Santander, 8 de febrero de 2.020
Tomando
como punto de partida el tradicional cuento de Christian Andersen: “El soldadito
de plomo”, el ilustrador suizo Jörg Müller compone un precioso álbum, aunque su
historia comienza en nuestra época y en ella la preciosa bailarina, en lugar de
quedarse en casa, acompaña al soldado en su viaje.
La vertiginosa odisea de los dos protagonistas
nos lleva, desde la habitación de los niños…
…hasta las cloacas de la gran ciudad.
Y después, por mar, en el vientre de un gran
pez, hasta África…
…finalizando, allí, donde menos lo esperan
ellos y donde menos lo esperamos nosotros.
Lejos de ser devueltos a su casa, dan con
sus huesos en un hediondo vertedero, donde una buena mujer los recoge para
entregárselos a su hijo…
Al pequeño no le importa que al soldadito le falte una
pierna o que la muñeca esté un poco despeinada. No tiene muchos juguetes, pero desborda
imaginación: ¡algo hará con ellos!
El poderoso ‘hombre blanco’, fascinado por
la capacidad del pequeño para jugar con sus despojos, no resiste la tentación
de arrebatarle lo que ya es suyo, entregándole, a cambio -eso sí-, un poco de
parné…
Regresa a casa sin cargo de conciencia,
con el ‘soubenir’ en la maleta, convencido de haber ayudado al pobre ‘negrito’
necesitado.
Ajenos a todo lo que les rodea, el
soldadito y su muñeca viven su particular luna de miel y cierran el círculo
convertidos en preciados objetos de museo.
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