Santander, 30 de diciembre de 2.019
Las víctimas a las que la violencia de ETA
les cambió la vida cuando solo eran unos niños -los hijos de los asesinados por
ETA y por el GAL, e incluso los hijos de los terroristas-, tienen mucho que
contar… Jon Sistiaga reúne a algunos de ellos en torno a una mesa para que
hablen entre sí sin ningún tipo de tabú, poniendo a prueba la solidez de los
puentes que se han tendido en el País Vasco.
El 24 de julio de 1.987, Juan Carlos García
Goena fue asesinado en Hendaya por miembros del GAL que lo confundieron con un
terrorista de ETA y colocaron una bomba debajo de su coche. Maider era una niña
cuando perdió a su padre; tenía solo cinco años: “Puede que lleguemos a una
convivencia sin odio, pero de ahí a perdonar…”.
Ella siente que todas las víctimas del
conflicto -también las del GAL-, han sufrido por igual y le gustaría que el
Estado español reconociese lo que hizo y pidiera perdón.
Froilán Elespe, concejal del Partido
Socialista en Lasarte, fue asesinado por ETA el 20 de marzo de 2.001. Josu, su
hijo, tenía veinticinco años. El dolor y la tristeza que supusieron la muerte de
su padre iban unidos a la rabia y al deseo de venganza, pero, años después, tuvo
ocasión de reunirse en Nanclares con miembros de la banda acusados de otros
asesinatos. Había garantías de que las personas con las que iba a estar estaban
‘arrepentidas’ y de que el hecho de que esas personas participaran en el encuentro
no iba a suponer ningún tipo de beneficio penitenciario para ellas.
Al margen de la ayuda que hayan podido darle
sus familiares y amigos, reconoce que esos encuentros con individuos que
pertenecieron a una organización terrorista que a él le destrozó la vida
durante muchos años han sido uno de los hechos que más le han reconfortado: “que
esas personas reconozcan que matar está mal y que no está justificado, a mí me
ha ayudado a sanar mis heridas”.
Sandra tenía veinte años cuando, el 7 de
marzo de 2.008, su padre, Isaías Carrasco, concejal del Partido Socialista en
el Ayuntamiento de Mondragón, fue asesinado por ETA. Murió entre sus brazos y
poco después tuvo el coraje de decir muchas de las cosas que sentía: “A mi padre
lo han asesinado por defender la libertad, la democracia y las ideas
socialistas. Ha sido siempre un hombre valiente que ha dado la cara y los que
lo han matado han sido unos cobardes y unos hijos de puta”.
Han pasado algo más de diez años desde
entonces y de aquella joven ya no queda casi nada. Mantener una conversación
con el asesino de su padre no tiene sentido para ella: "Le preguntaría
por qué lo hizo, pero para qué, si, probablemente, ni él sepa porque destrozó
su vida y la de toda su familia… Con el paso del tiempo, te das cuenta de que
la rabia tiene que desaparecer. Si queremos que la sociedad avance, aquellos que
hemos sufrido la violencia de ETA somos los primeros que tenemos que dar
ejemplo. Si yo he podido avanzar, evolucionar, escuchar, respetar, comprender…,
yo creo los demás también pueden hacerlo. A mis amigos y a mi familia les
cuesta comprender que pueda hablar con etarras y gente del entorno abertzale
-gente que ha hecho lo que le hicieron a mi padre-, pero no miro lo que han
hecho, ni lo que piensan; los miro como personas y ya está”.
Peru es hijo de Kepa del Hoyo, fallecido
de un ataque al corazón el 31 de julio de 2.017 en la cárcel de Badajoz, donde cumplía
condena por ser miembro de ETA y haber colaborado en un asesinato. Solo tenía un
mes y medio de vida cuando su padre ingresó en prisión, pero nunca ha sentido
la necesidad de saber qué fue lo que hizo realmente: “Quien diga que mi aita
era un monstruo es que no lo conocía, porque no era mala persona, ni mucho
menos”.
Maider, Josu y Sandra se habían visto en alguna
ocasión, pero a Peru no lo conocían. Las suyas son cuatro vidas unidas por el
mismo dolor. Ninguno de ellos se merecía sufrir, pero les ha tocado hacerlo y
los cuatro han madurado antes de lo que deberían haberlo hecho. Su sufrimiento
ha sido el mismo. “El día que todos lleguemos a la conclusión de que matar, secuestrar,
amenazar, extorsionar, torturar… está y estuvo mal -que nunca hubo
justificación para ello-, habremos dado un gran paso adelante”, sostiene
Josu, pero lamenta que aquellos que apoyaron, jalearon y justificaron la
violencia no hagan un ejercicio de autocrítica y deslegitimen eticamente una
conducta que en un momento entendieron que era válida, aunque ahora la rechacen
porque, en estos momentos, estratégicamente, no es la que les conviene, y
reconoce que le duele especialmente que se reciba como héroes a personas que
han estado en la cárcel por haber atentado contra la vida de otro ser humano,
agradeciéndoseles así los servicios prestados.
Los cuatro están de acuerdo en que la
situación en el País Vasco es, ahora, mucho mejor de lo que era hace diez años.
Creen que hay menos miedo y más libertad, pero quedan temas pendientes que no
se pueden obviar, como la resolución de muchos de los crímenes cometidos, tanto
por ETA como por el GAL, o el acercamiento de los presos. Pasar página, sin
más, no es la solución. Hacer borrón y cuenta nueva sobre hechos delictivos
ocurridos en el pasado no debe ser una opción. Nuestros hijos no pueden crecer
pensando que, en un momento de su vida, matar pueda ser una elección válida.
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