Santander, 26 de diciembre de 2.019
La digestión del pasado ha comenzado, pero
Jon Sistiaga se encarga de recordarnos que ETA no decidió cuando dejar las
armas y disolverse, sino que fue derrotada policialmente. La profusión de
infiltrados y confidentes habían horadado la organización desde dentro y la
sucesiva caída de sus líderes aceleró su final, convirtiéndola en una banda delincuentes.
Las fuerzas de seguridad del Estado tardaron
mucho tiempo en comprender cómo funcionaba la estructura de ETA: cómo operaba y
cómo se regeneraba su tejido militante. Entretanto, la organización presentaba
sus acciones terroristas como la respuesta a una demanda social: “¡ETA,
mátalos!”.
A mediados de los años ochenta, ETA sacó a
sus juventudes a la calle e incendió Euskadi. La ‘kale borroka’ se convirtió en un fenómeno
terrorista de baja intensidad, más o menos espontáneo, merced al cual el sector
más joven de la sociedad vasca entraba en contacto con la violencia y se manifestaba
en contra del Estado: quemaban cajeros, agredían a miembros de la Ertzaintza…
Aquel fue un grave error estratégico de
ETA, pues brindó a las fuerzas de seguridad la posibilidad de identificar y
fichar a muchos de los jóvenes que posteriormente pasarían a formar parte de la
banda. No solo eso, sino que, como reconocen Valentín Díaz -coronel jefe de los
Servicios de Información de la Guardia Civil-, y Enrique Pamiés -exjefe
superior de la Policía Nacional del País Vasco-, algunos de ellos se
convirtieron, por dinero, ideología o desafección, en ‘topos’ que colaboraron
con las fuerzas de seguridad para combatir a ETA desde dentro.
A lo largo de los años noventa, el tiro en
la nuca comenzó a suponer demasiado riesgo para el militante, y la bomba-lapa
se convirtió en su arma estrella, aunque eso supusiera asumir cuantiosos daños
colaterales. Sus dirigentes se justificaban argumentado que la vida de sus ‘soldados’
valía cien veces más que la del hijo de un policía o guardia civil.
Mediada la década, ETA decidió extender el
terror a otras capas de la sociedad y viralizar el miedo. Sociabilizó el
sufrimiento y responsabilizó a los partidos políticos, ensañándose con sus concejales.
El asesinato de Gregorio Ordóñez, llevado a cabo en 1.995, mostró cuál iba a
ser su nueva línea política. Veintiún ediles fueron asesinados por los
terroristas antes de la disolución de la banda: doce del PP, siete del PSOE y
dos de UPN.
“A ver, Gregorio, estamos hasta los
cojones de ti. Una declaración más tuya, y tu familia corre riesgo de morir:
cualquiera de ellos. Estamos hasta los cojones de ti. ¡Fuera de Euskadi, cabrón!”
María San Gil, compañera de partido y amiga
personal de Gregorio Ordóñez, reconoce con orgullo que aquellos que planteaban un
proyecto político diferente y combatían de manera activa lo que eran ETA y sus
consecuencias, suponían una amenaza para la banda terrorista: “Gregorio
Ordóñez no tenía pelos en la lengua. No tenía miedo y decía lo que mucha gente
no se atrevía a decir. La suya era una voz necesaria, discordante, amenazante y
muy peligrosa, y el suyo, un partido que defendía España en el País Vasco sin ningún
tipo de complejo”.
El colapso de ETA comenzó en el año 2.000.
Hasta entonces, las fuerzas de seguridad y el servicio de inteligencia del gobierno
español habían perseguido a los asesinos sin contar con el apoyo de otras
instituciones, pero el terrorismo se había convertido en un problema de Estado.
Enrique Pamiés cuenta que fue entonces
cuando cayeron los últimos lideres militares más o menos bien preparados y la
organización se convirtió en una banda de delincuentes. La mayor parte de los
atentados que preparaban fracasaban y comenzaron los enfrentamientos entre sus
miembros.
Valentín Díaz afirma: “ETA se quedó en
analógico y el resto pasamos a digital; cuando ETA cambió el buzón en el monte,
donde metía el papel y allí iba el comando a recibirlo, por darle a cada
comando un ordenador, comenzó su perdición…”. Y añade: “Ha habido muchos
guardias civiles, los mejores, que se han sacrificado durante muchos para
acabar derrotando a la banda terrorista, pero esto no ha sido una guerra; esto
ha sido gente que hacia terrorismo y otros que cumplíamos la ley y el estado de
derecho. En la lucha contra ETA no ha habido atajos”.
Esto no es el del todo cierto. Alguna
anomalía sí que hubo… Las torturas llevadas a cabo en el cuartel de
Intzaurrondo, o los crímenes del GAL, fueron errores que permitieron a los
terroristas justificar su violencia.
La desaparición de Lasa y Zabala -dos
presuntos etarras secuestrados, torturados y asesina-dos por miembros de la
Guardia Civil en 1.983-, y los asesinatos cometidos posteriormente por el GAL,
alimentaron el conflicto. La guerra sucia llevada a cabo por los Grupos
Antiterroristas de Liberación dejó veintiséis víctimas. En el año 2.000, el general
Galindo dejó de ser el héroe de la lucha antiterrorista para ser condenado por
los mismos delitos que había combatido: “de ser garante de la ley, pasó a
ser su transgresor”.
Cada vez que ETA rompía una tregua defraudaba
las expectativas generadas entre sus simpatizantes y sus propios presos,
ratificaba la idea de que sus miembros no eran unos interlocutores de los que uno
se pudiera fiar y renovaba un nuevo ciclo de violencia que habría de extenderse
hasta el siguiente alto el fuego. Rompieron la tregua de 1.989 con Felipe González,
la de 1.999 con José María Aznar y también a la del 2.006, cocinada entre Otegui
e Eguiguren, la cual saltó por los aires el 30 de diciembre, al explotar la
furgoneta que la banda terrorista había dejado estacionada en el aparcamiento
de la terminal número cuatro del aeropuerto de Barajas.
Las bases de ETA no comprendieron la ruptura
de aquella tregua y surgieron dos facciones bien diferenciadas: la de Otegui,
que era partidario de aparcar la lucha armada y recuperar fuerzas, y la de Ekin,
que pretendía seguir atentando para obligar al gobierno a volver a sentarse a negociar.
El final de la banda terrorista parecía
inminente. En 2.009, después de que la policía detuviera a Arnaldo Otegui, Ekin
pretendía seguir matando, pero Rufi Etxeberría -su hombre de confianza-, consiguió
sacar adelante un proyecto político que tiene presencia en las calles, pero
excluye la violencia terrorista, y que constituye los principios de la izquierda
abertzale actual.
Hubo una votación: mil militantes se manifestaron
a favor de la disolución y cuarenta y siete en contra. ETA había sido derrotada
gracias a eficacia policial y judicial, el consenso político, la cooperación
internacional y la respuesta de la sociedad vasca y española. En el momento en
el que sus miembros dejaron de matar, la crispación social desapareció. La
digestión del pasado ha comenzado. En Euskadi parece haber una especie de amnesia
colectiva que trata de pasar página rápidamente: unos porque se pusieron de perfil
durante mucho tiempo y no quieren tener mala conciencia de su actitud, y otros
porque no quieren tener que responder a la pregunta de si matar estuvo mal o bien.
El 3 de mayo de 2.018, la banda terrorista
ETA hizo público su último comunidcado, un epitafio con el que ponía fin a
cincuenta años de asesinatos, el noventa por ciento de los cuales tuvo lugar
después de la dictadura y el setenta por ciento de los cuales se llevaron a
cabo en el País Vasco:
ETA, organización socialista
revolucionaria vasca de liberación nacional, quiere informar al Pueblo Vasco
del final de su trayectoria, después de que su militancia haya ratificado la
propuesta de dar por concluidos el ciclo histórico y la función de la Organización.
Como consecuencia de esta decisión:
-ETA ha desmantelado totalmente el
conjunto de sus estructuras.
-ETA da por concluida toda su actividad
política. No será más un agente que manifieste posiciones políticas, promueva
iniciativas o interpele a otros actores.
-Los y las exmilitantes de ETA continuarán
con la lucha por una Euskal Herria reunificada, independiente, socialista,
euskaldun y no patrialcal en otros ámbitos, cada cual donde lo considere más
oportuno, con la responsabilidad y honestidad de siempre.
ETA nació cuando Euskal Herria agonizaba,
ahogada por las garras del franquismo y asimilada por el Estado jacobino, y
ahora, 60 años después, existe un pueblo vivo que quiere ser dueño de su
futuro, gracias al trabajo realizado en distintos ámbitos y la lucha de
diferentes generaciones.
ETA desea cerrar un ciclo en el conflicto
que enfrenta a Euskal Herria con los estados, el caracterizado por la utilización
de la violencia política. Pese a ello, los estados se obstinan en perpetuar
dicho ciclo, conscientes de su debilidad en la confrontación estrictamente
política y temerosos de la situación que provocaría una resolución integral del
conflicto. Por contra, ETA no tiene miedo alguno a ese escenario democrático, y
por eso ha tomado esta decisión histórica, para que el proceso en favor de la
libertad y la paz continúe por otro camino. Es la secuencia lógica tras la
decisión adoptada en 2011 de abandonar definitivamente la lucha armada.
En adelante, el principal reto será
construir un proceso como pueblo que tenga como ejes la acumulación de fuerzas,
la activación popular y los acuerdos entre diferentes, tanto para abordar las
consecuencias del conflicto como para abordar su raíz política e histórica.
Materializar el derecho a decidir para lograr el reconocimiento nacional será
clave. El independentismo de izquierdas trabajará para que ello conduzca a la
constitución del Estado Vasco.
Esta última decisión la adoptamos para
favorecer una nueva fase histórica. ETA surgió de este pueblo y ahora se
disuelve en él.
Gora Euskal Herria askatuta! Gora Euskal
Herria socialista! Jo Ta Ke indpendentzia eta sozialismoa lortu arte!”.
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