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domingo, 13 de junio de 2021

ESPAÑOLAS EN PARÍS: cinema vérité

Santander, 2 de junio de 2.021

La película “Españolas en París” (1.971) supuso el pistoletazo de salida a lo que se denominó la ‘tercera vía’ del cine español, caracterizada por la realización de producciones próximas al cine de autor cuyos guiones planteaban problemas relacionados con la sociedad española tardofranquista.



La ópera prima de Roberto Bodegas es una película valiente, protagonizada por mujeres luchadoras, fuertes e independientes, que habla de asuntos que no estaban presentes en el cine de la época, como el divorcio, o el aborto. Su rodaje supuso el reencuentro y la reconciliación de Ana Belén con el cine, después de haber protagonizado seis años antes “Zampo y yo” (1.965). El reparto lo completan, entre otros, Laura Valenzuela, Tina Sainz, José Luis López Vázquez, José Sacristán o Máximo Valverde.

 

La cara de susto que tiene la pobre Isabel García Laguna (Ana Belén) cuando llega a París, dispuesta a trabajar como criada y ganar un dinero con el que ayudar a sus padres a pagar los estudios de su hermano pequeño, da penuca.



 

Es natural de Sigüenza, sus padres son agricultores y tiene cuatro hermanos más pequeños. No sabe francés, pero es una chica muy despierta: ¡aprenderá pronto!



Las condiciones laborales de las empleadas del hogar en el país vecino no estaban nada mal: una paga mensual de seiscientos cincuenta francos, habitación en la buhardilla, los domingos y una tarde a la semana libres, y una jornada laboral que terminaba a la nueve de la noche: ¿qué más se podía pedir? Las criadas españolas querían mucho a los niños y eran trabajadoras, alegres y honradas -decían los franceses-, pero también testarudas, caprichosas y muy escandalosas y, además, recibían demasiadas visitas de familiares y conocidos…



Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja,
como un aullido interminable.
Te sentirás acorralada;
te sentirás perdida, o sola.
Tal vez querrás no haber nacido,
pero tú, siempre, acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti, como ahora pienso.
La vida es bella. Ya verás como,

a pesar de los pesares,
tendrás amigos, tendrás amor…
Un hombre solo, una mujer,
así tomados, de uno en uno,
son como polvo: ¡no son nada!
Nunca te entregues, ni te apartes;
junto al camino, nunca digas:
“no puedo más y aquí me quedo”.
Otros esperan que resistas,
que les ayude tu alegría,
que les ayude tu canción.
No sé decirte nada más,
pero tú debes comprender

que yo aún estoy en el camino.
Pero tú, siempre, acuérdate
de lo que un día yo escribí

pensando en ti, como ahora pienso.

 

(“Palabras para Julia”, Paco Ibáñez)


martes, 4 de marzo de 2014

LA SONRISA ETRUSCA: sentimientos que brotan del fondo del corazón

Santander, 4 de marzo de 2.011

José Luis Sampedro es un escritor barcelonés al que descubrí hace un buen puñado de años, cuando mi amiga Inés me invitó a leer “La vieja sirena”: una maravillosa novela ambientada en la Alejandría del siglo III y que narra la vida de una misteriosa mujer de origen desconocido.


El libro me gustó muchísimo y muy pronto tuve entre mis manos otra novela del mismo autor, “La sonrisa etrusca”, en la que buceamos en el corazón de un anciano gravemente enfermo que se ve obligado a trasladarse desde su pueblo en el sur de Italia al piso de su hijo en Milán, dónde conocerá a su nieto recién nacido.


El estreno de la adaptación teatral de esta novela es lo que hoy nos lleva a la Sala Pereda del Palacio de Festivales.


Una propuesta sorprendente: voces en off que permiten conocer los pensamientos de Salvatore (alias Bruno) y las largas conversaciones que mantiene con su nieto Brunettino y proyecciones de video sobre el fondo y los laterales del escenario nos dan la oportunidad de viajar en el espacio y el tiempo y trasladarnos junto a Salvatore-Bruno a su pueblo y a su pasado.
La genial escenografía unida al fantástico trabajo de Héctor Alterio en el papel de Salvatore hacen que sea imposible  no sumergirse en el corazón del protagonista y descubrir a un hombre rudo, tosco, ingenuo y con una inmensa capacidad de amar.
Es imposible no emocionarse.



No es la primera vez que disfruto del trabajo de Héctor Alterio.
Se trata de un veterano actor argentino al que descubrí, junto a Ricardo Darín y Natalia Verbeke, en el año 2.001, cuando junto a ellos protagonizó “El hijo de la novia”.

Además ya tuve la oportunidad de verle en este mismo teatro hace un par de años, cuando protagonizó junto a José Sacristán la discreta obra de teatro “Dos menos” en la que ambos daban vida a dos enfermos terminales que afrontaban el epílogo de sus vidas con un envidiable sentido del humor.


 

Un gran actor que hoy, una vez más, ha conseguido emocionarnos.