Santander, 2 de junio de 2.021
La película “Españolas en París” (1.971) supuso el pistoletazo
de salida a lo que se denominó la ‘tercera vía’ del cine español, caracterizada
por la realización de producciones próximas al cine de autor cuyos guiones
planteaban problemas relacionados con la sociedad española tardofranquista.
La ópera prima de Roberto Bodegas es una película valiente,
protagonizada por mujeres luchadoras, fuertes e independientes, que habla de
asuntos que no estaban presentes en el cine de la época, como el divorcio, o el
aborto. Su rodaje supuso el reencuentro y la reconciliación de Ana Belén con
el cine, después de haber protagonizado seis años antes “Zampo y yo” (1.965). El
reparto lo completan, entre otros, Laura Valenzuela, Tina Sainz, José Luis López
Vázquez, José Sacristán o Máximo Valverde.
La cara de susto que tiene la pobre Isabel García
Laguna (Ana Belén) cuando llega a París, dispuesta a trabajar como criada y
ganar un dinero con el que ayudar a sus padres a pagar los estudios de su
hermano pequeño, da penuca.
Es natural de Sigüenza, sus padres son agricultores y tiene
cuatro hermanos más pequeños. No sabe francés, pero es una chica muy despierta:
¡aprenderá pronto!
Las condiciones laborales de las empleadas del hogar
en el país vecino no estaban nada mal: una paga mensual de seiscientos
cincuenta francos, habitación en la buhardilla, los domingos y una tarde a la semana
libres, y una jornada laboral que terminaba a la nueve de la noche: ¿qué más
se podía pedir? Las criadas españolas querían mucho a los niños y eran
trabajadoras, alegres y honradas -decían los franceses-, pero también testarudas,
caprichosas y muy escandalosas y, además, recibían demasiadas visitas de
familiares y conocidos…
Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja,
como un aullido interminable.
Te sentirás acorralada;
te sentirás perdida, o sola.
Tal vez querrás no haber nacido,
pero tú, siempre, acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti, como ahora pienso.
La vida es bella. Ya verás como,
a pesar de los pesares,
tendrás amigos, tendrás amor…
Un hombre solo, una mujer,
así tomados, de uno en uno,
son como polvo: ¡no son nada!
Nunca te entregues, ni te apartes;
junto al camino, nunca digas:
“no puedo más y aquí me quedo”.
Otros esperan que resistas,
que les ayude tu alegría,
que les ayude tu canción.
No sé decirte nada más,
pero tú debes comprender
que yo aún estoy en el camino.
Pero tú, siempre, acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti, como ahora pienso.
(“Palabras
para Julia”, Paco Ibáñez)
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