué es lo que ve él cuando se mira en el espejo: <<¿verá al Auggie que ven mamá y papá, o verá al Auggie que ven todos los demás?>>.


Me llamo Jack Will. Antes de empezar el curso, el director del colegio me llamó para pedirme que cuando empezaran las clases me convirtiera en el ‘amigo de bienvenida’ de un niño nuevo un poco especial. Aunque a regañadientes, acepté y, poco a poco, me fui acostumbrando a su cara. La verdad es que August es un tío bastante guay, y muy listo. Al principio solo era amable con él por obligación, pero, ahora que lo conozco, quiero ser su amigo de verdad.


Me llamo Summer, voy al colegio con August y soy su amiga. Estoy segura de que la gente que me pregunta sorprendida por qué paso tanto tiempo con él lo hace porque no le conoce bien. Lo hago porque es un buen chaval, aunque es verdad que, el primer día que le vi, me dio pena: aquel niño, con aquella pinta, en un colegio nuevo, sin nadie que hablase con él y con todo el mundo mirándolo… Pero ahora estoy con él porque quiero. Me parece un chico divertido y es muy majo.

Para que engañarnos, la lección de August es una lección de vida un tanto edulcorada. El mundo no siempre es de color rosa. El valor, la amabilidad, la amistad, el carácter…, son cualidades que nos acercan a la grandeza, pero con demasiada frecuencia las dejamos de lado y buscamos atajos que hacen que nos perdamos por el camino. No siempre es fácil alcanzar nuestro destino. Elegir ser siempre un poco más amables de lo estrictamente necesario hará que estemos un poco más cerca de conseguirlo.

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